Pantomima
Capturan al tirano. Vaya por delante la alegría. Pero detrás de la alegría está el desconcierto que provocan las imágenes. La cara del hombre barbado, solo y sucio como un náufrago, y las manos de sus capturadores manipulándole. Todo recogido en un primer plano que ha dado la vuelta al mundo. La imagen de un hombre del que parece quedar poco del Sadam Husein que se mostraba en monumentos y estatuas. Capturan al tirano, vale, pero íntimamente detestas las formas. Tal vez estemos intoxicados por cursilerías como el respeto al prisionero y la privacidad que debieran tener esos actos. El caso es que lo que vemos no es serio. No parece seria la forma en que Paul Bremer, jefazo de las fuerzas ocupantes, diga ese chulesco "We got him", ¡lo cazamos! Repele la expresión barata, propia de una película del Oeste. Repele la famosa baraja de cartas. El presentador de un telediario español decía: "No hay que cantar victoria, todavía quedan muchas cartas boca abajo en la baraja". No es serio. Se pregunta uno si es que nos hemos vuelto todos imbéciles. No es serio que una vez capturado el tirano suba la Bolsa en Wall Street, que los americanos vitoreen a su presidente, que se vea todo como una victoria limpia y simple, como si esto fuera una película infantil en que uno aplaude cuando ganan los buenos. No es serio si se piensa que los buenos apoyaron a ese tirano en otro momento y que apoyan al que haga falta; no es serio si se tiene en cuenta, por ejemplo, que en esa batalla sorda que es el sida millones de personas mueren por la falta de humanidad de las empresas y el Gobierno americano (eso les preocupa menos); no es serio si se recuerda a las personas que murieron en la guerra iraquí; no es serio si se piensa en los que quedan por morir en un país en el que se cambió la dictadura por el caos. No es serio que Bush dé lecciones de democracia. No es serio que diga "¿Veis? Merecía la pena".
Todavía hay quien compara esta hazaña con la de Churchill. Aunque sólo fuera por la calidad del discurso, qué bajo hemos caído. Oyes aquello de sangre, sudor y lágrimas y te suena a Shakespeare.
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