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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

La presión del PP

Desde que las elecciones catalanas pusieron sobre la mesa un reparto de poder distinto y complejo, el Gobierno y el PP no han cesado en su intento de incidir en las negociaciones en curso. Sus dardos se han centrado en Esquerra Republicana y en cubrir de amenazas al PSC y a CiU en prevención de futuras alianzas con el partido de Carod-Rovira, sobre todo con desplazamientos a Barcelona de los dos principales tenores populares: Rajoy y Aznar. Ambos se han reunido con empresarios en una intervención que tiene algo de obscena. ¿Se trata de presionar a los poderes económicos para que incidan sobre los partidos políticos catalanes?

Afortunadamente, los empresarios no parecen haberse dejado intimidar. A Rajoy le dejaron claro que Esquerra era un interlocutor tan legítimo como cualquier otro y que la política catalana se resuelve en Cataluña. ¿Qué sentido tiene que Aznar insista donde ya ha fracasado Rajoy? Los dirigentes del PP no deberían olvidar que su partido es el único al que los electores no han dado voz en los negociaciones para la formación de gobierno. Este solo hecho debería ya invitarles a la prudencia y al respeto.

Pero la agitación del PP forma parte de la campaña electoral de marzo, de la que ya sabemos cuál será su estrategia: machacar sistemáticamente con el discurso de la unidad de España. Van a Barcelona a hablar de los peligros del lobo Carod para poder acusar a quienes se alíen con él de poner en riesgo la patria. Sería bueno que la derecha se tomara las cosas con mayor sentido del Estado. En vez de añadir leña al fuego con satanizaciones precipitadas, haría bien el PP en tener en cuenta que un proceso de reforma estatuaria llevado desde Cataluña con amplio consenso y escrupuloso respeto a los procedimientos constitucionales podría ser muy útil como contraste con los planteamientos del plan Ibarretxe.

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Esquerra Republicana es un partido en ascenso que ha doblado sus votos, aspira a seguir creciendo y ya ha hecho el pleno de los votos nacionalistas de izquierda. De modo que su intento de conquista de la hegemonía nacionalista pasa por su moderación. No hay, pues, razones de fondo para sembrar la alarma o interferir por vías irregulares en la formación del Gobierno catalán.

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