La química y la alquimia
La familia del poeta peruano Carlos Germán Belli regentaba una farmacia. Desde los altos de aquella botica, el entonces niño observaba ese mundo de fiebre, recetas, medicina doméstica y dolor crónico. En varias ocasiones, Belli recordará ese detalle para extraer de él una definición de lo poético en tanto mezcla química, una combinación -en su caso, magistral- de componentes inhabituales que encuentran atención en el espacio, perfectamente higiénico, del poema. Se trataría de una alquimia programada de palabras, una "boda de la pluma y de la letra", la reunión yuxtapuesta de lo disímil y aún opuesto. Y si en esta poesía nuestra, secular y terráquea, no hay sitio ya para sagradas semejanzas ni místicas analogías, si se ha desterrado todo trascendente simbolismo, todavía resta en ella -y especialmente en la de Germán Belli- algo de conjunción y encuentro, aunque sea bajo la figura profana de la simple coincidencia.
LA MISCELÁNEA ÍNTIMA
Carlos Germán Belli
Pre-Textos. Valencia, 2003
69 páginas. 9euros.
Magia e informática, cuerpo y alma, "biceps y seso", ártico y antártico, lo más antagónico se acerca en este juego de aproximaciones que brinda la escritura del poema. Digamos que la relación y la combinatoria son las operaciones por antonomasia del poeta Belli, en largas listas de imposibles maridajes: aurora y ocaso, cielo y suelo, Cástor y Pólux -es decir, los gemelos distintos, el hermano mortal e inválido, el eterno y apto-, comienzo o fin, vida y sepultura, si no conciliados, al menos resueltos y cercanos en esa armonía virtual brindada por el poema, reino absoluto de lo casual y encontradizo.
Igual que el insomne vela al lado de alguien que duerme y respira, en el poema se da el extremo misterio de lo próximo y de lo simultáneo, un misterio que ya aterraba a Camus y que Belli recoge bajo la imagen del peso terrible y accidental adquirido por lo más ínfimo, por lo poco de lo poco, algo sin peso, "una cantidad despreciable" pero determinante, un gen defectuoso, un trozo de ámbar, el huevo del gusano en el cadáver. La ley rigurosa del poema no es lo analógico, sino lo tan sólo coincidente, lo que ocurre a la vez y de lo que el verso, en virtud de esa naturaleza suya abarcante y sintetizadora, puede dar cuenta.
Por eso, Germán Belli recoge lo impensable, lo que no creeríamos reunible en "un más difícil todavía" de virtuoso del trapecio y escribe con un léxico de hoy en formulaciones expresivas antiquísimas y, casi pensaríamos, anticuadas. La temática más contemporánea, los problemas de la ciencia moderna, desde la fisiología hasta las anatomías depauperadas, la jerga biológica, cibernética, los términos de la justicia y de la injusticia, el cheli descarnado del Perú profundo, el lenguaje de la diferencia social y de la indiferencia humana se ofrecen envueltos en estrofas curiosamente pretéritas, bajo una métrica exigente y olvidada, en géneros como la lira renacentista, la sextina o la villanela y con una vocación estilística "de arqueólogo", deliberadamente anacrónica.
Lo que resulta peculiar ahí no es, sin embargo, ese empleo de voces y estilos desusados en el verso, sino la fe en la forma que dicho empleo supone, la dedicada devoción que Belli magníficamente le destina, igual que si alguien memorizase entero el manual de instrucciones de un mosquete o de la plancha de carbón. Causa asombro que el poeta formalmente preparado, concienzudamente arcaico, se nos haya vuelto tan sospechoso en ese hacer gala de una retórica. Porque ¿qué función puede desempeñar ésta?, ¿qué valor tiene ahora el tesonero aprendizaje de una tecnología anticuada, aprendizaje con copia e imitaciones incluidas de polvorientos endecasílabos en la Biblioteca de Lima, segunda farmacia o laboratorio alquímico de Carlos Germán Belli? Es una pregunta inquietante y más reveladora, en realidad, de la rigidez de nuestra percepción, de nuestra concepción del poema como recipiente de una "vida de hoy" y de ese estado suyo de revolución perpetua que nos hizo pensar la vanguardia.
Y, sin embargo, la poesía no es un trabajo sujeto a actualidad; más bien, es una labor sin historia; labor sin tiempo por la que cada frase funda su cronología, crea sus deudas y organiza su minutero. Es toda la poesía la que revive en cada poema dentro de un ejercicio atemporal, paradójicamente inaugurado por la modernidad misma -con Pound a la cabeza- que lo denosta.
El poema, en Carlos Germán Belli, enfrenta su "edad gastada" con sus palabras voluntariamente antiguas y observa el trasnocharse de sus gestos y sus actos, el pasar de sí mismo, en un ejercicio prodigioso de lucidez y aceptación.
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