La misión

A los americanos les gusta sacar a sus presidentes en las películas. En principio, porque no tienen complejos a la hora de reflejar en la ficción la realidad más inmediata, pero también por una inequívoca voluntad propagandística. Las películas cuentan que la luz del despacho oval nunca se apaga. Sea porque vienen los rusos, los marcianos, Monica Lewinsky o Al Qaeda, el presidente vela por nosotros. Los escépticos pensábamos que esto era una exageración de la épica peliculera; ahora sabemos que las películas tenían razón: Bush tiene una misión. O varias. Una de ellas es enriquecer a los empresarios que forman su Gobierno, conseguir que los empresarios dominen el mundo. Y hay que felicitarle porque es una misión que va viento en popa. La otra misión es exportar democracia. Democracia como la suya, claro, en la que hay pena de muerte, presos privados de todo derecho y una sociedad que no se entera de que hay víctimas en el bando contrario. Democracia en que las invasiones se hacen en nombre de Dios. Hay que felicitarle también porque la idea de que la política debe ser santificada cunde en el mundo. El otro día Bush se fue a las misiones. Dos periodistas contaban fascinados cómo el presidente les había medio secuestrado y cómo, ya montados en el mítico Air Force One, les había dicho que si contaban hacia dónde iban les cortaría el cuello. Qué gallardía la del presidente. Bush llegó a Irak a punto de servir el pavo de Thanksgiving a la tropa y dicen que el pueblo americano ha valorado positivamente el gesto. ¿Mentían las películas? Para nada. El relato del cine se ahorra las víctimas ajenas, convierte a las propias en héroes y atribuye al presidente una misión evangelizadora. Lo mismo que hacen los canales televisivos. Y lo que esté fuera del discurso oficial es antipatriótico. Pero esto, de momento, no es América. Aquí lo del pavo no cuela. Aquí aún podemos combinar el luto a las víctimas con la legítima petición de responsabilidades: ¿en nombre de qué fanática misión España se convirtió en cómplice de un desastre que no ha hecho más que empezar? Hay quien dice que éste no es el momento adecuado para la crítica. Claro que no, lo era hace meses, cuando el presidente debiera haber tenido sensibilidad para escuchar el clamor del no a la guerra.