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Las imágenes de las Brigadas Internacionales

Una exposición y un libro. Se trata de un homenaje a uno de los escasos mitos modernos unificadores que resisten al paso del tiempo y que pueden servir aún para crear una memoria social: las Brigadas Internacionales. Esos 35.000 voluntarios que vinieron a España para luchar al lado de la República son la materialización del internacionalismo, del antifascismo y del heroísmo desesperado.

Si los miramos desde el año 2003, aparecen como valerosos precursores del altermundialismo que llena las calles contra la OMC o la guerra de Irak, capaces de resistir al proyecto de idiotización colectiva en que anda empeñada la mayoría de canales de televisión, e incluso a las beatificaciones en masa de los religiosos asesinados entre 1936 y 1937.

El Museo de Historia Contemporánea de París acoge hasta el mes de junio de 2004 una exposición, fruto del trabajo de investigación de Michel Lefebvre y Rémi Skoutelsky, que se ha traducido también en un libro de 192 páginas -Les Brigadas Internacionales, images retrouvées- y que ha rescatado del olvido centenares de imágenes. Entre ellas, la del cirujano neozelandés que opera a un herido en una gruta vecina al frente del Ebro con la ayuda de la enfermera Salaria Kee, una mujer negra. Como también lo era el líder del batallón Washington, Olivier Law. Y también descubrimos al japonés Shirai, que morirá en Brunete, o al filipino Luna.

Inéditas

Si los cascos de los brigadistas son todos distintos, también lo son sus orígenes. Son militares no militaristas, la encarnación de la solidaridad. Como es obvio, en todas esas fotografías, muchas de ellas inéditas, no encontramos el rastro de las distintas traiciones de que fueron objeto los brigadistas, fusilados por Stalin los de origen ruso, depurados los que sobrevivieron a la II Guerra Mundial pero optaron por el Este, marginados en su país los suizos, británicos, estadounidenses o canadienses.

En España murieron entre 7.000 y 8.000, un 50% fue herido en combate, pero la guadaña más eficaz fue la de los campos de concentración.

De su paso por los frentes de la Ciudad Universitaria de Madrid, Brunete, Ebro o Cataluña vemos imágenes bélicas, pero también de su relación con los españoles, de su breve integración en la vida cotidiana de un país en guerra.

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