La gamba, al desnudo
La escultura de Mariscal se restaurará sobre el edificio del Moll de la Fusta de Barcelona

La gamba de Mariscal, finalmente, no se moverá de donde está. Ni para ser restaurada. Los trabajos de adecentamiento de la escultura se realizarán en el mismo emplazamiento en el que está, sobre uno de los edificios del paseo del Moll de la Fusta. En principio, estaba previsto retirar la gamba, llevarla a los talleres, restaurarla y volver a colocarla sobre el nuevo restaurante. Pero no se hará de esa forma porque en el traslado -que implicaba izarla- la escultura podría resultar dañada. Ésa es la explicación del Ayuntamiento de Barcelona, a cuyo cargo se realizará la restauración de la obra de Mariscal, diseñada en la época preolímpica.
Así que el peculiar aspecto que ofrece ahora es el de una gran gamba que reposa, inclinada, sobre la estructura de vigas de madera. Porque el resto del techo ha sido retirado. Podría interpretarse como una gran parrilla y, sobre ella, la gamba.
Las obras del Moll de la Fusta se iniciaron el pasado verano y ya se han derruido los cinco edificios que se levantaron a finales de la década de 1980. Además del restaurante sobre el que reposará la escultura, en el otro extremo, junto al monumento a Colón, se construirá otro edificio que se destinará a usos informativos relacionados con el Puerto de Barcelona y el Museo Marítimo. Las obras tienen un coste de 4.187.000 euros, por cuenta del Puerto de Barcelona, propietario del suelo, del Ayuntamiento de Barcelona y de la Sociedad Municipal de Aparcamientos y Servicios (SMASSA). La reforma estará lista, según las previsiones, en febrero de 2004. Se reformarán los 15.000 metros cuadrados del paseo y también se cambiarán los accesos del aparcamiento.
El nuevo Moll de la Fusta tendrá menos obstáculos al quedar anulados los edificios centrales del paseo -que en su última etapa fueron after-hours-. También se suprimirán los bancos y las jardineras, y se reformarán las actuales salidas de humo del aparcamiento.
La idea principal es liberar ese espacio, ya de por sí de difícil acceso, y transformarlo en una zona de paseo, para lo que se han diseñado unas pérgolas que sombreen una de las zonas más desérticas de Barcelona, precisamente por la imposibilidad de resguardarse del sol y por estar rodeada de vehículos.
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