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El vicepresidente de Berlusconi rompe con su pasado fascista

Gianfranco Fini, líder de la Alianza Nacional, abjura de Mussolini en Israel

Enric González

El neofascismo italiano recorre a toda prisa el camino hacia el centro político. Gianfranco Fini, líder de Alianza Nacional, el partido que se llamó hasta hace poco Movimiento Social Italiano y desde 1946 mantuvo encendida la llama del fascismo, concluyó ayer un histórico viaje a Israel en el que rompió con su herencia ideológica. La República de Saló, el último refugio de Benito Mussolini, fue, según Fini, "una página vergonzosa". Las leyes raciales de 1938 supusieron "una infamia". E incluso declaró haber "cambiado de idea" sobre Mussolini, el hombre al que solía considerar como "el más grande estadista del siglo XX".

Gianfranco Fini, vicepresidente en el Gabinete de Silvio Berlusconi, trabajó durante años para labrarse una imagen centrista (el mes pasado reivindicó el derecho al voto de los inmigrantes) y para conseguir una invitación de Israel. Las buenas relaciones entre Berlusconi y Ariel Sharon y la necesidad de aliados europeos de este último le permitieron romper las últimas resistencias israelíes y cumplir un requisito imprescindible para homologarse como dirigente moderado y capaz, por tanto, de ocupar algún día el cráter centrista que dejó la implosión democristiana. Toda la clase política italiana tiene la mente puesta en el día después del fenómeno berlusconiano, pero a nadie se le nota tanto como a Fini.

El viaje a Jerusalén, la visita al Museo del Holocausto y el acto de contrición enviaron un mensaje a Washington y las cancillerías europeas, a la oposición de izquierda italiana, a los votantes de Alianza Nacional y a las bases del partido. La militancia parece haberse dividido en dos grupos: de un lado, los ancianos que combatieron por Saló y con los alemanes en la fase final de la II Guerra Mundial, y que se sienten traicionados por su líder, y los jóvenes más radicales que reivindican el fascismo puro y duro; del otro lado, una gruesa franja que intuye las ventajas que puede reportar la moderación y aprueba la política de Fini.

Entre los parlamentarios aliancistas se han producido conatos de rebelión. El más espectacular fue el del diputado Antonio Serena, que el día antes de que Fini viajara a Jerusalén distribuyó a sus compañeros de partido en la Cámara y el Senado un vídeo del criminal de guerra nazi Erich Priebke, en el que éste se defendía ante "las mentiras" con que eran acusados él y el Tercer Reich. Serena calificó de "arlequinada" la visita a Israel, se declaró "contrario al imperialismo yanqui y al sionismo" y recordó que "la flor y nata del partido" había firmado manifiestos de apoyo a Priebke. Fini ordenó la expulsión inmediata de Serena.

Poco después fue Mirko Tremaglia, ex miliciano de Saló y actual ministro, quien recomendó al líder de Alianza que no se atreviera a suprimir como símbolo del partido la llama heredada del Movimiento Social Italiano. "Yo reivindico nuestra historia", afirmó Tremaglia.

Pero la diputada Alessandra Mussolini, nieta del dictador, apoya a Fini: "No sólo nosotros, sino el mundo entero, incluidos el Papa y el Vaticano, debe pedir perdón a Israel".

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Fini, con <i>kipa</i>, en Jerusalén.
Fini, con kipa, en Jerusalén.AP

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