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Las trabas para comprar o alquilar viviendas vacías en la España rural: del recelo social al desacuerdo entre herederos

Un proyecto que se probará en un pueblo de Soria busca facilitar el traspaso de casas deshabitadas en estas zonas y revertir el éxodo demográfico

San Esteban de Gormaz en Soria
Vecinas de San Esteban de Gormaz (Soria) caminan por las calles del pueblo.Juan Navarro
Juan Navarro

Arriba, la fortaleza medieval. Abajo, la debilidad contemporánea: la despoblación. El castillo de San Esteban de Gormaz (Soria, 3.000 habitantes) sirvió para vigilar desde una loma la irrupción de enemigos por el llano. El mal, sin embargo, lleva décadas a los pies de la muralla. El vaciamiento demográfico ha provocado que el pueblo, y los 19 pequeños núcleos que abarca bajo su Ayuntamiento, pierda un tercio de su población desde 1970. Medio siglo de crisis demográfica. Este escenario ofrece una paradoja galopante en el medio rural, pues pese a su despoblación, los potenciales repobladores sufren para instalarse. Recelo social, propiedades atomizadas entre herederos, codicia, falta de inversión o dejadez se abrazan para frustrar el forastero. Un proyecto piloto tratará de revertir esa tendencia y favorecer el movimiento de vivienda en los pueblos. Lleva la firma de la plataforma Vivaces, que integra a grandes empresas y asociaciones locales, cuenta con financiación parcial del Ministerio de Transición Ecológica, y ya ha sido presentado ya a los vecinos de este pueblo soriano.

Según los datos del INE, casi la mitad de las viviendas de San Esteban ―el 42%― están vacías o en desuso. Un dato muy superior a la media nacional, que está en el 23,8%. En Castilla y León, la comunidad autónoma con más pueblos de España, más de tres de cada 10 casas están inhabitadas. Es el porcentaje más alto del país. En cambio, cuesta horrores comprar un hogar. Alquilar también es difícil. Iván Auciello, uno de los autores de un informe sobre el tema elaborado por la plataforma Vivaces , explica que “la vivienda debe ser la palanca contra la despoblación” y que la iniciativa busca conocer “el comportamiento del propietario y qué políticas favorecen ofrecer la vivienda en alquiler”. “En lo rural hay mucha reticencia a alquilar por miedo a impagos, los papeleos y miedo a lo extraño”, sostiene el experto en vivienda.

El enfoque del proyecto de Vivaces pasa por un completo “acompañamiento”, implicando a las entidades locales como asociaciones o ayuntamientos, para asistir a los dueños, intermediar, ayudar a redactar contratos o a buscar inquilinos y asegurar el pago. Una clave, la pedagogía. Primero, lo positivo: alquilar reporta beneficios personales y comunales, con más vecinos para el censo, y otros lugareños ya lo hacen, por aquello de mirar de reojo al prójimo. Además, hay ayudas públicas. Pablo Maderuelo, colaborador de Vivaces y conductor del acto de presentación en San Esteban, resume así: “Más zanahoria que palo”. Palo: mantener la vivienda vacía genera pérdidas, deterioro, pérdida de valor… y el fantasma de pagar más Impuesto de Bienes e Inmuebles (IBI).

La nueva Ley de Vivienda recoge por primera vez incrementos municipales del IBI a viviendas desocupadas, considerando así las que lleven más de dos años cerradas, o cuatro si son segundas residencias, según las ordenanzas locales, y pertenezcan a titulares de cuatro o más inmuebles, algo común en los pueblos. Los recargos de IBI llegan al 50% en el estándar, y hasta un 150% para quienes posean dos o más inmuebles desocupados en el mismo municipio. Ángeles Martín, responsable contra la despoblación en el ministerio, insiste: “Hay que hacer atractivos estos territorios, la vivienda es la principal barrera socioeconómica aunque parezca paradójico”.

El proyecto se expuso el pasado diciembre en el salón de actos del antiguo edificio de las escuelas de la localidad soriana. Dos asistentes cuentan batallitas antes del coloquio. Hablan de un viaje a San Petersburgo, de una operación de rodilla y de un sobrino que trabaja como ingeniero en Israel. “¿Cómo se va a quedar aquí?”, se preguntan, antes de pasar a lo inmobiliario: sugieren bajadas fiscales, atraer empresas o compensaciones económicas. Todo este repaso, sin preguntarles. Al inquirir por lo habitacional, Agustín Gallardo, de 70 años, percibe cierto miedo popular “a los okupas”, pero él no ha tenido problemas: “Llevo 35 años alquilando un piso aquí, y no pasó nada, la gente quiere venir y ser un vecino más”. Sus inquilinos son una pareja búlgara, que trabaja en una cercana plantación de manzanas, con sus dos hijos. “Pagan menos de 400 euros, me dieron pena porque tenían mucho interés y no hay que estafar a la gente”, sostiene Gallardo, quien declinó una oferta de compra del matrimonio: “Tengo hijos y quiero dejárselo”.

Su amigo Julio Alonso, también de 70, recuerda que “Mohamed ha comprado la casa de Silverio” y ambos destacan que el futuro de San Esteban de Gormaz, y alrededores, pasa por los migrantes y el sector primario sin relevo generacional: “Hay mucho trabajo en el campo y son todo extranjeros, el trabajo de campo no lo hace cualquiera, hacen lo que nosotros no queremos y dan vida al pueblo”. “Habrá inmigrantes malos, igual que españoles, pero se han adaptado y son uno más”, inciden los señores.

San Esteban de Gormaz, en la provincia de Soria.
San Esteban de Gormaz, en la provincia de Soria.Juan Navarro

Un paseo acredita que va aumentando el porcentaje de foráneos. Hoy hay baratillo, y entre fruta, chándales, perfumes, herramientas, pollos asados, deportivas y chaquetones se mueven desde paisanos con boina hasta madres marroquíes con carrito. Alrededor, la realidad inmobiliaria. Una casona de adobe derruida, una vivienda de pintura reciente pero ventanales desvencijados, un edificio completo, de dos plantas, completamente a la venta. Abundan los carteles de “Se vende”; no se ven “Se alquila”. Telefonear a uno arroja estos datos: casa completa por 59.000 euros “negociables”. “Qué le digo”, se asombra la mujer, poco habituada a contactos: “Es de varios hermanos, se murió mi padre hace 15 años y luego lo hemos ido dejando”.

Los pasos llevan por una calle otrora principal y hoy también en decadencia. La carnicería Teófilo Crespo cerró tiempo ha; al lado la de Teótimo Cerezo ofrece hígado y lechazo. Muchas verjas corridas, corroídas por el óxido del cese de negocio. Una mujer escruta los terrenos, casas y pisos ofrecidos por una inmobiliaria.

Angelines de Diego, de 74 años, celebra que unas hectáreas de su propiedad han encontrado adquirente. La soriana se asombra por las dificultades inmobiliarias en un lugar con tanta casa en desuso. De poco sirven los históricos blasones prestigiando la fachada si dentro nadie vive. “Vas a comprar y encima es caro”, recalca. Ella lleva tres años arrendando un piso a una joven “que es conocida” y con quien se entendió “gracias al boca a boca”, pues en estas provincias los portales de compraventa o alquiler apenas funcionan. Se consigue más en el bar que en la red. “En septiembre me llaman muchísimos profesores que vienen a San Esteban y están desesperados porque no encuentran nada”, lamenta De Diego, quien arrienda su piso por 320 euros mensuales: “¡Y tiene ascensor y todo! Hay muchas casas viejas por las que piden 400, pero yo no quiero abusar”. Cómo cambian los tiempos es la conclusión al ascender hacia la iglesia de Nuestra Señora del Rivero, una joya románica admirada por dos turistas que tendrían dificultades residenciales para quedarse si quisieran cambiar de vida.

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Sobre la firma

Juan Navarro
Colaborador de EL PAÍS en Castilla y León, Asturias y Cantabria desde 2019. Aprendió en esRadio, La Moncloa, buscándose la vida y pisando calle. Grado en Periodismo en la Universidad de Valladolid, máster en Periodismo Multimedia de la Universidad Complutense de Madrid y Máster de Periodismo EL PAÍS. Autor de 'Los rescoldos de la Culebra'.
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