Aznar y los dictadores
La caída de un sátrapa sanguinario como Sadam produce regocijo universal.
La reacción rápida (tardó mucho más en dar la cara con ocasión del asesinato de los siete miembros del CNI), escenificada y con extraño acento de Aznar, produce perplejidad, porque:
- Con Franco vivo, gran dictador casero, Aznar, por ciclo biológico en parte y voluntad política en todo, sólo hacía oposiciones, en lugar de oposición.
- Con Franco muerto, hace oposición a la Constitución que enterraba su régimen.
- Con la Constitución vigente, a la que se opuso y ahora eleva a los altares, se niega a condenar el régimen de Franco y lo valora, con el sector mayoritario de su partido, como un paréntesis autoritario y sobre todo efectivo.
- Con la colaboración internacional en marcha para juzgar dictadores, él se niega a que Pinochet hubiera sido extraditado a España.
- Y para rematar la confusión, confraterniza con algunas de las múltiples versiones de Sadam que en el mundo ejercen: Gaddafi y Obiang.
¡Aclárese señor Aznar, aclárese!
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