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Atenazadas por la mirada del otro

Anna Caballé, coordinadora de La vida escrita por las mujeres, defiende que la estrecha vinculación femenina con las letras es una consecuencia natural del trato de inferioridad que la mujer ha recibido con respecto al hombre a lo largo de su vida. Apartadas de la educación oficial, que se reservaba a los varones, saciaban su sed de conocimiento en los libros. Como consecuencia natural, pasaron luego a la escritura. "El acto de escribir no es sino la respuesta o prolongación de otro que lo precede, la lectura", constata. Pero durante siglos se sintieron atenazadas por la mirada del otro, por el qué dirán, y ello las llevó a menudo a enmascararse.

Utilizaban seudónimos masculinos (Víctor Català, Fernán Caballero, Antonio Erauso), esgrimían la humildad al referirse a su trabajo, como si estuvieran ocupando un lugar en el mundo que no les correspondía. Cecilia Böhl de Faber, Fernán Caballero, por ejemplo, insiste en calificarse como "recolectora de historias" y no en escritora. Sor Juana Inés de la Cruz, gran defensora de la educación para las mujeres ("no ignoro que el cursar públicamente no fuera decente la honestidad de la mujer (...), pero los privados y particulares estudios, ¿quién los ha prohibido a las mujeres?, ¿no tienen alma racional como los hombres?, le pregunta en una carta al jesuita Antonio Núñez), se parapeta asegurando que "nunca he escrito cosa alguna por mi voluntad, sino por ruegos y preceptos ajenos".

Sólo de forma alegórica y encubierta osaban tratar ciertos temas, como el amor carnal. El convento y el matrimonio fueron durante siglos las dos alternativas de las mujeres durante siglos. En el primero tenían la oportunidad de dedicarse a su formación cultural. Si accedían al segundo, se esperaba de ellas que se mantuvieran en el ámbito doméstico. "Debían ser el ángel del hogar", recuerda Caballé, y ellas se encontraban a menudo escindidas entre su pasión por la literatura, que exige una entrega absoluta, y la dedicación a su familia. "El miedo a la humillación y a ser tratadas con desprecio es una constante hasta hace cuatro días", señala Caballé.

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