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EL ADIÓS AL AUTOR MÁS POLIFACÉTICO
Columna
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Nunca encontraron a Carvalho

Desde el primer Carvalho cinematográfico que encarnó Carlos Ballesteros en Tatuaje (Bigas Lunas, 1976), pasando por el de Patxi Andión en Asesinato en el Comité Central (Vicente Aranda, 1982), el de Juan Luis Galiardo en Los mares del sur (Manuel Esteban, 1990) o el de Omero Antonutti bajo el disimulado nombre de Bardón en El laberinto griego (Rafael Alcázar, 1991), hasta las series televisivas interpretadas por Eusebio Poncela (Las aventuras de Carvalho, que dirigió Adolfo Aristarain) o por Juanjo Puigcorbé (Pepe Carvalho, dirigida por Enrique Urbizu, Merzak Allouache, Franco Giraldi y Rafael Moleón, entre otros), cada actor, guionista o director han tratado de traducir en imágenes la personalidad del idiosincrásico detective inventado por Vázquez Montalbán, recreación humorística y celtibérica de los duros y escépticos sabuesos del cine americano.

Le vimos en San Sebastián mientras apoyaba la promoción de la última película inspirada en sus obras, 'El misterio Galíndez'
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Pero Pepe Carvalho, gallego que comenzó como guardaespaldas de Kennedy siendo agente de la CIA y que acabó como espía de la Generalitat, refinado gourmet, sentimental con pasado comunista y una desmitificadora afición por la quema de libros, es algo más que un simple vehículo de peripecias policiales por rocambolescas que éstas resultaran. Carvalho fue un mirón de nuestra sociedad, a la que examinaba con un humor cercano al sarcasmo. Escéptico y cínico, no se casó nunca con nadie aunque supiera adaptarse con estoicismo a cada circunstancia, aceptando el trabajo de quien le pagara, pero sin perder por ello su independencia de juicio. Cuando Juanjo Puigcorbé estaba interpretando su serie para la televisión comentó el asombro que le producía la diversidad de criterios sobre el personaje por parte de los distintos directores y guionistas de cada capítulo. Cada cual daba vida a su propio Carvalho... cuya imagen, sin embargo, no solía responder a la que los lectores nos habíamos hecho de él. Quizás por eso Vázquez Montalbán prefirió no opinar nunca sobre el actor que mejor se había ajustado a su idea. Con ironía, se limitó a comentar que "en lo gastronómico, las producciones han ido mejorando".

Aunque los lectores no teníamos tampoco una idea clara sobre cómo podía ser físicamente Pepe Carvalho, su afición a la buena comida nos hacía sospechar que el detective sería tan gordito como el propio autor, que últimamente, por cierto, había adelgazado. Así le vimos en el Festival de San Sebastián mientras apoyaba la promoción de la última película inspirada en sus obras, El misterio Galíndez, dirigida este mismo año por Gerardo Herrero. El escritor agradecía así el respeto y el esfuerzo con que se había adaptado la aventura de aquel político vasco relacionado con la CIA, asesinado luego por el director Trujillo, que sigue siendo un misterio político que Montalbán había tratado de desentrañar en su libro Galíndez.

También Mario Gas, para su primera incursión como director de cine, eligió una novela cinematográfica de su viejo amigo, El pianista, en la que se volvieron a evidenciar las dificultades de adaptación de las obras de Vázquez Montalbán, paradójicamente el más cinematográfico de los actuales autores en castellano. ¡Lástima que él y Mario Gas no lograran poner en pie aquella comedia musical, Guillermina en el país de las Guillermotas, que la censura franquista les prohibió en su día! Y es que el genio de Manuel Vázquez Montalbán está aún por hacerse en el cine o el teatro. Adéu, amigo, quizás nosotros lo veamos algún día.

Manuel Vázquez Montalbán (a la izquierda), con Gerardo Herrero, Harvey Keitel (segundo y tercero por la derecha) y otros miembros del equipo de la película <i>El misterio Galíndez,</i> el pasado 20 de septiembre en San Sebastián.
Manuel Vázquez Montalbán (a la izquierda), con Gerardo Herrero, Harvey Keitel (segundo y tercero por la derecha) y otros miembros del equipo de la película El misterio Galíndez, el pasado 20 de septiembre en San Sebastián.JESÚS URIARTE
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