_
_
_
_
_

Koizumi quiere cambiar la Constitución japonesa impuesta por EE UU

Tokio no tiene un Ejército regular desde 1945

Japón celebra el domingo unas elecciones generales marcadas por la necesidad de readaptarse a un mundo globalizado para salir definitivamente de la larga década de crisis que afecta a la segunda potencia económica mundial y que ha desconcertado a buena parte de sus 127 millones de ciudadanos. El primer ministro, Junichiro Koizumi, lidera la campaña electoral con promesas de reformas tanto políticas como sociales y económicas.

Bush ha dicho que ha llegado el momento de que Tokio participe en la defensa de Occidente
Más información
Una sociedad en plena mutación
La coalición de Koizumi conserva la mayoría absoluta en Japón
Japón aprueba el envío de tropas a Irak a pesar de las críticas de la oposición y la sociedad

La oposición, encabezada por Naoto Kan, ofrece un cambio definitivo en la manera de gobernar Japón. La batalla por hacerse con el poder es cada día más agresiva, frente a una gran masa de votantes indecisos y decepcionados de una clase política cuyos fundamentos cuestionan los mismos candidatos.

Esta campaña electoral japonesa en la que los contendientes han descendido de las alturas ideológicas de sus partidos para discutir asuntos de la vida cotidiana es la más parecida a una occidental desde que Estados Unidos impuso al Imperio del Sol Naciente una Constitución democrática y pluripartidista tras ocupar el país al final de la II Guerra Mundial.

Fue Naoto Kan, de 56 años y líder del Partido Democrático de Japón (PDJ), quien decidió apoyarse en un manifiesto de ideas y planes concretos, incluido un calendario de su puesta en práctica, como método para hacer frente a la arrolladora personalidad de Koizumi, el primer ministro más popular de los últimos 30 años.

Únete a EL PAÍS para seguir toda la actualidad y leer sin límites.
Suscríbete

Koizumi, un intruso entre los grandes dinosaurios del conservador Partido Liberal Democrático (PLD) a pesar de que su padre y abuelo fueron ministros y diputados, ha optado también por hacer una campaña con promesas concretas dirigidas a los distintos grupos demográficos, desde las amas de casa a los agricultores, pasando por obreros y funcionarios. La agricultura apenas cuenta con un 5% del PIB japonés, pero las bases del PLD proceden del campesinado y siguen teniendo un importante peso en el partido a la hora de votar.

Según la encuesta realizada durante el pasado fin de semana por el diario Yomiuri entre 225.000 eventuales votantes por todo el país, el PLD obtendría en estas elecciones 252 escaños, con los que se garantizaría la mayoría absoluta (la Cámara baja tiene 480 escaños) que Koizumi busca para poder acometer las reformas estructurales que pretende, incluida la del artículo 9º de la Constitución, por el que Japón renuncia a la guerra y con ello a tener un Ejército regular como cualquier otro país.

La reforma de la Constitución de 1947 cuenta con apoyo entre las generaciones que no sufrieron el trauma de las bombas nucleares de Estados Unidos y la consecuente derrota japonesa. Los más ancianos no quieren volver a oír hablar de ejércitos, ni de guerras, y se oponen radicalmente a cualquier modificación de la Carta Magna.

Esta pretensión de Koizumi es interpretada por algunos como un nuevo sometimiento de Japón a los deseos de Estados Unidos. Tomie Wada, de 70 años y ama de casa, asegura que votará al Naoto Kan porque Koizumi "no tiene criterio propio y sólo hace lo que Bush le ordena".

El presidente George W. Bush ha dicho abiertamente a "su amigo" Koizumi que ha llegado el momento de que Tokio no sólo participe con dinero en la defensa común de los intereses de Occidente, sino también de forma práctica con tropas de apoyo. Japón cuenta con 240.000 hombres bien entrenados y pertrechados pertenecientes a las llamadas Fuerzas de Defensa.

Ante la presión de EE UU, el Gobierno decidió enviar 1.000 soldados a Irak, lo que dividió el pasado verano a la sociedad y al Parlamento japoneses. La campaña electoral y la inseguridad reinante en Irak han retrasado el envío de los efectivos nipones, cuyo primer contingente de algo más de un centenar de hombres debe llegar al sur de Irak "a finales de año", según dijo ayer a este periódico el portavoz del Ministerio de Asuntos Exteriores japonés, Hatsuhisa Takashima.

Pero, aunque la política hacia Irak caldeó los ánimos de los parlamentarios al principio del verano, de cara a las elecciones del domingo son las cuestiones económicas las que acaloran el debate. Ahora que comienza a verse la luz al final del túnel tras 12 años de estancamiento y deflación, las pensiones, el paro y las privatizaciones son las claves de la campaña.

Koizumi se comprometió a privatizar la Corporación de Carreteras de Japón, un auténtico pozo sin fondo que alimenta toda una serie de intereses de la vieja clase política, y Correos, que cuenta con el mayor fondo nacional de depósitos y seguros, por el que el Gobierno inyecta liquidez al sistema y que el PLD maneja desde su creación como si fuese propio.

En estos dos años y medio no ha hecho nada, pero sigue firme en su voluntad de acabar con estos dos importantes focos de corrupción, pese a que supone declarar la guerra a la vieja guardia del PLD y a sus prácticas políticas.

Por ello, Koizumi, que llegó al poder después de que una serie de torpezas obligaran a Yoshiro Mori a dimitir tras apenas un año de gobierno, considera estas elecciones como un plebiscito sobre su política.

"Convertir en transparentes esos dos agujeros negros no sólo sería una revolución económica, sino también política", aseguran fuentes diplomáticas europeas que no ocultan su escepticismo. "La llegada de Koizumi fue un rayo de esperanza para un país sumido en una profunda crisis, pero 30 meses sin que echasen a andar las reformas que debían alumbrar el nuevo Japón acabaron con el entusiasmo", añaden.

Sin embargo, no son pocos los que creen en este encantador de serpientes, que acaba de sacar de las filas del PLD a dos de sus dinosaurios y ex primeros ministros. Quienes siguen confiando en Koizumi están convencidos de que, si obtiene una victoria sonora en las urnas, aupará definitivamente a Japón al tren del cambio.

Sachiyo Kaifu, esposa del ex primer ministro y candidato Toshiki Kaifu, en la oficina electoral de su marido en Tokio.
Sachiyo Kaifu, esposa del ex primer ministro y candidato Toshiki Kaifu, en la oficina electoral de su marido en Tokio.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_