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LA POSGUERRA DE IRAK

Matanza junto a la sede de EE UU en Irak

Un coche bomba causa al menos 25 muertos junto al complejo de la Administración en Bagdad

Jorge Marirrodriga

"Sólo recuerdo que el parabrisas se hizo mil pedazos que volaron hacia mí". Sentado en el suelo, con una profunda herida en la cara y un ojo vendado, el taxista Fadel Abbas apenas recuerda algo más. Se hallaba a 100 metros del lugar, en el centro de Bagdad, donde ayer estalló el infierno. Una furgoneta con media tonelada de explosivos, conducida por un terrorista suicida, se abalanzó contra la entrada del complejo de la Administración de EE UU en Irak.

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La potente explosión causó al menos 20 muertos, incluidos dos contratistas estadounidenses, y un centenar de heridos. La bomba desató el pánico entre la multitud que atravesaba uno de los principales puentes de la capital y una importante avenida. Es el atentado más sangriento desde la captura de Sadam Husein el pasado 14 de diciembre.

Decenas de personas y varios vehículos guardaban fila a las ocho de la mañana hora local (seis de la mañana en España) en las cercanías de la llamada puerta del asesino, un arco de piedra que da acceso al recinto en el que se levantaba el palacio de Sadam Husein, y las viviendas de sus lugartenientes. El complejo alberga ahora a la Autoridad Provisional de la Coalición (CPA, en sus siglas en inglés), presidida por el estadounidense Paul Bremer, y varios centros de mando del Ejército de la potencia ocupante. Fueron soldados norteamericanos los que, en referencia al ex dictador iraquí, decidieron bautizar el arco de acceso al complejo como puerta del asesino.

Los que aguardaban, rodeados de planchas de cemento y alambres de espino, eran en su mayoría iraquíes que trabajan para la Administración estadounidense.

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"Un coche se saltó la fila, se acercó a toda velocidad hasta la entrada y explotó. Fue tan fuerte que me caí al suelo", relataba Ismail Abchar, un niño de 10 años que mendigaba a esas horas en la avenida que pasa junto a la entrada al complejo.

El vehículo, una furgoneta Toyota, iba conducido por un suicida que en la parte trasera cargaba 500 kilos de explosivos. La detonación pulverizó el coche y sumergió en una "bola de fuego", como no se cansaban de repetir los testigos, a las personas de la fila y a los coches que esperaban. También alcanzó a un pequeño autobús que circulaba frente al control militar y a un centenar de viandantes. Las ventanas de los edificios en un radio de 200 metros quedaron reventadas y los cristales vibraron en numerosos barrios de la extensa urbe, de más de cinco millones de habitantes.

"Yo me encontraba en otro acceso mostrando mi pase a los soldados cuando todos nos quedamos mirándonos paralizados", afirma Zeke Garat, un contratista estadounidense que en ese momento se disponía a traspasar la entrada al complejo. "Pasaron unos segundos, los soldados, muy nerviosos, comenzaron a gritar y cerraron todos los accesos. Nadie podía entrar ya", añade.

En el lugar del atentado, al menos siete coches ardieron y envolvieron todo el barrio en el denso humo negro que emitían. La mayoría de las víctimas murieron en el interior de sus vehículos envueltos en llamas. Numerosas personas trataban de levantarse aturdidas, llenas de cortes y heridas sangrantes provocadas por los cristales que salieron volando en todas direcciones. Entre los heridos hay seis estadounidenses, según confirmó un portavoz de la Primera División Armada de Estados Unidos.

Del interior del complejo, conocido en la actualidad como zona

verde, que es un cuadrado de seis kilómetros cuadrados de extensión, salieron a toda velocidad vehículos acorazados para cortar el tráfico muy intenso a esas horas de la mañana. Los centenares de coche completamente paralizados aumentaban la sensación de caos, mientras policías iraquíes y miembros de la Defensa Civil trataban de evacuar a los heridos. Varios helicópteros de combate despegaron del helipuerto de la CPA, distante apenas unos 500 metros del lugar del atentado y comenzaron a sobrevolar la zona.

Desde los altavoces de sus coches los policías iraquíes ofrecían 2.500 dólares de recompensa en el acto a quien ofreciera alguna información sobre los responsables del atentado. Muchos heridos fueron trasladados al vecino hospital de Yarmuk, pero algunos se negaron a abandonar el lugar. Temían que al volver sus coches ya no estuvieran. "Es de lo que como", señalaba el taxista Fadel Abbas, que estaba dispuesto a esperar "lo que sea necesario" para recuperar su destartalado y gravemente dañado vehículo.

El puente Catorce de Julio, una estratégica arteria que une las dos riveras del Tígris, quedó cortado lo que sumó aún más caos al tráfico de la ciudad, que no pudo recuperar la fluidez en prácticamente toda la jornada.

La zona

verde, denominada así por las fuerzas ocupantes porque cuenta con numerosos jardines, árboles y verdor, está rodeada por una muralla de hormigón. Carros de combate y numerosos soldados estadounidenses protegen también el perímetro del complejo.

A media mañana, el Gobierno provisional iraquí -cuyos principales representantes se encuentran en Nueva York donde hoy se entrevistarán con el secretario general de la ONU, Kofi Annan-, condenaba el atentado suicida. "Ésta es una señal más de los dirigentes del régimen de las fosas comunes y de sus aliados terroristas tanto en el interior como en el exterior, los cuales no dan ningún valor ni a las cosas sagradas ni a las vidas humanas", afirmó el portavoz del Gobierno provisional, Hamidi al Kasani. "El Gobierno de Sadam", continuó, "era terrorista, igual que Al Qaeda, y todos sus aliados". Numerosos partidos iraquíes emitieron también condenas individuales a lo largo de la mañana.

La implicación de Al Qaeda en la lucha armada contra "los infieles que invaden Irak" ha sido siempre denunciada, aunque sin pruebas, por la Administración norteamericana y últimamente muchas autoridades iraquíes y especialmente los miembros de la policía, han hecho suya esta denuncia. El jefe de la policía iraquí, brigadier Hasan al Obeidi, que llegó a cifrar en 35 el número de muertos por el atentado, dijo anoche que habían sido detenidos "varios criminales a los que estamos interrogando para confirmar, como creemos, que los atentados son obra de grupos extranjeros en colaboración con iraquíes".

Un portavoz estadounidense indicó que en las últimas tres semanas habían sido detenidos en las inmediaciones de la zona verde cuatro iraquíes cuyos coches tenían trazas de haber transportado explosivos.

El que el atentado, a pesar de ir en teoría contra los ocupantes estadounidenses, causara dos muertos entre sus filas y casi dos decenas de víctimas mortales iraquíes, tiene dos explicaciones. En primer lugar, según algunos testigos, varios centinelas norteamericanos tuvieron tiempo de refugiarse tras parapetos y protecciones al ver la maniobra extraña y a gran velocidad que hacía el vehículo suicida.

Además, los estadounidenses han establecido desde hace meses un nuevo sistema de filtro de personas y vehículos en casi todos los controles que realizan en el país. Por una parte, a varios metros de los estadounidenses se sitúan iraquíes, bien de la policía, bien de la Defensa Civil o personal contratado que efectúa un primer control con cacheos y registro de coches. Esto supone que cuando las personas que acceden a las instalaciones llegan hasta los soldados de EE UU ya han sido sometidas a un sistema de seguridad y registro exhaustivo. Generalmente es en este primer control donde se hacen estallar los coches suicidas. De hecho, el vehículo de ayer no pudo ni aproximarse al control principal del acceso al recinto de la zona

verde, en la que también reside el representante británico Jeremy Greenstock.

El de ayer es el atentado más sangriento registrado en Irak desde que Sadam Husein fue hallado, tras el chivatazo de su lugarteniente, en un zulo excavado bajo una humilde casa de campo, en las cercanías de su Tikrit natal. Dos días después de la captura del ex dictador, otro atentado suicida en Jadilya, al oeste de la capital, provocó la muerte de a 17 personas y causó numerosos heridos. Ese ataque reveló a los ocupantes que no había motivo para la euforia, que pese a que el régimen había quedado descabezado, numerosos iraquíes seguían en contra de las tropas invasoras y dispuestos a hacerles pagar caro su presencia en Irak.

En Bagdad, el último atentado de relevancia fue el pasado 31 de diciembre cuando una bomba colocada en el interior del restaurante Nabil, frecuentado por extranjeros, causó la muerte a cinco personas. Desde entonces se han producido numerosos ataques con bombas contra patrullas y tropas estadounidenses, algunas de las cuales han costado la vida a civiles iraquíes bien por estar situado junto a las tropas de EE UU o por estallar los artefactos al paso de sus vehículos.

Ayer también 13 personas resultaron heridas por la explosión de una bomba en el centro de la ciudad santa de Kerbala.

Soldados estadounidenses buscan pruebas entre los restos de los coches tras el atentado suicida de ayer en Bagdad.
Soldados estadounidenses buscan pruebas entre los restos de los coches tras el atentado suicida de ayer en Bagdad.REUTERS

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Sobre la firma

Jorge Marirrodriga
Doctor en Comunicación por la Universidad San Pablo CEU y licenciado en Periodismo por la Universidad de Navarra. Tras ejercer en Italia y Bélgica en 1996 se incorporó a EL PAÍS. Ha sido enviado especial a Kosovo, Gaza, Irak y Afganistán. Entre 2004 y 2008 fue corresponsal en Buenos Aires. Desde 2014 es editorialista especializado internacional.

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