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Columna
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La dama de los cartones

Se acercan unos nuevos comicios y se acrecentarán las declaraciones redondas, las promesas de rigor y las ocurrencias agudas y chirriantes, propias de los mítines de aquí y de cualquier lugar en el que tengan lugar unas elecciones democráticas. Quizás lo peculiar por estos pagos, si se observa con atención, es que parece como si siempre tuviésemos las urnas en el horizonte cuando prestamos el oído a cuanto cotidianamente dice y comenta nuestra clase política. Aunque una convocatoria electoral a plazo fijo, qué duda cabe, aprieta el acelerador de la retórica o la oratoria mitinera aludida. Como conocemos, por otro lado, lo poco propensos que son nuestros candidatos al debate sereno y reposado en torno a temas que interesan o preocupan a muchos o gran parte de los ciudadanos -debates serenos y reposados con los que tampoco se suele tropezar antes de acudir a la urnas-, algunos tenemos la malsana costumbre de buscar ese debate en la calle que es ágora donde la realidad siempre está patente y latente.

Porque en la calle y a primeras horas de la mañana, y un Día de Reyes en la capital de La Plana, y en un barrio nada lujoso de la periferia viene uno a encontrarse con la anciana cargada de cartones vacíos que ocuparon juguetes, junto a los contenedores que el Ayuntamiento colocó para depositar el papel usado. Humilde, limpia y con mellas en su dentadura, habla la mujer con un ceceo sureño muy pronunciado, aunque debe ser una castellonense de hecho desde hace muchos años. "Hágame usted el favor de meter los cartones, que una ya no alcanza", indica con una exquisita educación que para sí querrían legiones de adolescentes y jóvenes salidos de tantas reformas y contrarreformas educativas. "Demasiada basura hacemos, sabe usted", y desaparece con andar dificultoso por una calle humedecida con el relente de una noche serena de Reyes. Ejemplar comportamiento cívico y medioambiental el de la noble anciana, otrora inmigrante y con el ceceo que denuncia su origen.

Luego llega uno a su casa con los periódicos frescos de la mañana y en las páginas interiores de uno de ellos, en lugar recóndito y casi desapercibido, lee que la Consejería de Territorio y Vivienda encargó una encuesta, que ésta se realizó entre 2.500 ciudadanos, que el tema era Estrategia de Desarrollo Sostenible de la Comunidad Valenciana, y que algo más del 86% de los valencianos manifestaron que era necesario proteger el medio ambiente, aunque ellos implicase un desarrollo económico más moderado. Más de la mitad de los encuestados indicaban también que estarían dispuestos a reducir su bienestar económico en aras de la protección del entorno. Si la encuesta de Sigma Dos reflejaba con más o menos exactitud la realidad, la digna y anónima anciana de los cartones tenía su lugar en la misma. También lo tendría Alberto García, el de la huelga de hambre por tal de evitar un estropicio natural por donde las cuevas de Miravet, quien el día de Navidad afirmaba: "...no estamos contra el progreso ni vamos en burro". Como no van en burro, acémila o jamelgo desgarbado quienes defienden y propugnan ese desarrollo sostenible de la encuesta. Un desarrollo sostenible y valenciano sobre el que no debatirán, de forma serena y pausada con las urnas a la vista y a plazo fijo, el líder de nuestra oposición Joan Ignasi Pla y el presidente de nuestra Generalitat Francesc Camps.

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