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Reportaje:LA CAPTURA DE SADAM | La búsqueda

Trece años en el punto de mira

Estados Unidos utilizó todos los medios tecnológicos y humanos a su alcance para atrapar al dictador iraquí

Guillermo Altares

El hombre que quiso matar al padre de George W. Bush se convirtió en una obsesión de EE UU tras la invasión de Kuwait, en el verano de 1990. Desde entonces su vida fue una huida constante. Gobernaba Irak desde el terror más como un fugitivo amparado en la clandestinidad que como el presidente de un país. Se protegía en escondites o en los búnkeres de sus faraónicos palacios, apenas aparecía en público -y nunca se sabía si era él, ya que utilizaba varios dobles- y vivía rodeado de las más increíbles medidas de seguridad.

"El tirano duerme horas robadas. Cambia constantemente de hora y lugar. Nunca pasa la noche en ninguno de sus palacios. Va de cama secreta en cama secreta", escribió el periodista Mark Bowden en un perfil del dictador. El autor de Black Hawk derribado relata alguna de las precauciones que tomaba Sadam para comer: todos los alimentos que recibía eran analizados por "científicos nucleares en busca de radiaciones o venenos", en sus decenas de palacios se cocinaba tres veces al día y cuando cenaba en algún restaurante de Bagdad un batallón de agentes de seguridad invadía la cocina y comprobaba cada cacerola. Utilizaba catadores. Aunque sólo después del 11-S la CIA recuperó oficialmente su licencia para matar, Sadam sabía que estaba en el punto de mira de Washington.

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Todas estas cautelas, sumadas a una crueldad sin límites y a un hábil apoyo en el sistema tribal iraquí, le permitieron seguir en libertad hasta ayer, pese a la implacable persecución de EE UU, que incluyó dos campañas masivas de bombardeos y una invasión de su país. Como muchos otros dictadores, Sadam fue ante todo un superviviente; pero ni siquiera su minucioso plan de fuga le permitió seguir huyendo eternamente.

La segunda guerra del Golfo comenzó en la madrugada del 20 de marzo con un bombardeo de precisión que demostró desde el principio cuál era el objetivo de EE UU: 40 misiles de crucero Tomahawk cayeron sobre un complejo presidencial en Bagdad donde los servicios de espionaje creían que el dictador podía estar reunido con sus generales. Sólo el 18 de abril, cuando Al Arabiya difundió un vídeo que mostraba al dictador en Bagdad el 9 de abril, se confirmó que la operación, que hizo cambiar en el último momento los planes bélicos de EE UU, había errado.

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Decenas de miles de misiles después, EE UU volvió a intentarlo: en la noche del 7 de abril cuatro bombas antibúnker de mil kilos cada una cayeron sobre una manzana de casas en el lujoso barrio bagdaguí de Al Mansur. De nuevo, gracias a un chivatazo, los servicios de información creyeron tener localizado a Sadam. Los estadounidenses analizaron los restos humanos encontrados entre los escombros para comprobar si habían conseguido acabar con él. Cuando la CIA indicó que las grabaciones que el dictador enviaba a televisiones árabes desde su escondite, con claras referencias temporales, eran auténticas, quedó claro que Sadam había conseguido huir.

A las pocas horas de la toma de Bagdad, el 9 de abril, soldados estadounidenses rodearon y asaltaron una mezquita en el barrio suní de Adahamiya, en Bagdad, convencidos de que Sadam se escondía en su interior. No andaban muy desencaminados, porque fue visto por última vez en público en esa zona. Un impacto de artillería en el minarete y varios cristales reventados en el interior del templo recuerdan todavía esa batalla. Fue el primero de una larga serie de asaltos en busca del fugitivo. Cuando, en verano, los ataques de la resistencia comenzaron a convertirse en un problema muy grave, la necesidad de atrapar a Sadam se transformó en una obsesión, sobre todo teniendo en cuenta que el otro archienemigo de Washington, Osama Bin Laden, sigue en paredero desconocido.

El Pentágono no escatimó medios tecnológicos ni humanos. Ofreció una recompensa de 25 millones de dólares, consciente de que la delación era la forma más rápida de lograr su objetivo, como finalmente ocurrió. Empleó satélites y fotos aéreas. Las comunicaciones eran minuciosamente analizadas. También distribuyó fotografías de Sadam con diferentes aspectos. En las operaciones participaban soldados de infantería o marines, pero dos unidades secretas especializadas en la caza del hombre estaban dedicadas exclusivamente a la captura del dictador, cuyo nombre en clave era Elvis.

En los meses posteriores a la guerra, actuó la Grey Fox (Zorro Gris), que formaba parte de la Task Force 20. "Fue creada en 1981 por el Pentágono para actuar como cazadores de hombres, asesinos y agentes expertos en infiltrarse tras las líneas enemigas", escribió Peter Beaumont en The Guardian. Su éxito más importante fue la caza del narcotraficante Pablo Escobar en Colombia. Grey Fox estuvo en Bosnia, Somalia, Afganistán y en muchos otros lugares no revelados hasta que fue destinada a Irak para capturar, vivo o muerto, a Sadam.

La Task Force 20 fue relevada en noviembre y el Pentágono anunció que la Task Force 121, un nuevo grupo de élite secreto formado por fuerzas especiales de diferentes cuerpos del Ejército y creado ad hoc para esta operación, se ocuparía a partir de entonces de la captura de Sadam y también de Bin Laden. La novedad es que su marco de actuación no se reduciría a Irak o Afganistán, aunque finalmente Sadam fue capturado en su región natal sin disparar un tiro.

Sadam Husein saluda a sus simpatizantes en Bagdad en una manifestación celebrada en 1995.
Sadam Husein saluda a sus simpatizantes en Bagdad en una manifestación celebrada en 1995.ASSOCIATED PRESS

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Guillermo Altares
Es redactor jefe de Cultura en EL PAÍS. Ha pasado por las secciones de Internacional, Reportajes e Ideas, viajado como enviado especial a numerosos países –entre ellos Afganistán, Irak y Líbano– y formado parte del equipo de editorialistas. Es autor de ‘Una lección olvidada’, que recibió el premio al mejor ensayo de las librerías de Madrid.

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