Un pulmón imprescindible de la economía
Italia, como España, es para los africanos una de las puertas de entrada a la Unión Europea. La imagen de un éxodo marítimo de proporciones bíblicas constituye, sin embargo, una relativa falsedad. La gran mayoría de los inmigrantes sigue llegando a territorio italiano de forma regular, en avión o en barco de línea, con pasaporte y visado en regla; sólo se convierten en "ilegales" o sin papeles cuando expira su permiso de estancia.
Pero esa imagen angustiosa del éxodo resulta muy útil para algunas fuerzas políticas. Para la Liga Norte especialmente. El partido federalista de Umberto Bossi vive de azuzar los sentimientos más bajos y viscerales de sus votantes. Bossi ha llegado a proponer que las barcazas de "los africanos" fueran hundidas "a cañonazos".
¿Es tan grave la situación? Para Italia, no, aunque requiera importantes gastos en patrullas navales, policía y billetes de retorno. La fuga de desesperados desde el norte de África es, sobre todo, una catástrofe humanitaria por las víctimas que deja en el desierto y en el mar.
El Gobierno de Berlusconi intenta paliar los efectos de la crisis convirtiendo a Libia en "gendarme" de los italianos, a cambio de ayudas económicas para la interceptación de los inmigrantes antes de que zarpen. Por otro lado, el plan Berlusconi debería desembocar en la simple creación de "campos de concentración" en territorio libio.
Por lo demás, la inmigración funciona como pulmón de la economía italiana. Uno de cada 10 trabajadores es extranjero y en las regiones más industrializadas, como Lombardía y Véneto, lo es uno de cada dos obreros. El número de inmigrantes regulares asciende, en total, a 2,4 millones de personas, después de que hace casi un año, cuando entró en vigor la ley de extranjería, fuera regularizada la situación de 600.000 personas. Marruecos, Albania y Filipinas son los principales países de procedencia.
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