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Crítica:CENTENARIO DE THEODOR MOMMSEN
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

La última historia literaria

Hubo un tiempo en que escribir historia era escribir literatura, cosa que tenía más trascendencia de la que parece. La Historia de Roma de Theodor Mommsen (escrita en 1856 y por la que su autor fue galardonado con el Nobel en 1902) pone un largo final a esa época. Pocas veces el Nobel ha recaído con tanta nitidez en un autor que equivale a una obra y a un género literario. En el siglo XX, la historia de Roma superará en raras ocasiones la especialidad científica, por la propia evolución de la historiografía, y porque Roma ha sido un objeto abandonado por la cultura. Aun así, Kovaliov, que escribió desde la ortodoxia soviética su propia Historia de Roma, parece ya un buen candidato a ser leído literariamente. Y entre lo muy reciente, resulta muy recomendable la Grandeza y caída del Imperio romano de Le Glay.

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¿Por qué es literaria la historia de Mommsen? No porque ceda a la subjetividad o la divulgación. Al contrario, gozó de la mayor excelencia científica. Tampoco por estar "bien escrita". Es literaria porque esa belleza se sostiene en un proyecto que es a la vez estético y moral, y que se deja ver en cualquiera de sus apreciaciones: "No resaltar la sencillez y la naturaleza íntima de los dioses de Roma sería faltar a un deber de todo historiador". Por eso escribe siempre con claridad clásica. No importa el asunto. Explica el retraso agrícola por "la obstinada rutina del labrador" y describe así las tumbas del Lacio: "Basta con un montoncillo de césped que cubra el cuerpo". Mantiene, en fin, el viejo proyecto de la historia de los antiguos: "Nosotros, hijos del mundo moderno, debemos

... sacar de ellos eficaces enseñanzas". Mirado en aquel espejo tiene tanto de Polibio (más racional y crítico) como de Tito Livio (más poeta).

Se publicó en español en 1876, lo que da idea de su éxito en toda Europa. Su traductor, A. García Moreno, tuvo con toda seguridad ante sus ojos también la versión francesa, que circuló igualmente en nuestro país (por ejemplo, es la que tenía Unamuno en su biblioteca). La edición actual ha puesto al día el estilo, por lo que es una lástima que hayan quedado leves residuos de aquellas fases de la traducción: "Fue entonces que"; "Pulquer" en vez de "Púlquer". Lástima también que no se le haya añadido un índice onomástico, no sólo para los nombres antiguos, sino también para aquellos menos esperables, como Schiller o Don Quijote. Y a propósito, no debemos dejar de leer "nuestro" capítulo: "Los indígenas de España dieron qué hacer a los romanos de una manera increíble". Los menos romanizados de nuestra Península quedan resumidos en este alarmante retrato: "No se entendían entre sí, ni con los romanos".

Otros aspectos -lógicamen

te- han quedado anticuados. Los estudios lingüísticos y los de la religión romana han cambiado mucho sus enfoques. Se nota que Mommsen era jurista y que estaba especializado en las inscripciones latinas. También se nota que era un nacionalista (lo de alemán es accidental) del siglo XIX, pero eso no ha quedado anticuado, en contra de lo que hipócritamente solemos decir. Veámoslo, literalmente, en una palabra: como sucede en toda la tradición académica alemana, el adjetivo "indoeuropeo" se sustituye a menudo por "indogermánico". Quiero decir que esta Historia de Roma puede y debe leerse, por clásica, como una historia de Europa, como una historia del Mediterráneo y como historia de Occidente.

Mommsen anticipa algunas líneas de la historiografía contemporánea: la reivindicación de Roma sin "infantiles paralelos históricos" con Grecia. Ambas pueden estudiarse a la vez y por separado -asegura muy bellamente- "como la encina puede vivir al lado del rosal". Su historia total se parece curiosamente a los actuales enfoques multidisciplinares. Hace historia económica, de la literatura, del arte, de las ciencias, de las técnicas... Incluso su atención a las instituciones romanas contiene muchos elementos que ahora se detallan en la historia de la vida privada. Con todo, su mayor atractivo se debe al Mommsen jurista: la elaborada teoría del poder, imprescindible para comprender la asombrosa expansión de Roma.

Así valora Mommsen a Tito Livio: "Ese escritor admirable, situado en el límite entre los viejos y los nuevos tiempos". Así hemos de valorarlo a él.

Detalle de una pintura mural de la Casa de los Vetti (Pompeya), que muestra a Ixion condenado por su impiedad.
Detalle de una pintura mural de la Casa de los Vetti (Pompeya), que muestra a Ixion condenado por su impiedad.

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