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Catalanismo político o enroque nacionalista

Un nuevo proyecto político para los catalanes y "más para Cataluña" serían los dos mandatos que se desprenden de estas elecciones, aunque éstas hayan dejado, de facto, en manos de ERC la articulación del nuevo gobierno.

El "más para Cataluña", con éstas u otras palabras, lo han defendido todas las fuerzas catalanistas que han concurrido a las elecciones, comprometiéndose también a buscar aquellos acuerdos parlamentarios y sociales que nos han de dotar de mayor autogobierno y capacidad financiera.

Es cierto que quien más lo ha capitalizado ha sido ERC, que ha sumado, a sus votos naturales, los de CiU o PSC fruto del rechazo visceral a la continua sumisión de los intereses catalanes a una política centralista trasnochada y caduca, que no hace más que alimentar el renacimiento de las dos Españas y que no sirve, además, a un mayor y mejor crecimiento ni de Cataluña ni de España. Pero mientras CiU apoyaba esta política del PP durante los últimos años para mantenerse en el poder, a costa de los catalanes, PSC / CpC, ERC e ICV/EUiA trabajaban, conjunta y responsablemente, en una propuesta de reforma del Estatut a la que CiU, hipotecada, daba la espalda.

Pero el nuevo proyecto político, el de la regeneración política y social, del que puede arrancar una nueva etapa de progreso y de atención a los ciudadanos, de revitalización económica y cultural de Cataluña para situarla en el mapa por algo más que por su identidad -que también-, sólo lo han planteado con claridad y con coherente ambición, las fuerzas de progreso y, especialmente, Pasqual Maragall, que con Carod Rovira y Joan Saura habían ido perfilando, durante el anterior mandato y desde la oposición, un futuro equipo de gobierno.

Por lo tanto, y a la hora de hacer su interpretación de los resultados, ERC tendría que evaluar dos factores. Primero, cuántos votos y escaños ha obtenido de aquellos que, aun siendo potenciales votantes de Pasqual Maragall, creyendo (en función de las encuestas) que en ningún caso saldría una mayoría suficiente entre CiU y ERC para gobernar, entendieron que el voto útil era reforzar o un flanco más catalanista de un gobierno encabezado por Maragall o más afín a propuestas regeneradoras de la política; a lo mejor, estos votos y escaños hubiesen hecho inviable la mayoría entre ERC y CiU, mayoría que no se rompe cuando el trasvase se produce desde CiU a ERC. Y segundo, contrastando mayorías parlamentarias, ¿por qué no contemplar 51 (PSC + ICV) frente a 46 de CiU?

Pero, además y fundamentalmente, lo que Esquerra tendrá que evaluar es aquel gobierno y aquel líder que sea capaz de emprender, desarrollar y gestionar mejor aquel proyecto que beneficie más al conjunto de los catalanes, y desde una inteligente perspectiva de futuro.

Esquerra Republicana tiene hoy en sus manos iniciar de verdad una nueva etapa para Cataluña, de cambio y profundamente catalanista. Con equipos e ideas nuevas, pero de calidad y con experiencia en gestión y de liderazgo, buscando la mayor base social. De impulsar, por primera vez, un nuevo proyecto, más vertebrador del territorio, que abarca desde las infraestructuras hasta la enseñanza, desde la vivienda a la integración social, desde la familia a la investigación y desarrollo, facilitando la alternancia política como muestra de madurez también de nuestra democracia. Pero ERC tiene otra oportunidad histórica. La de ayudar al cambio de rumbo, desde la política catalana y hacia un mayor autogobierno para Cataluña, en la manera de entender y gobernar el Estado español

. Desde la posibilidad de ir afianzando un nuevo proyecto político que base el progreso de España en la España plural, que nos garantice una convivencia y una relación "propositivamente" estable con España y Europa, fiel al catalanismo político del que ha nacido y que ha practicado en su historia ERC. La opción contraria sería hoy consolidar un enroque del nacionalismo español, desde el enroque del na- cionalismo catalán, estrategia que está demostrando no dar buenos resultados, y apalancar un gobierno que no garantiza, suficientemente, la regeneración y cambios deseados.

Y es aquí donde ERC tiene que tomar su decisión y apostar o no por una opción política de gobierno en Cataluña, con perspectiva de futuro, con tanta o más voluntad de defender a Cataluña y a los catalanes, pero basándola en tres pilares:

1. Un catalanismo político, de raíces liberales y progresistas, federalistas y republicanas, que defendiendo los intereses propios, busque un cómodo encaje en España y en su relación con Europa, creando un marco de interdependencias y diálogo que favorezca los proyectos compartidos, de suma positiva.

2. Desde la defensa de una Cataluña construida desde la ciudadanía y la proximidad al territorio, modelo en el que se sustenta también este catalanismo y no desde un concepto abstracto de país, implicando agentes sociales, económicos y culturales, tejiendo complicidades para que sea un proyecto compartido por el máximo de catalanes.

3. Dotando de contenido la ambición de ser catalán, ejerciendo la autonomía y no sólo reclamándola: en su bienestar, en la resolución de los problemas, en un plan estratégico de infraestructuras, económico, cultural, que apueste, aproveche y dinamice la riqueza vital y potencial de todos y cada uno de nosotros: empresarios, profesionales, creadores, intelectuales y ciudadanos en general, para reimpulsar con orgullo Cataluña, para que se nos conozca por lo que hacemos, creamos y pensamos, por lo que aportamos a un mundo global y porque es así, además, como conseguiremos un mayor bienestar para los catalanes.

Y es también desde estos planteamientos, desde el cambio y no desde el continuismo, desde donde puede instrumentarse un gobierno de amplia base política y social, y una colaboración con todos aquellos sectores que quieran compartir este proyecto.

Teresa Sandoval fue concejal independiente con el PSC en el Ayuntamiento de Barcelona.

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