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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

La soledad de Aznar

Si el Consejo Europeo de Bruselas puso en evidencia la soledad de Aznar, su despedida parlamentaria de ayer escenificó en el hemiciclo del Congreso su aislamiento de toda la oposición. Su despedida fue tan áspera como ha sido toda la legislatura de su mayoría absoluta. Limitó las palabras de agradecimiento a su propio grupo político y a los ministros que le han acompañado durante sus ocho años de Gobierno, no sin haber arremetido antes contra todos sus adversarios políticos, con especial dedicatoria al líder socialista Rodríguez Zapatero, al que atacó incluso cuando replicaba a Llamazares.

El fracaso de la cumbre europea a la hora de aprobar el primer tratado constitucional europeo no es achacable sólo a Aznar. No era una negociación más, equiparable a la de otros tratados de la UE.

Y no cabía exigir al presidente del Gobierno de España que por primera vez desde el ingreso en 1986 asumiera una pérdida de peso institucional como la planteada en el texto de la Convención. Aznar puede escudarse en su defensa del sistema tradicional del voto ponderado en el Consejo de Ministros y la buena posición lograda en el Tratado de Niza. Pero el resultado, debido también al total alineamiento con Bush en la guerra de Irak, es que España ha sufrido una grave pérdida de influencia y ha ofrecido una imagen de intransigencia.

Un primer efecto indeseable del fracaso es que seis países contribuyentes netos a las arcas comunitarias (Alemania, Austria, Francia, Países Bajos, Suecia y el Reino Unido) se han pronunciado por la congelación del gasto de la UE al nivel actual, equivalente a un 1% del PIB de los Quince, cuando el límite formal es de un 1,27%. Lanzan así un mensaje muy negativo a los países que ingresan en mayo, con un nivel de desarrollo muy inferior a la media. Se debilita la política de cohesión justo cuando debería aumentarse, lo que dificultará repetir el éxito que supuso el ingreso para países como España, Irlanda, Portugal y Grecia.

España está abocada a convertirse en contribuyente neto en pocos años, pues su riqueza relativa se situará en la parte alta de la UE. De ahí que el efecto económico de esta propuesta sea menor, pero el peso futuro de España no se medirá sólo en votos, sino, sobre todo, en influencia y en capacidad para lograr una Unión más solidaria hacia adentro, y hacia el Mediterráneo y América Latina, algo que tanto interesa a este país. Quienquiera que sea su sucesor en La Moncloa tendrá que esforzarse por corregir la antipática herencia que deja Aznar fuera y dentro, sobre todo desde que consiguió la mayoría absoluta. Que no se engañe: no es lo mismo ganar una votación con los votos de su partido que como fruto de un acuerdo.

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