_
_
_
_
Entrevista:Carlos Germán Belli | POESÍA

"Somos lo que nos falta, no lo que tenemos"

Javier Rodríguez Marcos

Carlos Germán Belli (Lima, 1927) ha escrito mucho pero es hombre de pocas palabras. En la cafetería del hotel madrileño en el que se aloja no hay otra distracción que un televisor sin volumen: "¿No será demasiado ruido?", pregunta. Como prefiere los hechos a las teorías, se remite continuamente a su vida y a sus poemas. Autor de clásicos de la literatura latinoamericana contemporánea como ¡Oh Hada Cibernética! (1971), acaba de publicar La miscelánea íntima.

PREGUNTA. Su último libro tiene algo de recapitulación, tanto de su propia vida como del origen de la vida humana: mítica y genética.

RESPUESTA. Puede ser, aunque hace 40 años que me repito. Eso me dicen. Yo sigo escribiendo.

Más información
La química y la alquimia

P. ¿De dónde saca el ánimo?

R. El impulso es la forma, experimentar con las estructuras, con los endecasílabos, los alejandrinos, esas cosas.

P. ¿Los metros clásicos son un muro o una ventana?

R. Son un reto, un adiestramiento. Como hablante, soy muy limitado, no tengo ninguna seguridad. No he podido aprender bien ningún idioma ¡y hasta tengo mis problemas con el español!

P. ¿Todo viene de la forma?

R. Bueno, están mis experiencias, mis obsesiones...

P. ¿Cuáles?

R. El amor familiar, el amor a secas, cierta angustia, mis experiencias burocráticas como empleado del Senado peruano, la obligación de trabajar en dos o tres oficios a la vez. La escritura fue una suerte de catarsis.

P. ¿Qué aprende un poeta en una oficina?

R. Nada. A escribir memorandos. En mi caso, aprendí a deslizarme del horario de oficina a la Biblioteca Nacional, a 500 metros del Senado. A escondidas terminaba leyendo a los clásicos en la colección de Ribadeneyra.

P. Su poesía busca conciliar contrarios: cielo y suelo, ventura y dolor, hombre y robot. Llega a hablar de bíceps éticos.

R. De muchacho mi obsesión era el ejercicio físico. Ahora tengo el problema de la memoria. No se me clava ni un solo verso. Todo son carencias: de los bíceps, de la memoria. Me temo que somos lo que nos falta, no lo que tenemos.

P. Usted no desdeña temas que tradicionalmente han sido poco tratados por la poesía: el fútbol, las máquinas.

R. Un día, en los sesenta, descubrí en el periódico la palabra cibernética...

Se me iluminó la mente. Mientras mis amigos pensaban en la revolución política yo pensaba en la revolución tecnológica.

P. Pero usted tiene poemas muy políticos.

R. Fueron una reacción espontánea, del momento, pero sin ninguna convicción. En aquella época había una atmósfera muy politizada en América Latina. De todos modos es una lástima que la ilusión no se haya concretado en ningún país del mundo.

P. Otra de sus parejas: la química y la alquimia. ¿En qué confía más?

R. En la alquimia, y eso que me crié en la farmacia de mi padre. Descubrí la alquimia, no a través de la de los alquimistas, sino de los surrealistas.

P. ¿Y qué decía su padre?

R. Mi madre quería que siguiera una carrera universitaria. Nunca lo hice, y siempre he tenido un remordimiento enorme. Imagínese, un hogar de clase media suramericana como el mío, y el hijo mayor, que era yo, quería abrazar la escritura poética a toda costa en lugar de una profesión "respetable". En ese hogar había también un segundo hermano, paralítico, inválido de nacimiento. Mis padres estaban atribulados por mi decisión. Toda la vida ha sido para mí un remordimiento. Y mis poemas están llenos de esos remordimientos. Aunque nunca he descuidado a mi hermano.

P. ¿Cómo se resuelve en un poema el problema de la intimidad? ¿Cómo sonar auténtico pero...?

R. Pero discreto, distante. En el fondo, esa vocación que tengo por la forma poética es una veladura a la intimidad. A veces me digo que lo único que hago es pernoctar en mi propio reino interior. Así vivimos todos. Y la aparente distancia amortigua el aluvión intimista. Eso debe de ser. No sé. Puede que me equivoque.

El poeta peruano Carlos Germán Belli (Lima, 1927).
El poeta peruano Carlos Germán Belli (Lima, 1927).MIGUEL GENER

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Sobre la firma

Javier Rodríguez Marcos
Es subdirector de Opinión. Fue jefe de sección de 'Babelia', suplemento cultural de EL PAÍS. Antes trabajó en 'ABC'. Licenciado en Filología, es autor de la crónica 'Un torpe en un terremoto' y premio Ojo Crítico de Poesía por el libro 'Frágil'. También comisarió para el Museo Reina Sofía la exposición 'Minimalismos: un signo de los tiempos'.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_