Los empleados iraquíes de la ONU esperan otro atentado
"Esperamos otro atentado en cualquier momento", asegura sin parpadear una empleada iraquí de la ONU en Bagdad. Unas horas antes, el puñado de funcionarios extranjeros que aún permanecían en la capital iraquí se había dirigido al aeropuerto en un convoy fuertemente escoltado, incluso por un helicóptero. Su destino, Chipre, donde van a debatir si en las actuales circunstancias pueden seguir trabajando en Irak.
Es el fin de las operaciones en Bagdad. Oficialmente, el personal local sigue trabajando, pero en la práctica, todo se paralizó a raíz del atentado del 19 de agosto, en el que murieron 22 personas, la mayoría funcionarios, y entre ellos, el representante especial de Kofi Annan, Sergio Viera de Mello. Eso es al menos lo que asegura la fuente, quien, en su calidad de responsable de uno de los equipos esenciales para el funcionamiento de todas las agencias, conoce bien los entresijos de la casa.
"Todos los empleados no esenciales han recibido la orden de quedarse en casa, aunque seguirán recibiendo sus sueldos", explica. "En cuanto a los servicios necesarios como seguridad y comunicaciones, van a hacer turnos para mantener las instalaciones, pero sólo irán una o dos personas por servicio cada día", añade. En su opinión, se trata de minimizar los riesgos porque están convencidos de que van a ser objeto de "otro atentado en cualquier momento".
"Después del ataque del día 19 no hemos vuelto a trabajar de verdad", afirma esta mujer, que resultó herida por la explosión. "Nos quedamos desorientados, sin saber qué sentido tenía nuestra presencia aquí", admite sin tapujos. "Sólo el programa Petróleo por Alimentos ha continuado con el traspaso de la operación a las autoridades iraquíes. En realidad son los únicos que hacían algo concreto, porque el resto está tan burocratizado que a falta de un mandato claro se limitaba a autoperpetuarse", denuncia.
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