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AGENDA GLOBAL | ECONOMÍA
Columna
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La insoportable Europa de los tenderos

Joaquín Estefanía

EN EL IMPRESCINDIBLE y oportuno libro, recientemente editado, Construyendo la Constitución europea. Crónica política de la Convención (Real Instituto Elcano), cuentan Josep Borrell, Carlos Carnero y Diego López Garrido lo ocurrido en los últimos tiempos en Europa, hasta llegar al decepcionante resultado de la cumbre de Bruselas del pasado fin de semana. Al tiempo que se intentaba construir una Constitución que nos diera alma y carta de ciudadanía a los europeos, la economía sufría una serie de avatares que a día de hoy siguen teniendo su continuidad: la coyuntura se enfriaba y muchos países, entre ellos los más importantes, entraban en recesión; se volaba el Pacto de Estabilidad y Crecimiento (PEC), elaborado para tiempos de bonanza, sin que haya sido sustituido por otras reglas del juego más realistas, y se adormecía la solidaridad entre los países, base de la construcción europea.

La solidaridad, que es la base de la construcción europea, daría un paso atrás si se aceptase la opinión de los seis países que han pedido que el presupuesto de la UE no se amplíe en el futuro inmediato

Lo más novedoso es este último capítulo. Apenas unas horas después de que el Consejo Europeo finalizase en fracaso por un choque de inflexibilidades a la hora de concretar las cuotas de poder de cada país, se afilaba el espíritu de la venganza. Seis países (Alemania, Francia, Reino Unido, Holanda, Suecia y Austria) -entre ellos los mayores donantes al presupuesto comunitario- dirigían una carta al presidente de la Comisión Europea, Romano Prodi, para que aquélla, a la hora de elaborar el marco presupuestario del periodo 2007-2013 (que ha de ser discutido próximamente y en cuyo entorno entrarán todos los países de la ampliación, hasta 27), no supere el Presupuesto comunitario por encima del límite actual, un poco menos del 1% del PIB de la zona.

Si ello fuese aceptado, supondría un importante sacrificio económico no sólo para los países que van a entrar, todos ellos más pobres que los actuales comunitarios, sino también para los países receptores de fondos regionales como, por ejemplo, España. Así se haría pagar a los ciudadanos españoles, en la cabeza de Aznar, el entreguismo de éste a los intereses de EE UU en la guerra y ocupación de Irak, y su tozudez para evitar un acuerdo sobre el reparto del poder en la cumbre de Bruselas.

La excusa de esos seis países está bien elaborada: si todos debemos hacer sacrificios para reducir nuestros déficit públicos nacionales, una forma de lograrlo es limitar la aportación comunitaria. Y ello se hará sin tocar los fondos agrícolas (ya que ello afectaría a las bases electorales de los países donantes), sino los fondos regionales. Daban así a Aznar en la cresta, ya que el presidente español ha presumido imprudentemente en más de una ocasión de un crecimiento económico más alto que la media de la UE, sin considerar que una parte de ese crecimiento llega en forma de ayudas de nuestros socios más ricos (aunque más estacionados en su crecimiento coyuntural).

Para alegrar el crecimiento económico y mejorar la competitividad -y de paso para construir Europa mejorando las infraestructuras que unen a unos países con otros-, la cumbre de Lisboa aprobó la Acción Europea para el Crecimiento, 30 grandes proyectos a elaborar de aquí al año 2030 por valor de 220.000 millones de euros. Una política keynesiana. Para superar la ausencia de normas presupuestarias, todavía no se ha llegado a ningún consenso sobre las pautas que sustituirán al moribundo PEC. Y para estimular la solidaridad entre los países ricos y los pobres, y entre los de la antigua UE y la nueva, no solamente no se aumenta el presupuesto comunitario, sino que se demanda su reducción. Como ha escrito Le Monde, la solidaridad se diluye conforme se amplía la UE: "La Europa de los tenderos gana al espíritu comunitario. Y los más ricos no dudan en llevar a cabo un chantaje contra los menos favorecidos para conseguir sus fines".

Como dicen los autores del libro citado al principio, para que Europa pueda dotarse de una política ambiciosa a favor del crecimiento y el empleo... "habrá que seguir luchando por ello".

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