Bill Viola se sirve del arte religioso del pasado para explorar las emociones
La National Gallery exhibe los últimos trabajos en vídeo del artista estadounidense
Bill Viola se ha sumergido en la pintura clásica de temática religiosa como punto de partida de la exploración sobre las emociones humanas en las que se ha embarcado y que recoge en su última serie, Las pasiones, que ayer presentó en la National Gallery, de Londres. Trabajando en su medio habitual, el vídeo, ha construido cuadros en movimiento que abren el diálogo entre el arte del pasado y el del presente. Procedente del Museo Getty, de California, la exposición viajará a Múnich tras su clausura en Londres el próximo 4 de enero.
"Estoy contento de estar vivo, porque la mayoría de los tipos de arriba están muertos. Pero estoy profundamente convencido de que sus obras siguen vivas". Con este comentario introdujo Bill Viola su exposición Las pasiones, que ocupa las salas subterráneas de la National Gallery con su valiosa colección de pintura de los grandes maestros del pasado. La pinacoteca ha descubierto en este artista estadounidense, precursor desde los años setenta de las nuevas tecnologías, y en especial del videoarte, el eslabón idóneo para entablar un diálogo entre pasado y presente, entre el clasicismo y el arte de vanguardia.
El propio Viola se inspiró en la pintura religiosa de la Edad Media y el Renacimiento para construir esta nueva serie de instalaciones en vídeo. El punto de partida fue un encargo de la National para ejecutar una obra a partir de un cuadro de su colección. Así nació The Quintet of the Astonishment, basada en un cristo de El Bosco, en la que un grupo de cinco actores expresan, independientemente y sin aparente conexión, emociones extremas. En Las pasiones se encuadran ya 20 vídeo-instalaciones, de las que 14 se exhiben en Londres.
En este grupo también se incluyen dos trabajos anteriores, de temática similar, The greeting (El saludo) y el impresionante The crossing (El cruce), con dos individuos en las caras opuestas de una pantalla absorbidos y consumidos por la potencia del agua y el fuego. Más reciente es Observance, de 2002, interpretación libre de los Cuatro apóstoles, de Durero, en la que una fila de personajes observan, compungidos, perplejos, horrorizados, alguna acción violenta, mortal probablemente, que no recoge la cámara. En Emergence, del mismo año, reconstruye la muerte y ascensión de Cristo. Cuidan al redentor dos figuras femeninas en esta composición, inspirada por un cuadro de Masolino.
Viola aplica la misma técnica a su serie. Rodadas en su mayoría a gran velocidad, en película de 35 milímetros, las escenas quedan ralentizadas en su montaje final hasta crear "cuadros en movimiento". Es un movimiento lentísimo, de fracciones de segundo, que desgarran las emociones y las hacen fluctuar desde el éxtasis a la histeria, el dolor, la pasión, la comprensión. "Me interesan las cosas invisibles y me atraen las miradas que tocan nuestros corazones", dijo ayer.
La conexión con el pasado también se extiende a la estructura y composición de las instalaciones. Viola monta sus escenas en dípticos, trípticos y retablos propios de la pintura religiosa. Deja las salas en tinieblas o en la oscuridad para que la luz brote directamente de las obras. "Me pregunté cómo verían nuestros antepasados estos cuadros en las iglesias, con la llama de las velas, sus sombras y sus secretos", recordó ayer.
En Las pasiones conecta, en cierta forma, con todos los creadores que le han precedido. En Catherine's Room rememora escenas de Veermer y otros portavoces de la escuela holandesa del XVI y XVI, con cinco paneles sobre los rituales cotidianos de una mujer. Encuadra la figura en una habitación simple, de techo de madera y una única ventana que refleja el día y la noche, el paso de las estaciones. Las dos figuras invertidas de Surrender se distorsionan de dolor recordando las deformaciones expresionistas de Munch o Bacon.
Pero es el remoto pasado la principal fuente de inspiración de Las pasiones. Para la exposición de Londres, Viola ha seleccionado las obras más pertinentes a la serie -desde el Cristo burlado (La coronación de espinas), de El Bosco, a Mater dolorosa, de Dirk Bouts, y, entre otros, una máscara del teatro Noh japonés- para ilustrar la relación con un arte que descubrió en su madurez. "De estudiante, lo clásico me parecía una cultura foránea, irrelevante. Yo era un vanguardista que debía romper con la tradición y crear algo novedoso. En un viaje a Japón, en 1980, comencé a descubrir el genuino valor del pasado", explicó este artista, que ha superado ya los 50 años.
Esta decena de obras de los siglos XIII, XV y XVI, procedentes de las colecciones de la National Gallery y los museos Británico y Victoria and Albert, se exhibe, junto a Man of sorrows (Hombre de los dolores), el vídeo de Viola, que, como el resto de su serie, se muestra al público en pantallas planas de última tecnología. El efecto de la pantalla produce en el espectador la sensación de estar contemplando un cuadro. "Esto es un encuentro de Oriente y Occidente. De técnicas clásicas y cuadros en movimiento ejecutados con la lengua vernácula de nuestro tiempo, el lenguaje de los jóvenes", señaló el artista.
En la ejecución de Las pasiones, el artista estadounidense se olvidó del egotismo característico de creadores singulares y aprendió, según señaló ayer en Londres, a "trabajar en equipo". "Siempre se aprende algo, y con esta serie yo he disfrutado de la colaboración generosa y extrordinaria de gente muy creativa", dijo en referencia a los actores, cámaras y otros profesionales que hicieron posible la puesta en escena de sus ideas.
El comisario de la muestra, John Walsh, recuerda que fue en el Museo del Prado, en 1986, cuando Viola "lloró por primera vez conmovido por un cuadro de Goya". Es una memoria que el artista no ha olvidado y que le ha llevado a plantearse si "llorar es sufrimiento o, por el contrario, es la liberación del sufrimiento".
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