"Invertimos 20 millones de euros en abrir las escuelas a las familias"
Gabriel Chalita tiene un perfil que va mucho más allá del de un político convencional. Además de gestionar uno de los mayores sistemas educativos no centralizados del mundo -como recuerda él con cierto orgullo-, ha publicado ya 35 libros con sólo 34 años. El último, Los diez mandamientos de la ética, es el segundo más vendido de Brasil. Chalita es secretario de Educación del Estado de São Paulo y presidente de los secretarios de Educación de Brasil. En el Estado que gestiona Chalita hay seis millones de estudiantes no universitarios en escuelas públicas, agrupados en 6.000 centros y en las que trabajan 300.000 funcionarios, entre directores, profesores y personal de administración y servicios.
"Con la educación en valores ha bajado el 80% la violencia en la escuela en año y medio"
"Es importante que haya medios en las escuelas, pero lo esencial es el profesor"
El Estado de São Paulo tiene 40 millones de habitantes, tanto como toda España. Y el número de alumnos no universitarios de este Estado alcanza los 10 millones si se cuentan las escuelas públicas, privadas y municipales. Chalita asistió la semana pasada en Madrid a la XVIII Semana Monográfica de la Educación de la Fundación Santillana.
Pregunta. De usted depende la gestión de tantas escuelas como las que en España gestionan todas las comunidades autónomas juntas. ¿Cuál es su principal prioridad en esta macroregión?
Respuesta. Hemos conseguido hacer obligatoria y universalizar toda la educación de 6 a 14 años. Hasta esta edad se ha logrado la escolarización plena en el Estado de São Paulo. Ahora el desafío es generalizar la educación de los jóvenes, de a 15 a 17 años. El problema empieza después de los 15 años. En Brasil falta aún mucho para escolarizar a todos esos alumnos, pero en São Paulo, sólo el 4%, y queremos lograrlo en cuatro años. El segundo desafío son los analfabetos adultos. En este Estado hay un 7%, en Brasil, un 20%. Es difícil acabar con el analfabetismo de adultos porque hay muchos que viven en zonas distantes y que no quieren. Pero más importante es que todos vayan a la escuela y no es un problema de centros sino social, porque la dejan para trabajar, para conseguir dinero para su familia. Nuestro desafío es conseguir programas que mantengan a estos jóvenes en la escuela.
P. ¿Cómo está la formación del profesorado?
R. La formación de los profesores es otro gran desafío. En el tiempo que llevo en la secretaría hemos comprobado que una educación es mejor si tiene buenos profesores. Los profesores es lo más importante del proceso. Es importante para el sistema educativo que haya medios en las escuelas pero lo esencial es el profesorado. Queremos mejorar sus salarios y para promover su formáción hemos creado 104 centros conectados por videoconferencia y con este sistema estamos capacitando a todos los profesores en un proceso constante de formación.
P. ¿Con que metodología?
R. Una parte es didáctica, basada en el interaccionismo, algo parecido al constructivismo, pero más avanzado. Es una forma de mostrar que el alumno debe ser respetado, que es un sujeto del proceso de construcción del conocimiento. Se trata de hacer del estudiante un gran actor del proceso de conocimiento. Aparte de esto damos formación específica sobre cada disciplina (como matemáticas, física, inglés o español) y trabajamos mucho con temas transversales relacionados con valores (como la ética, el respeto). Esta última cuestión es muy importante porque gracias a que todos los profesores han trabajado esos valores de forma transversal hemos logrado reducir la violencia en las escuelas el 80% en un año y medio. Se han hecho actividades de teatro, música, danza y deporte y se han abierto todas las escuelas los fines de semana para que los padres puedan acudir a ella. La participación ha sido muy alta. Han tomado la conciencia de que pertenecen a la escuela y a la comunidad. Es una iniciativa realizada de acuerdo con un programa de la Unesco.
P. Pero poner en marcha de forma generalizada ese sistema es muy caro. ¿Cómo lo han financiado?
R. Hemos llegado a acuerdos con las facultades universitarias privadas por el cual nosotros pagamos la mitad de los estudios universitarios a los alumnos de cualquier carrera que procedan de escuelas públicas a cambio de que trabajen en los colegios los fines de semana. Son entrenados por la Unesco y por el Instituto Ayrton Sena para la formación de profesores y forma a muchos voluntarios. Se trabajan cuatro grandes áreas: deporte, cultura (como danza y música), salud y gestión de los ingresos. Los padres vuelven a ir a la escuela para formarse y los grandes problemas de violencia que se producen en las familias -de mujeres maltratadas o de alcoholismo- se combaten con este tipo de programas en las escuelas. Mejora la convivencia en la familia cuando ésta se acerca a la escuela.
P. ¿A cuántas familias van dirigidos esos cursos de formación?
R. A las seis millones de familias del Estado de São Paulo. Los dan los voluntarios de la universidad y muchos otros durantes fines de semana y los hay de todo tipo, de informática, inglés, español... São Paulo es el primer Estado que ha abierto todos los centros estatales a este proyecto y también participan, de momento, 70 escuelas municipales. En esta iniciativa están implicados unos 25.000 estudiantes universitarios, más otros 40.000 voluntarios y 6.000 profesionales, porque el Estado paga un profesional por escuela.
P. ¿Por qué hay tantos estudiantes voluntarios de centros privados cuando Brasil tiene potentes universidades públicas?
R. Hay 70.000 plazas en universidades públicas en São Paulo, lo que no es suficiente. En este Estado hay tres grandes universidades públicas y unas 600 privadas pequeñas, que son caras, cuestan unos 400 euros al mes.
P. ¿Cuánto ha invertido el Estado de São Paulo en el proyecto de apertura de las escuelas a las familias?
R. La inversión es de unos 20 millones de euros por año. Es una gran apuesta. Se apoya aparte con dinero de iniciativa privada, para financiar, por ejemplo, parte del material deportivo y de la alimentación de los estudiantes.
P. Dicen los expertos internacionales que si los países en desarrollo no invierten en introducir las nuevas tecnologías en la educación, aumentarán aún más las diferencias con los más desarrollados. ¿Están ustedes invirtiendo en nuevas tecnologías?
R. Sí, somos muy conscientes esa situación. En Brasil, el 6% de las escuelas tienen ordenador; en el Estado de São Paulo, el 90%. Esta régión es un poco diferente al resto del país. El año pasado observamos que el profesor no usaba el ordenador en la escuela si no tenía uno en casa. Entonces pusimos en marcha un programa para la inmersión digital de los profesores. Compramos un ordenador para la casa de cada uno de los 6.000 docentes, el Estado pagó la mitad y el docente el resto. En todas las escuelas colocamos también televisión, videocassette y DVD. Lo más díficil y lo que implica un distanciamiento mayor es formar al profesor para utilizar esa tecnología. Comprarla va siendo más posible pero los profesores no tienen el hábito de usarla.
P. ¿Dónde tienen los ordenadores en los centros?
R. Hay un ordenador en cada escuela y está en el laboratorio. Es una sala a la que puede ir el profesor de ciencias o de matemáticas para dar su clase. Los alumnos se vuelven más creativos en ella. Tienen una facilidad con los ordenadores enorme, mucho más que sus maestros. Este sistema de enseñanza permite además que el profesor se ponga al nivel del alumno, que no dé una clase magistral sino participativa.
P. ¿Cómo cree que afectarán todos estos cambios que está viviendo la enseñanza a los libros de texto?
R. El libro de texto se valora mucho en Brasil y ha avanzado mucho además. Pero el profesor debe ser más creativo que el libro. Tenemos programas sobre los libros de texto e intentamos que los profesores no usen un solo libro, seguiéndolo día a día, sino que utilicen varios, para hacer así la enseñanza más dinámica.
P. ¿Se está notando un avance notable en la educación desde que Luiz Inácio Lula Da Silva está en la presidencia del Gobierno?
R. La educación en Brasil mejoró mucho en los últimos ocho años, cuando era ministro Paulo Renato de Souza con el Gobierno de Fernando Enrique Cardoso
[socialdemócrata, del PSDB]. Se ha logrado el 96% de escolarización en ocho años, que es un gran avance, y también en construcción de escuelas, en libros de texto.
P. ¿Qué porcentaje del presupuesto general de Brasil destina el Gobierno central a educación?
R. El 8%. Los Estados están obligados a destinar el 25% de su presupuesto a educación, aunque en Sao Paulo dedicamos el 30%.
P. ¿Cree usted que la apuesta por la mejora de la educación pasa por una buena apuesta económica?
R. Sí, indudablemente.
P. Ha escrito un libro más que los años que tiene. Parece que tiene mucho que contar, y que hacer. ¿Cuándo escribe?
R. En ratos sueltos, como en los aviones. Escribí el primer libro a los 15 años. Primero escribía libros religiosos, porque quería ser sacerdote. Lo seis primeros que publiqué eran de este tipo. Después empecé a escribirlos sobre filosofía, por ejemplo, sobre Jean Paul Sartre y Maquiavelo. Luego escribí biografías y libros sobre la situación de la mujer en la historia.
P. ¿Cuál es su formación?
R. Soy licenciado en Filosofía, Derecho y Pedagogía, y he hecho doctorados en Sociología Política, en Derecho y en Semiótica. Sigo dando clase una vez por semana, de Derecho.
P. ¿Y qué le hizo dar el salto a la política?
R. Con 24 dirigí una red de escuelas privadas y comencé a trabajar en universidades. Después, en 2001, el gobernador de São Paulo, Gerardo Alkmin, me insistió mucho para que ocupara la secretaría de Educación.
P. Su carrera política ha sido meteórica. Hace poco le han ofrecido ser el candidato a la alcaldía de São Paulo en las elecciones de 2004 por el PSDB. ¿Va a aceptar finalmente?
R. No, porque me quedan tres años para concluir el proyecto educativo en el que estoy embarcado y no quiero dejarlo a medias.
P. De cara al futuro, ¿cuál es su reto político?
R. Si el actual gobernador de São Paulo, Gerardo Alkmin, llega a ser presidente de la República, que es muy posible, me gustaría ser ministro de Educación.
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