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Columna
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Me gustaría que, como dicen los más cínicos, el mercado fuera, incluso en política, el juez supremo. En cierto modo ya lo es. El viejo menú ideológico del día, ese al que uno recurría en los momentos de tribulación, ha desaparecido. Ahora en los partidos se come a la carta. Las formaciones políticas se han convertido en grandes corporaciones, con muchos empleos pendientes de los escaños que consigan cada legislatura. El programa de cada partido es una manufactura que hay que renovar periódicamente. Bien mirado, no estaría mal llevar todo esto hasta el final; que el programa que compramos con nuestro voto fuera realmente un producto; que pudiéramos exigir a los partidos políticos las mismas garantías que pedimos a la tienda que nos vende el televisor.

Me había hecho el propósito de no escribir sobre las ofertas y rebajas que se anuncien durante la campaña electoral. Me había hecho el propósito de oír sin escuchar y aquí estoy, quebrantando mi débil promesa el primer día de precampaña. Les supongo más o menos enterados del contencioso que enfrenta a la Junta de Andalucía y al Gobierno central sobre el asunto de la financiación autonómica. Lo resumo: tras dos legislaturas sin hacer efectiva una supuesta deuda de varios miles de millones, el Gobierno de Aznar reconoció el otro día su existencia, pero vinculó su pago a la victoria de Teófila Martínez en las elecciones autonómicas. Todos, salvo el PP, han visto en las palabras del ministro Montoro, que fue quien relacionó el pago de la deuda con la victoria de su grupo, un chantaje mondo y lirondo. Sin embargo, creo que la chusca intervención de Montoro no es exactamente un chantaje. En realidad, lo que el Gobierno acaba de hacer con su candidata es reconocer las escasas posibilidades que tiene ser elegida por el electorado andaluz. Temen que se quede para vestir santos y, siguiendo atávicas costumbres, le ha puesto una dote.

Hagamos un esfuerzo para entrar en las cabezas de estas gentes, para entender sus procesos psicológicos: en sus imaginarios, de las pocas mujeres que el PP utilizó para hacerse el feminista, sólo tres de ellas han conseguido buenos partidos. Pilar del Castillo es ministra. Esperanza Aguirre ha sido ministra, presidenta del Senado y de la Comunidad de Madrid. Luisa Fernanda Rudí no ha quedado malparada tampoco: pasará a la historia como la primera mujer que preside el Congreso. Incluso a Celia Villalobos, que hoy está un poco olvidada, también la colocaron bien en su momento; y aunque sufrió algún escarnio público logró alcanzar en el Ministerio de Sanidad la cumbre de su buena fortuna. A la que no consiguen en cambio dar salida es a Teófila Martínez. Yo diría que hasta la ven como una carga. Para ellos la alcaldía de Cádiz es como un marido pobre, no tiene el relumbrón de un ministerio o de la presidencia de una comunidad autónoma. Este machismo de partido les ha llevado a creer que con una buena dote Teófila Martínez resultaría más atractiva al pueblo. Hacen como hacían antes los padres con las hijas difíciles de casar. Hacen como las empresas que tienen un producto en stock, y temen que se les pase de fecha.

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