Almodóvar elige a Fernán-Gómez
La primera vez que Pedro Almodóvar vio bailar el twist a una mujer fue en la película de Fernando Fernán-Gómez El extraño viaje. Así lo recordó en el programa Versión española, para el que había elegido esta película de 1964 como una de sus preferidas del cine clásico español. Fernán-Gómez aceptó los elogios de Almodóvar con su habitual modestia, evocando aquellos tiempos de la tenebrosa censura en que hacer cine en España era prácticamente un milagro. Aún hoy se lo sigue pareciendo al maestro. No en vano su último proyecto cinematográfico, La Puerta del Sol, parece haberse quedado embarrancado.
Daba gusto ver a estos dos grandes cineastas hablando de su propio trabajo. No era la primera vez que se encontraban. Hace pocos meses, en la mismísima Puerta del Sol, leyeron sus manifiestos contra la guerra de Irak al final de una manifestación popular. Hubo quien pensó entonces que nunca más aparecerían en televisión, pero, mire usted por dónde, en Versión española les han hecho los justos honores. Enhorabuena. También por esta buena idea de invitar a un cineasta joven a elegir una película clásica. Hace poco Alejandro Amenábar optó por La tía Tula, de Miguel Picazo, y para dentro de unas semanas Daniel Calparsoro ha hecho lo propio con La caza, de Carlos Saura, que, por cierto, ha recibido recientemente el nombramiento de doctor honoris causa de la Universidad de Bourgogne. Mientras tanto, aquí hay quien le sigue torpedeando por su nueva película, tal como Almodóvar recordó en el programa de la tele. A Fernán-Gómez ya le había ocurrido algo parecido con El extraño viaje, originalmente titulada El crimen de Mazarrón. Eran tiempos en los que hasta no fomentar el turismo playero parecía un delito.
Ahora las relaciones con las autoridades son de otro signo, quizá más agridulces. De un lado, los cineastas no desaprovechan ocasión alguna para reprochar la presunta falta de interés oficial por el cine ("El cine da miedo a los Gobiernos", ha dicho Imanol Arias esta semana al recoger un premio honorífico en el festival de Huelva), mientras que, a su vez, el director de la próxima gala de los Goya, Juan Luis Iborra, confiesa públicamente su sueño de que le vayan a la ceremonia el Príncipe y su prometida Letizia. Puede que lo hagan, ya que se trata de una gran fiesta de promoción. Quienes seguramente no estarán presentes serán Fernán-Gómez y Almodóvar, que este año no tienen película con la que competir, aunque, eso sí, probablemente anden atareados estos días viendo en su casa los vídeos y DVD que los productores están enviando a los académicos. Algunos de esos productores lo hacen con discreción, enviando escuetamente su película, pero otros aturden con suntuosos materiales de propaganda. (¿No debería intervenir la Academia para impedir tales diferencias entre las películas de ricos y las de los económicamente débiles?)
Aunque don Fernando y don Pedro no se adentraron en comentarios sobre temas de actualidad, limitándose a hablar de cine, del buen cine de ambos, fue inevitable que se refirieran a los problemas del mercado cinematográfico en aquellos años de El extraño viaje (que, como se sabe, estuvo retenida por los propios productores durante más de cinco años); en realidad, no eran tan distintos de los actuales. Un ejemplo: José Antonio Romero, productor de una película que está muy bien, La flaqueza del bolchevique, denunciaba hace unos días en la prensa, con el grandilocuente título de Yo acuso, que su película iba a ser retirada de cartel a las dos semanas de haber sido estrenada, a pesar de las excelentes críticas obtenidas. ¿La causa? En su opinión, el "mercado cautivo", es decir, las asfixiantes presiones de la competencia. Razones similares a las que acabaron haciendo de El extraño viaje una película maldita. Ha dicho Víctor Erice en Barcelona que "una de las pérdidas más dramáticas del cine actual es que ha dejado de ser un arte popular", y ésa, desde luego, es una razón de peso que añadir a las puramente mercantiles. Hablando de Erice, parece que por fin se va a estrenar Alumbramiento, sus espléndidos diez minutos en Ten minutes older, que tanto ha fascinado en festivales, pero que aquí está recorriendo otro nuevo extraño viaje. Hace bien Almodóvar en admirar el cine del pasado, porque en él están las claves de lo que podría ser el de hoy.
Babelia
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