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Columna
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'Euroislam' o wahabismo

En todo nuestro continente se debate ahora sobre la necesidad de alumbrar lo que se ha dado en llamar un euroislam, un islam que, aplicando más el espíritu que la letra del mensaje coránico, sea conforme con los valores de la democracia, los derechos humanos, la igualdad de los sexos y la separación entre Estado y religión. En Francia ya han puesto manos a la obra y desde el Gobierno, en cooperación con asociaciones musulmanas, se intenta construir un islam francés, compatible con la República. En España, a la vista de casos tan siniestros como el del imam de Fuengirola, quizá no sea tan disparatado sumarse a la tarea y destinar a la promoción de un islam español una parte de la inmensa fortuna -más de 2.400 millones de euros anuales- que todos los contribuyentes -cristianos o no, creyentes o agnósticos- le pagamos a la Iglesia católica.

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Se trataría de aportar fondos públicos para publicar libros musulmanes en las lenguas peninsulares, formar imames de mezquitas y profesores de religión musulmana para los alumnos que lo deseen y levantar mezquitas y cementerios dignos. Todo ello, y ahí está la clave, en el espíritu de un islam reformista, que, en nuestro caso, podría buscar raíces propias en la tolerancia de Al Andalus. Al respecto podría utilizarse el pacto firmado en 1992 por el Gobierno de Felipe González con las asociaciones musulmanas españolas y jamás desarrollado.

La alternativa a esto es siniestra: lo que hay. Y lo que hay en España son mezquitas construidas y financiadas por Arabia Saudí, donde se predican interpretaciones wahabistas del islam, y personajes como el imam de Fuengirola, que ayer fue juzgado en Barcelona por publicar un libro que detalla cómo golpear a las esposas sin dejarles marcas. Puesto que el islam ha regresado a España para quedarse, más vale que no lo dirijan personajes como éste.

Esta construcción de un euroislam podría hacerse, repito, sin apretar aún más al contribuyente, con tan sólo una ínfima parte de lo que nos gastamos en la Iglesia católica. En este 25º aniversario de la Constitución sería un buen modo de reconocer de veras el pluralismo religioso.

Pero el Gobierno de Aznar está en Babia, en la Babia, por ejemplo, de la guerra de Irak. O en la satanización de la inmigración, al reducirla a un mero problema policial. Lo que necesitamos, en cambio, es una política de Estado de integración, una política cuyo objetivo sea la rápida y plena identificación de los inmigrantes, de cualquier procedencia, con los valores constitucionales. La construcción de un islam español sería un compañero de esa política. La diversidad es saludable, siempre y cuando todo el mundo acepte unas reglas comunes de juego. Lo peligroso es el multiculturalismo entendido como un archipiélago de guetos.

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