"La estética soviética ya sólo existe en los corazones"
En Alemania, su nombre es casi una marca de fábrica: Wladimir Kaminer llegó a Berlín en 1990 y desde entonces ha publicado con gran éxito siete libros, todos ellos escritos en alemán. Agudo cronista de la vida cotidiana y multicultural, es el creador de Russendisko, un programa de música soviética underground. Desde hoy, y hasta el próximo viernes, estará en Barcelona. En España ha publicado Disco rusa (Debolsillo, 2003) y ahora sale a la venta su novela Música militar (RBA, 2004).
Wladimir Kaminer, que realiza esta entrevista en su casa de Prenzlauer Berg, en el este de Berlín, es como sus libros: refrescante y nada pretencioso. De 36 años, es un narrador innato de historias, pero alejado de lo que se entiende por un intelectual. Al ser preguntado por sus modelos literarios no sabe qué responder. "Me gustan aquellos autores que trabajan como yo, que no quieren autorrealizarse y que se ponen a pensar en cuestiones muy sencillas, de lo que nace su prosa", titubea. Con tantos genios que ya se han dedicado al tema, cree que no vale la pena devanarse los sesos sobre discursos estéticos. "Tolstói escribió que el verdadero arte consiste en transmitir sentimientos a otras personas, para que éstas los sientan como propios. Eso dijo. En el fondo, el problema está resuelto", afirma, aparentemente serio.
Como casi todas sus obras, Música militar es autobiográfica: trata de su juventud en el Moscú de los años ochenta y de los, por lo general, exitosos intentos de su pandilla de hacerle el quite al sistema comunista y dedicarse a la vagancia, en parques y campamentos de verano, en improvisados conciertos, en la escuela de teatro y en el ejército. "La vida en la Unión Soviética supuso para mí tantas experiencias que resulta imposible no transmitirlas", dice con su entrañable acento ruso. No le teme a la idealización del pasado: "La estética que describo en el libro es un capítulo cerrado de la historia; ya sólo existe en los corazones. Por eso se la puede ver como una obra de arte. Además, al menos en lo que a mi época se refiere, creo que ha habido una satanización de la Unión Soviética. Tampoco fue tan grave, y por ello un poco de idealización no le hace mal a nadie".
El sentido del absurdo, la capacidad de observación y la ternura con la que trata a sus personajes recuerdan al Nobel polaco-estadounidense Isaac Bashevis Singer, al igual que Kaminer de origen judío. Pero sus historias, también aquellas sobre los inmigrantes rusos en Alemania, invocan también la tradición picaresca. "En Rusia se les llama aventuristi. Sí, la trama underground que describo en Música militar se sitúa en un ambiente picaresco. Lo más importante que aprendimos en aquel entonces fue la independencia y cómo sobrevivir en el sistema sin vender nuestras almas al diablo".
Nacionalizado, se define inequívocamente como alemán. "Soy alemán, alemán de origen ruso", sentencia. En su última obra -Mein deutsches Dschungelbuch- reúne estampas de la Alemania profunda, recogidas en extensas giras por el país. Su prosa -Música militar es la única novela, los demás son libros de relatos breves- es de aquella sencillez que exige de interminables revisiones para purgar todo lo superfluo.
Hasta hace poco, a Wladimir Kaminer se le podía ver todos los domingos en el Kaffee Burger y en otros clubes, leyendo en voz alta sus textos ante un público más interesado en la juerga que en la literatura. "Es duro. En algunos sitios no hay ni asientos y cada dos por tres suben la música. Si logras hacerte escuchar eres el Günter Grass del futuro".
Curtido en estas lides, él mismo puso música cuando en la pasada Feria de Libro de Francfort leyó ante 5.000 personas. "Un periodista después escribió que yo me dedico a lo que Mijaíl Bajtín llamó la 'carnavalización de la literatura'. Eso me gustó mucho". Lo dice con el mismo desparpajo con el que se entusiasma por sus propias obras. Pero es imposible acusarlo de pedantería. Más bien parece un niño grande, de paseo por el mundo con los ojos muy abiertos. Como cuando se congratula de lo "maravilloso" que le quedó su nuevo y aún inédito libro. "Se titula Estoy preocupado, mamá. Trata de dos generaciones: la de mis padres y la de mis hijos. Ambas están pasando por una fase interesante, andan como enloquecidas. Ahora resulta que nosotros, los treintañeros, somos los más normales. Yo me asombro. Y me pongo a escribir", dice.
Babelia
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