Era la primera vez que tocaban juntos en Nueva York. El pasado viernes por la noche, en el Copacabana, el templo de la latinidad en Manhattan, Hombres G, el grupo que se hizo popular a finales de los ochenta y ha regresado recientemente a los escenarios, entusiasmó con sus clásicos a un público de incondicionales.
Fue la película más deseada. Y Kill Bill, el esperado regreso a la dirección de Quentin Tarantino, no dejó a nadie indiferente ayer en su presentación en la 36ª edición del Festival de Cine de Sitges. Brillantísima revisitación de las películas de acción de los sesenta, en especial las de Hong Kong y las de gánsteres japoneses, Kill Bill tiene todas las características del cine del americano: violencia coreográfica, largos tiempos muertos en los que la mirada no puede alejarse de la pantalla y una mezcla genérica tan hábil como personalísima.