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LA POSGUERRA DE IRAK

Bush exageró sistemáticamente el peligro que representaba Sadam

El instituto Carnegie Endowment dice que la guerra se pudo evitar

Estados Unidos "tergiversó sistemáticamente" el peligro que representaba Irak, según un detallado informe publicado ayer por el centro de estudios Carnegie Endowment. El texto concluye que Irak representaba una amenaza a largo plazo, pero no un peligro inmediato, que las inspecciones de Naciones Unidos estaban funcionando, que el espionaje sobreestimó sus armas químicas y biológicas, que no había ninguna evidencia sólida de colaboración de Sadam con Al Qaeda y que había dos opciones mejores que la guerra: permitir que continuaran las inspecciones de la ONU o imponer un programa más firme de inspecciones coercitivas.

El informe, de más de cien páginas, ha sido elaborado por tres expertos de Carnegie Endowment por la Paz Internacional, un histórico think tank (grupo de análisis) creado en 1910 por Andrew Carnegie para promover el fin de las guerras internacionales. El texto constituye un rosario de argumentos contra las razones esgrimidas para justificar la guerra de Irak por el presidente de EE UU, George W. Bush, el primer ministro británico, Tony Blair, y sus principales aliados internacionales, entre los que en su momento se situó en primera fila el jefe del Gobierno español, José María Aznar.

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"El programa nuclear de Irak había sido desmantelado y no había pruebas convincentes de su reconstitución", dice el informe. Los arsenales químicos descubiertos en su día por las inspecciones de la ONU habían perdido su capacidad de ser letales en 1991 y los sucesivos ataques, operaciones de castigo y sanciones internacionales "habían destruido las capacidades de producción a gran escala de Irak". Por eso el objetivo del régimen era "preservar su capacidad latente de doble-uso más que la producción de armas". La amenaza iraquí no se derivaba tanto de sus arsenales cuanto de "su determinación de adquirir esas armas, sus recursos para fabricarlas y su demostrada voluntad de utilizar armas químicas", señalan los expertos.

Aunque "las incertidumbres son mayores en lo que respecta a las armas biológicas, la amenaza yacía más en lo que podían conseguir en el futuro que en lo que ya habían producido en el pasado", señalan los expertos. Y apoyan la tesis defendida en su día por Rolf Ekeus, presidente ejecutivo de Unscom entre 1991 y 1997, de que los programas de armas de destrucción masiva iraquíes "estaban motivados por su enemistad estructural con Irán y tenían como objetivo usarlas contra ese país o para reprimir la oposición interna", no para atacar a Estados Unidos.

El informe destaca que Washington no ha encontrado pruebas de los arsenales pese a destinar 900 millones de dólares y toda su tecnología en la búsqueda, frente a los 30 millones anuales de los inspectores de la ONU.

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En lo que parece un reconocimiento implícito de su fracaso, Estados Unidos anunció ayer la repatriación de 400 miembros del grupo que busca los arsenales de la discordia. Sin embargo, el Gobierno de EE UU recordó ayer que todavía permanece en Irak un equipo de búsqueda de armas químicas y bactereológicas, compuesto por 1.400 técnicos.

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