Pego da la espalda a una manifestación de apoyo al ex alcalde condenado por delito ecológico
Nadie acude a la protesta convocada contra la condena a Carlos Pascual por destruir el marjal
Sólo los periodistas acudieron ayer a la manifestación convocada en Pego (La Marina Alta) como reacción a la sentencia que condena al ex alcalde, el independiente Carlos Pascual, y al ex edil de Agricultura, José Orihuel, a seis y tres años de cárcel por delitos ecológicos contra el marjal de Pego-Oliva. Los vecinos, que en las municipales de mayo todavía otorgaron la mayoría a Pascual, aunque perdió la alcaldía gracias a un pacto del PP, el Bloc y el PSPV, han optado por no secundarle tras su condena en los tribunales. Diversas voces apelan a un "retorno a la normalidad" para acabar con la mala imagen del pueblo.
Un grupo de familiares y allegados a los condenados intentaron el sábado boicotear los actos conmemorativos del 725 aniversario de la Carta Pobla fundacional del municipio. Pero para muchos de sus detractores, éstos son los "últimos coletazos" de la historia de Barret (mote con el que se conoce a la familia de Pascual). Aunque otras voces no son tan optimistas y aseguran que las rivalidades y sentimientos enfrentados que el alcalde ha generado en el municipio tardarán todavía en desaparecer.
Todos coinciden en señalar la necesidad de "un retorno a la normalidad" en la convivencia del pueblo, y que se acabe con la "mala imagen" exterior de Pego, motivada por los ríos de tinta que han generado los excesos y bravuconadas del ex alcalde durante los últimos ocho años. Lo cierto es que la sentencia condenatoria, que tanto Pascual como Orihuel recurrirán, marca un antes y un después en la vida de este pequeño municipio, de poco más de 10.000 habitantes. Pero, ¿cómo se explica el surgimiento de la figura de Pascual? ¿Es consecuencia de las particularidades de un pueblo como Pego? Para Evarist Caselles, historiador natural del municipio, la respuesta es "no".
"El fenómeno de Pascual no se da sólo en Pego, podríamos encontrar muchos ejemplos en todo el País Valenciano", asegura. Lo que sí se han dado en el municipio son una serie de circunstancias que explican el proceso de la creación del personaje. Desde los años 60, entre los habitantes de Pego existe un antiguo sentimiento de "frustración" al quedar excluidos del despegue económico que en los pueblos vecinos generó el boom del turismo. La carretera nacional 332 y la A7 marcaron una línea de separación entre el turismo y la agricultura, y Pego, básicamente rural, quedó aislado. "Esa ruralidad, el sentirse orgullosos de ser agricultores, produce también un sentimiento de grupo", explica Caselles, "mientras crece su animadversión hacia los municipios vecinos que van enriqueciéndose". Ximo Tur, que en el anterior mandato fue concejal por el Bloc y ejerce su profesión de abogado, coincide en este punto de partida. "Pego llegó a ser la segunda ciudad de la comarca de La Marina Alta en número de población, cabeza de partida judicial y circunscripción electoral a finales del siglo XIX y principios del XX, y su población tenía un alto poder adquisitivo", recuerda.
En el año 1971 se inició la crisis de la agricultura, las rentas agrarias disminuyeron y empezaron a abandonarse las tierras de arroz en el marjal, en un movimiento que una década después era generalizado. En este periodo, principios de los 80, se produjo un primer acontecimiento que serviría a Pascual para hacerse con adeptos en el municipio: la guerra del agua, provocada por la negativa de los pegolinos a "vender" el agua a sus vecinos de Dénia. El Iryda, dependiente del Ministerio de Agricultura, inició también en esa época un proyecto de desecación y concentración parcelaria en el marjal. Resultó un fracaso. En 1994, las Cortes Valencianas declararon la zona "parque natural". Carlos Pascual, un político local casi desconocido, aprovechó este acontecimiento para despertar viejos rencores y utilizar ese sentimiento popular de más de treinta años de frustración en su provecho.
Para Ximo Tur, del Bloc, "la fractura de Pego ha sido muy fuerte" y tardará en cerrarse. De la misma opinión es el ex consejal socialista Agustí Selfa. El actual alcalde, el popular Carmelo Ortolà, es más optimista, y considera que los sentimientos enfrentados generados por Pascual "irán muriendo". Todos apuestan por un pronto "retorno a la normalidad".
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