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Crítica:
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

La niña disputada

Hay libros que no es posible leer sin atender minuciosamente cada una de sus líneas. Calle Ordener, calle Labat, escrito con "sencillez sintáctica y austeridad retórica", es uno de esos libros. Este relato personal, que la autora terminó pocos meses antes de morir -por mano propia-, se inscribe bajo la llamada literatura testimonial del Holocausto, epígrafe que ha dado obras difícilmente asimilables, pero ineludibles para la conformación ética y estética del siglo XX. Sarah Kofman (París, 1934- 1994), seguidora de Derrida, profunda conocedora de Nietzsche y Freud, dedicó su vida al estudio de la filosofía, en un afán de evitar la implicación autobiográfica. Hija de judíos, su padre murió en Auschwitz, y en el París ocupado logró sobrevivir gracias a la entereza y bondad de una señora -Memé- que la acogió en su casa, y que acabaría convirtiéndose, hasta su muerte, en una figura mucho más protectora y cariñosa que su madre biológica. "Es probable", escribe Kofman en la primera página, "que mis numerosos libros hayan sido vías transversales obligadas para conseguir hablar de ello". Ese ello, la desaparición del padre, su condición de judía, que la autora califica como "mi absoluto", es la conciencia tardía de considerarse "una intelectual judía que he sobrevivido al Holocausto".

CALLE ORDENER, CALLE LABAT

Sarah Kofman

Traducción de Luis Aragón González

Cuatro. Valladolid, 2003

125 páginas. 11,50 euros

Calle Ordener, calle Labat confronta a dos mujeres, dos mundos, dos religiones. No es la descripción de una experiencia del horror, sino la rememoración de un azar favorable. Después de la detención del padre, oculta en la casa de Memé, la niña de ocho años que fue Sarah Kofman tuvo que cambiar de nombre, adoptar hábitos cristianos, transgredir las leyes judías, simular para no ser denunciada. Pero esa simulación supuso, a la vez, el reconocimiento de una ternura ignorada y el rechazo de todo precepto o imposición. Más que una crónica de la amenaza, esta evocación autobiográfica es un pudoroso homenaje a la mujer que alumbró su existencia, y representó para ella una forma de resurrección, tan simbólica como real, al hacerla sentirse feliz dentro de la pesadilla de la persecución.

En realidad, Calle Ordener, calle Labat expone el intento de desprenderse de la religión judía y la imposibilidad de aceptar otra creencia. El caso Kofman resulta singularmente estremecedor, porque ella es objeto de debate de las dos mujeres. Al final de la guerra, su madre abrió un proceso a Memé para quedarse con su hija; perdió el juicio, pero la mantuvo a su lado por la fuerza. La niña creció humillada bajo la tutela de su madre. Consciente de que revela un drama casi ininteligible, Kofman no condesciende nunca al patetismo, y escribe con una sequedad hiriente, como avergonzada de estar diciendo demasiado.

Desfile de las tropas alemanas por los Campos Elíseos de París el 14 de junio de 1940.
Desfile de las tropas alemanas por los Campos Elíseos de París el 14 de junio de 1940.AP

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