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Tribuna:
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¿Y el contenido de la circular?

Al margen del uso "científico" que unos y otros hagamos de la palabra "inmigrante" lo realmente preocupante es que se ponga de manifiesto el que nuestros gobernantes piensen que al que recala en este país hay que "orientarle" -no informarle- para que se integre "mejor", para que sea "como nosotros". En realidad, lo que está diciendo la consejera de Educación, Anjeles Iztueta, es que se le está orientando para que sea como nosotros queremos que sea. El problema es que quien habla en nombre de todos "nosotros", la consejera, tiene una idea muy particular y reduccionista de ese nosotros. La consejera establece el modelo de vascos al que todos nos tenemos que amoldar, negando incluso los lazos que nos unen y nos hacen menos diferentes de lo que ella quisiera, y, por supuesto, haciendo invisible la lengua común en la que nos comunicamos todos, tengamos el sentimiento identitario que tengamos.

Lo preocupante es que se piense que al que llega a este país hay que "orientarle" para que sea "como nosotros"

El imaginario ideal de ese nosotros que la consejera pretende imponer como referencia para todos, niega derechos de ciudadanía como la elección de centro o modelo lingüístico y olvida la existencia de normas de exención de estudio de euskera -hechas aquí, por el Departamento de Educación, como la Ley de la Escuela Pública Vasca- de las que, se supone, las comisiones territoriales de escolarización tendrían que informar a los recién llegados.

En estos últimos años, al alumnado autóctono se le ha disuadido de múltiples maneras de optar por el modelo A, tomando decisiones de planificación que han convertido centros públicos de gran prestigio en sitios dedicados de manera prácticamente exclusiva a la inmigración, reduciendo a su mínima expresión la oferta del modelo A, "conduciendo" la demanda hacia los modelos B y D con éxito evidente, mientras se convertía en guetos de marginación los modelos A de la pública, no así los de la privada. Se ha impedido en la pública que el modelo A conviviera con el modelo D, alegando que eso perjudicaba la "inmersión lingüística" del alumnado, cosa que, sorprendentemente, no ocurría en la privada concertada; en el altar de esa inmersión lingüística se ha sacrificado la lengua materna del alumnado como criterio a la hora de decidir en qué lengua se debía realizar el proceso de enseñanza-aprendizaje, la pluralidad lingüística de nuestra sociedad e incluso la voluntad de las familias.

Pues si esto se ha venido haciendo con el alumnado autóctono, ¿qué inconveniente habrá para hacerlo con alguien que viene de fuera? ha pensado la consejera. Es decir, que un alumno de Sevilla que viene a Vitoria a cursar 4º de ESO, no tiene ningún problema para que se le "oriente" a un modelo B y D. Y uno se pregunta: ¿la Comisión territorial de escolarización le informará de que puede cursar sus estudios en modelo A y de que, incluso, puede pedir la exención de estudiar euskara, si su estancia va a ser limitada? Imaginémonos que sí, que, a pesar de las instrucciones, se le informa correctamente; a continuación, le disuadirán diciendo que no hay centro con oferta de modelo A cercano a su domicilio, ni el departamento tiene intención de que la haya.

Bien diferente es si el escolar procede de una nacionalidad no española (comunitaria o extracomunitaria), salvo en el caso de la mayoría de los latinoamericanos que tienen (éllos y nosotros) la suerte de tener un nexo de comunicación compartido con nosotros, los vascos, que es el español. Es decir, que además del origen, de la lengua, de la nacionalidad, debemos tener en cuenta otros factores como la edad, el nivel de estudios cursados, la intención de permanencia en nuestra comunidad -ligada sin duda a cómo sean acogidos, a que los adultos encuentren trabajo y a otros factores que harían muy prolija la exposición-, pero que siempre deberá tener como intención hacerles la vida más fácil, no convertir la escolarización en un foco de más problemas.

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Por tanto, no es posible establecer unos criterios de escolarización tan tendenciosamente genéricos y canalizarlos a través de unas comisiones de escolarización en las que sólo está presente la administración educativa, cuando la tipología de alumnado es tan heterogénea. La casuística es tan diversa (edad, origen, nacionalidad, nivel de escolarización, lugar de residencia...), que ponen en evidencia los criterios generales establecidos. Es decir, esas instrucciones son inútiles, no sirven. Retírelas y acuerde otras, señora Iztueta. Escuche a quienes estamos trabajando con este alumnado.

Es necesario invertir en consenso, en respeto a la diferencia, para hacernos con un sistema educativo auténticamente integrador que responda adecuadamente a esta realidad emergente; pónganse los medios necesarios para alcanzar los objetivos que nuestro ordenamiento legal establece -el bilingüismo entre otros (recordemos que todos los modelos lingüísticos son bilingües) y, si no cumplen sus objetivos, plantee su modificación donde se debe hacer-, infórmese de todos sus derechos a los recién llegados, revísese el Mapa Escolar para que se pueda ejercer realmente la elección de modelo y centro, abra las comisiones de escolarización a la parte social. En definitiva, trabajemos por un sistema educativo en el que quepamos todos y todas, cada uno con sus sentimientos identitarios diferentes; no pongamos el sistema educativo al servicio de ningún portavoz de ese nosotros que excluye, que divide, sectariza y nos conduce a la fractura social

Javier Nogales es secretario general de CCOO de Enseñanza de Euskadi.

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