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El mayor radiotelescopio cumple 40 años

La renovación de los equipos mantiene al observatorio entre los más avanzados del mundo

Entre la exuberancia tropical de una zona montañosa en Puerto Rico se oculta una instalación única en el mundo, el radiotelescopio de Arecibo, un plato reflector de 305 metros de diámetro construido con planchas de aluminio en una hondonada, con el que se puede observar tanto la atmósfera de la Tierra como la de otros cuerpos celestes muy distantes, como Titán (esta enigmática luna de Saturno reveló hace poco a los observadores de Arecibo que posee lagos o mares de hidrocarburos). Dentro de unos días, el 1 de noviembre, el observatorio celebrará sus 40 años de existencia, sembrados de éxitos en los campos de la astronomía y el estudio de las capas superiores de la atmósfera, a pesar de su antena primaria fija.

Ahora se pueden obtener imágenes de radar de asteroides con gran detalle

Este cumpleaños, que será seguido por un congreso científico, coincide con la renovación de la cúpula directiva del observatorio. Daniel Altschuler, de origen uruguayo, que ha sido su director durante 12 años, ha dejado el centro en manos de Sixto Fernández, su primer director puertorriqueño. Mientras que Altschuler es astrónomo, González es especialista en física de la atmósfera, lo que indica la dualidad de la investigación, que se realiza en tres áreas: la radioastronomía (la detección de fuentes naturales de emisiones en frecuencias de radio, como galaxias y púlsares - estrellas de neutrones rotatorias-), la ciencia atmosférica (se emiten ondas de radio para estudiar su dispersión en la ionosfera y también existe instrumentación óptica) y la astronomía por radar (se emiten potentes señales hacia planetas, lunas, asteroides y cometas y se recoge el débil eco generado cuando chocan con éstos). El observatorio puede también trabajar en red con otros, en interferometría de larga base.

Hace unos meses, cambió asimismo la dirección del Centro Nacional de Astronomía e Ionosfera, del que depende Arecibo, que gestiona desde 1971 la Universidad de Cornell (con sede principal en Nueva York) por encargo de la Fundación Nacional de Ciencia de EEUU (NSF). El nuevo director, Robert Brown, ha comentado: "La celebración no es sólo por la longevidad del telescopio de radio y radar, sino también para resaltar cómo se ha ido adaptando a la astronomía moderna". Y además, el observatorio se aproxima a una encrucijada porque el contrato de la Universidad de Cornell con la NSF expira el año que viene, y, por primera vez, la gestión del observatorio se otorgará tras un proceso competitivo que ya ha comenzado.

Con este panorama de cumpleaños y cambios, Altschuler ve su larga etapa al frente del observatorio como la de director de un complejo equipo, según dijo en una reciente conversación con este periódico. "Lo que hemos logrado en la innovación de los equipos ha sido gracias a la comunicación con todos los científicos interesados. Esta institución es bastante democrática en este sentido", explicó. La excelencia científica se mantiene sometiendo a evaluadores externos los proyectos de los científicos propios y de los ajenos (éstos últimos suponen el 75% del trabajo con el instrumento). El observatorio es un centro abierto a toda la comunidad científica.

De su etapa como director, Altschuler recuerda el descubrimiento de que en algunos cráteres de Mercurio, tan cercano al Sol, hay evidencia de hielo. También el hallazgo de planetas alrededor de un pulsar, un sistema que se sigue estudiando. Al aumentar la capacidad del radar planetario en 1996, se pudieron empezar a estudiar los objetos pequeños, como los asteroides que se acercan a la Tierra. Algunos han resultado ser binarios y se han obtenido imágenes con gran detalle.

Más recientemente, destaca este astrónomo el estudio de pulsos gigantes de un púlsar de la nebulosa del Cangrejo. La instrumentación fue construida por científicos de la Universidad de Nuevo México, con una resolución temporal muy alta. "Pudieron ver que los pulsos son de nanosegundos, lo que equivale a decir que la región de la cual provienen no es más grande que una mesa, a 6.000 años luz de distancia. Es decir, estamos viendo regiones muy pequeñas a gran distancia".

También es preciso recordar, cómo no, la búsqueda de señales inteligentes extraterrestres, sin resultados hasta ahora, cuyo proyecto actual termina dentro de unos meses, y la de satélites errantes, como el científico Soho, que Arecibo encontró en 1998. Y no se puede olvidar el rodaje de películas como la famosa Contact y Goldeneye, de la serie de James Bond.

Por otra parte, ha cambiado la forma de trabajar. Internet y a la automatización de los instrumentos de control permite a los astrónomos no desplazarse al observatorio en ocasiones. Altschuler opina, sin embargo, que, salvo trabajos rutinarios, conviene estar junto a la antena, para afinar la instrumentación y para darse cuenta tanto de las dificultades como de las posibilidades del sistema.

Daniel Altschuler, con el radiotelescopio de Arecibo al fondo. A la izquierda, una de las torres de hormigón de las que cuelgan las antenas centrales.
Daniel Altschuler, con el radiotelescopio de Arecibo al fondo. A la izquierda, una de las torres de hormigón de las que cuelgan las antenas centrales.M. R. E.

Un gran esfuerzo de comunicación

Al tiempo que celebra su 40 aniversario, el Observatorio de Arecibo crea una Oficina para la Divulgación de la Ciencia, de la que se ha hecho cargo el ya ex director Daniel Altschuler, volcado ahora en la educación y divulgación de los conocimientos astronómicos y científicos. Esta oficina supone la formalización de los esfuerzos realizados en los últimos años por Altschuler y José L. Alonso, director del centro de visitantes que lleva el nombre de Ángel Ramos y que recibe 125.000 visitas al año, abriendo de esta forma el centro astronómico a la sociedad puertorriqueña. Parte de esta labor de información y divulgación se hace a través de cursos para profesores de ciencia en las escuelas. Recientemente se celebró también un encuentro más interdisciplinar, con asistencia de profesores, científicos y divulgadores, sobre la comunicación de la astronomía en Hispanoamérica. Los participantes coincidieron, en una declaración final, en que el conocimiento científico es una parte integrante de la cultura y como tal, merece ser reconocido. El saber astronómico, en particular, ofrece grandes oportunidades para la divulgación de las ciencias en general, recordaron los participantes, quienes pidieron más apoyo para las actividades de divulgación y popularización.

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