Sobre naciones, capitales y política
El autor alerta del peligro de la dinámica del PP de demonizar los nacionalismos
Consideración Primera (Por una parte). La era del Capital Global, o de Capitalismo Monopolista Transnacional que vivimos trae consigo el ataque a la identidad monolítica, "nacional", que intentó construir el autoproclamado Estado-nación, en la anterior fase capitalista, la Monopolista de Estado. La ideología de la multiculturalidad, pergeñada y expandida desde los Estados más poderosos, primero hacia los "periféricos" y luego hacia los más débiles competidores dentro de los propios Estados centrales, ha resultado ser un elemento desestabilizador de esos Estados, pues ha contribuido a socavar buena parte del entramado legitimador que los sustentaba, al visibilizar y hacer estallar su supuesta coherencia interna, tanto cultural como identitaria. Todo lo cual tiene explicación dentro de la lógica de sustitución del Estado-nación por otra forma de organización sociopolítica más acorde con la mundialización capitalista: el Estado-región, o unidades sociogeográficas entrelazadas económicamente pero con muy escasa soberanía política, muy baja democracia real, y apenas integración social.
"Puede decirse que el PP está rompiendo España y pegando golpes bajos a la UE"
La ideología de la multiculturalidad promueve la detectación y clasificación de numerosas poblaciones, así como el reconocimiento de derechos diferenciales por sectores débiles de población, desarticulando a menudo no sólo las posibilidades de actuación conjunta de unos y otros, sino facilitando también continuas luchas intestinas por ganarse la cada vez mayor escasez de derechos reconocidos, y alentando, por la misma razón, sentimientos de mutua exclusión y xenofobia. Esta ideología se muestra válida, al tiempo, para confinar en el ámbito "cultural" las muy diversas formas de desigualdad social, dificultando en gran medida su expresión en la arena política.
El multiculturalismo convierte, por tanto, la desigualdad en "diferencia", mientras que se desentiende de la jerarquía que se establece entre esa multitud de "diferencias" al interior de cada sociedad, y ni mucho menos atenta contra la subsunción de todas ellas a la forma capitalista de organización social. (Dicho sea de paso, esta ideología poco tiene que ver con serias reivindicaciones autónomas de lo nacional, más allá de su mera "folklorización").
Consideración segunda (Por otra parte). Contra todos los augurios de los profetas globalomilitantes o globalolófilos, los Estados-nación se resisten a desaparecer. Bastante tiene que ver con ello el marco global de inestabilidad propiciado por la ofensiva unilateral de EE UU para convertirse en el Estado del mundo o en el Estado-mundo (que parece requerir perentoriamente el Capital Global), a costa de sus más directos competidores capitalistas. Todo hace augurar que las contradicciones entre estos hasta ahora "fraternales" socios, no harán sino agudizarse en su común intento de sacar pedazos del menguante pastel mundial.
Consideración Tercera (Además). Las diferentes burguesías transnacionales siguen teniendo asentamientos nacionales, y van tomando y tomarán posiciones distintas entre sí por lo que se refiere a las estrategias de dominio mundial y los sucesivos conflictos y hecatombes militares, sociales y políticas que la competencia intercapitalista va causando.
Algunos Estados, a través de sus burguesías dominantes, van a oponerse a este golpe de gracia que intenta dar EE UU, mientras que otros buscarán ponerse tras sus pasos, pretendiendo seguir la estela del ganador.
Implicaciones caseras (Por consiguiente). Esta segunda opción es la que ha elegido el PP y el gobierno de Aznar para el Estado Español. Lo cual por bufonero o lacayesco que parezca, no es casual ni arbitrario. La fracción dominante de la burguesía española, encarnada en el PP, se integra dentro del bloque transnacional que opta por el capital más especulativo, más ligado a la financiarización de la economía, a la "burbuja" bursátil-accionarial-inmobiliaria. Sí, la que dio el golpe electoral en Madrid, la misma que ha apostado por la salida más brutal: la de la Guerra Global. Aunque tampoco por capricho.
Expliquemos algo de esto. Las bolsas de Londres y Wall Street, íntimamente unidas en su suerte desde Bretton Woods y la Segunda Postguerra Mundial, como la de gran parte de los aparatos de Estado que las sustentan, han apostado por la globomilitarización y la Guerra Global. ¿Qué es lo que se juega en ella?: el control de los recursos y rutas energéticos del mundo, la redistribución de los mapas geopolíticos, la imposición de una economía de guerra prolongada que permita el ciclo de acumulación estadounidense y británico sobre todo, la modificación de las relaciones EE UU-UE a favor de la primera potencia, el desplazamiento definitivo de Japón, la redefinición funcional del entramado institucional de la globalización (ONU, OTAN, OMC...).
El creciente peso de la dependencia especulativa financiero-bursátil de la economía española, que la liga cada vez más a los destinos del "Eje del Bien" Wall Street-Londres, obliga al sector de la burguesía que sustenta esa dependencia, el representado en el PP, a alinearse por primera vez con quienes están socavando la construcción del Estado-región europeo, los británicos, y se ve impelida a la re-construcción monolítica del Estado-nación, enfrentándose con las "burguesías periféricas", más conectadas a capitales productivos europeos, al igual que el PSOE, que son precisamente los desplazados en la ofensiva EE UU en Asia Occidental. Es por eso que estas últimas burguesías descubrieron de repente su vena antibélica, después de haber apoyado las sucesivas campañas imperiales del Estado más poderoso de la Tierra. Pero claro que eran otros tiempos, cuando había que vencer a un enemigo común.
La estrategia del PP de primar el eje nacionalismo estatal o españolista versus nacionalismos "periféricos" desplazando de la escena pública el eje izquierda/derecha, deja al PSOE con el paso totalmente cambiado, en un terreno en el que no tiene nada que decir, salvo secundar al PP. Lo que ha hecho de este partido mera comparsa política. Subalternización que se está viendo patéticamente clara en la ofensiva de Euskadi, y que ha dejado a sus líderes en Cataluña bastante desarropados en las últimas elecciones, algo que han terminado por pagar muy caro. Como caro en conjunto le está costando a todo el PSOE, pues le ha llevado a perder unas elecciones tras otras. (Entre paréntesis, es casi seguro que Esquerra Republicana de Catalunya se terminará coaligando con una de las burguesías europeas más reaccionarias en términos de política económica y social, sustentadora clave del Estado desde hace un siglo y medio: la representada por CIU).
Sin embargo, esta dinámica del PP tan exitosa para sus contiendas electorales hasta ahora, distrayendo la atención de los graves problemas socioeconómicos, de desigualdad y de precarización laboral que atraviesa el país para dirigirla hacia los nacionalismos y su demonización (ya está llegando a identificar, cada vez menos subliminalmente, nacionalismo con terrorismo), está rompiendo el delicado equilibrio de una "España" que cada vez se aguanta menos como única y borbónica. Enfrentando burguesías entre sí.
Concluyendo (Finalmente). Puede decirse que el PP está rompiendo España y pegando golpes bajos a la Unión Europea (cuyas principales potencias han mostrado estar mucho menos interesadas en la bandera del déficit cero que tanto sirve al capital financiero para seguir garantizando las condiciones de su engorde, y que enarbola el PP para su propaganda como si los ciudadanos tuvieran que estar contentos de que su Estado esté dispuesto cada vez a gastar menos en ellos).
En su loca huida hacia no se sabe dónde, este Partido-Gobierno ha realizado ataques descalificadores, próximos a lo "barriobajero", a la práctica totalidad de lo que se ha movido este 2003: estudiantes, rectores de Universidades, Plataformas ciudadanas, organizaciones agrarias, activistas antibélicos, ecologistas, inmigrantes combativos, etc.
De los únicos que, paradójicamente, ha recibido cierto alivio, ha sido de los siempre preocupados por el equilibrio sistémico, los sindicatos UGT y sobre todo CCOO, que más allá de puntuales retóricas declarativas y callejeras, han secundado por pasiva (ausencia de combatividad real frente a los desmanes en materia laboral del PP) o por activa (ataque furibundo contra el plan Ibarretxe, apología de la "unidad de España" y de la Carta Magna, de la necesidad de invertir en nuevos aviones de combate y otras armas de destrucción masiva, ensalzamiento de la racionalidad económica capitalista, etc.), la "misión universal" del PP.
Si la izquierda más o menos "unida" quiere salir de este marasmo y hacer algo más que obtener "resultados satisfactorios" en las próximas elecciones, quizás debería comprender que hay que cambiar de una vez por todas de paradigma de intervención política: en el terreno de la derecha, del Capital Global, no se gana. En el único ámbito en el que se le puede contestar es, como fue siempre, el de la calle, trabajando día a día por hacer otra política, por construir otra sociedad en la que las fuerzas más reaccionarias no puedan apoyarse más.
Hay "un espacio alternativo" al que esa izquierda debiera abrirse de una vez, ahora que se avecinan asambleas generales y diseños de campaña.
Considerando que intentar ocupar el lugar de la socialdemocracia que abandonó el PSOE es cuando menos un anacronismo en esta fase de Capitalismo Transnacional que nos arrastra a su dinámica de todo o nada, y en la que, por tanto, cada vez nos jugamos más el todo por el todo.
Andrés Piqueras es profesor de Sociología en la Universidad de Castellón
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.
Archivado En
- Coleccionismo
- Opinión
- Independentismo
- Jesús Martínez Guerricabeitia
- Política nacional
- Debates parlamentarios
- PP
- Aficiones
- Comunidades autónomas
- Política municipal
- Política autonómica
- Administración autonómica
- Gobierno
- Tiempo libre
- Parlamento
- Ideologías
- Administración Estado
- Partidos políticos
- Estilo vida
- Arte
- Administración pública
- Política