A tiros por un altar maya
Rescatada en Guatemala una obra excepcional de manos de saqueadores
La historia parece sacada de una aventura de Indiana Jones, pero es real: en Guatemala, arqueólogos y policías han conseguido arrancar de manos de una banda de peligrosos saqueadores, y en competencia con un grupo de traficantes de droga, una pieza excepcional de la cultura maya. Las peripecias en que se ha visto envuelto el objeto, un hermosísimo altar ceremonial de piedra del siglo VIII erigido por Taj Chan Ahk Ah Kalompte, el mayor soberano de la poderosa ciudad de Cancuén ("Lugar de Serpientes"), junto al río Pasión, en la región del Petén, incluyen su traslado y escondite en varios lugares de la selva y una verdadera batalla por él entre grupos rivales, a tiros.
El altar se encuentra ahora a salvo en el Museo Nacional de Guatemala para su limpieza y el desciframiento de sus glifos.
Ladrones de tesoros y traficantes de droga se enfrentaron por la antigua pieza hallada en las ruinas de Cancuén
La National Geographic Society y la Universidad de Vanderbilt (EE UU), que colaboran en la investigación arqueológica de Cancuén, un gran centro de la época clásica maya, anunciaron la recuperación de la pieza, que pesa casi 300 kilos y tiene forma de disco y el tamaño aproximado de un neumático grande. En el arduo proceso para ello ha sido fundamental el papel jugado por el arqueólogo estadounidense Arthur Demarest, que con el guatemalteco Tomás Barrientos dirige las excavaciones en la antigua metrópoli perdida, que floreció gracias al monopolio del comercio de jade. En 2000 los arqueólogos descubrieron las ruinas del inmenso palacio de Taj Chan Ahk, de más de 170 habitaciones.
Demarest explicó en una conferencia de prensa telefónica que la primera noticia de la existencia de la pieza la tuvo al acudir a su tienda en la excavación un grupo de ancianos mayas y relatarle cómo una mujer "había sido brutalmente apaleada por un grupo de enmascarados armados con metralletas que buscaban un altar robado de Cancuén del que yo no sabía ni que existiera".
Demarest y sus colegas cuentan con la confianza de los empobrecidos mayas queqchi de los poblados vecinos a las ruinas porque están involucrados en un proyecto de turismo sostenible y desarrollo indígena que se realiza paralelamente a las labores arqueológicas.
La acción de los enmascarados puso en marcha un operativo de búsqueda del altar en el que colaboraron los lugareños, los arqueólogos y la división de patrimonio cultural de los Servicios de Investigación Criminal guatemaltecos (SIC, equivalente al FBI). La investigación sacó a la luz una enorme red de saqueadores y traficantes, y se ha saldado con varias detenciones.
La historia del altar maya comienza en el lejano año 796 cuando fue erigido por el Señor de Cancuén para conmemorar una reunión con un monarca vasallo. La pieza, en la que aparecen representados ambos reyes practicando el sagrado juego ceremonial de la pelota, se instaló en la cancha destinada a éste y tenía la función de marcador y lugar para la realización de sacrificios.
Al ser abandonada Cancuén a principios del siglo IX, en el contexto del misterioso declinar del imperio maya, el altar quedó cubierto por el manto de selva que cubrió la ciudad. La excavación del campo de juego de pelota estaba prevista para 2005, pero fuertes lluvias sacaron a la luz el altar en octubre de 2001 y una pandilla de saqueadores locales se hizo con él y lo llevaron en bote por río hasta su guarida. Fotografiaron la pieza e hicieron circular copias en busca de vendedor. Un grupo de traficantes de drogas ofreció 4.000 dólares pero los ladrones pidieron más. Disensiones entre los forajidos dieron pie a un tiroteo por el altar, mientras los traficantes buscaban la pieza por su lado. En marzo de 2003, el jefe de los traficantes fue tiroteado y muerto por un rival y estalló una guerra de bandas de la droga en la zona. Finalmente el líder de los ladrones fue detenido por el SIC, pero el altar había sido ya vendido y llevado en un camión. En mayo, la investigación condujo a la frontera con Belize y finalmente la pieza, que había sido enterrada hasta que se perdiera la pista, fue recuperada hace unos días.
"Es un hallazgo excepcional y una victoria contra los enemigos del patrimonio", valoró Demarest. "El altar nos dará información sobre los días finales del reino, que son también los del colapso de la civilización maya", añadió el arqueólogo, que recordó que la tumba del soberano en Cancuén aún no ha sido encontrada.
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