El inquilino indeseado
El municipio de Carcabuey pide ayuda ante el recrudecimiento de una plaga de termitas
Elena Bermúdez, de 67 años, era feliz cuando se sentaba en su cálida salita para ver la tele un poco y distraerse después de limpiar la solemne Iglesia de la Asunción de Carcabuey (Córdoba), de hacer sus compras y de charlar con los vecinos. Su placentera y rutinaria vida se terminó de truncar hace unas semanas. Ahora en su salita no está su sillón preferido, ni su mesa camilla, ni su televisor. En la sala de estar de Elena hay ahora un bosque de vigas de hierro que sujetan el suelo de su dormitorio, en la planta de arriba, arrasado por las termitas. Estas se instalaron hace mucho tiempo atraídas por las estructuras de madera del viejo hogar de Elena.
El domicilio de Elena Bermúdez no es el único edificio afectado por la plaga de termitas en Carcabuey, un pequeño municipio de 3.000 habitantes enclavado en la sierra Subbética cordobesa. Ya han sido derribadas cuatro casas deshabitadas y un estudio encargado por el Ayuntamiento señala 127 edificios por los que campa un ejército compuesto por inquilinos indeseados. De las 923 casas que hay en Carcabuey, 403 aún no han sido inspeccionadas. El alcalde de la localidad, Juan Castro (IU), pide ayuda al Gobierno andaluz y la Diputación para acometer un plan de acción que cuesta 270.000 euros y que doblega el presupuesto del ayuntamiento para el área de Medio Ambiente.
Hay quien, por su cuenta, ha pagado los 3.000 euros que vale el tratamiento contra las termitas en una casa. A Elena Bermúdez, con sus 258 euros de paga, no le llega. "Un día me levanté de la cama y el suelo se movía", explica. Hace tiempo que le explicaron que tenía termitas, pero lo peor es la difícil detección de estos insectos. Para cuando uno se da cuenta, ya le han hecho una especie de faena invisible. A las termitas no les gusta la claridad. Engullen la madera por dentro durante meses. Dejan una capa externa en marcos de puertas, ventanas y vigas de madera. Dan un aspecto de normalidad y el daño sólo se aprecia cuando está hecho.
Ahora, el suelo del dormitorio de Elena Bermúdez está levantado y su sobrino no puede quedarse a dormir con ella los fines de semana porque la planta de arriba "mejor no pisarla mucho", dice. Pronto tendrá que dejar su casa para esperar en una vivienda municipal a que sean desalojadas las termitas y reconstruida la estructura de su hogar.
Sin perder la sonrisa, a Elena le da "mucha pena" dejar la casa en la que se ha criado, aunque sólo sea durante el tratamiento contra la plaga. "Aquí estoy muy a gusto y sabe Dios cuándo volveré", resume. De momento el Ayuntamiento termina de acondicionar la casa que le ha cedido porque es la única persona de Carcabuey que tendrá que ser desalojada.
Cerca de la casa de Elena, el párroco de Carcabuey, José Alcalá-Zamora, recuerda que la ocurrida en la iglesia de San Marcos no es la primera experiencia que tiene con las termitas. "Me persiguen", bromea después de que ya padeciera a estos insectos durante una plaga en Palenciana, pueblo en el que ejercía hace unos años. La iglesia de San Marcos de Carcabuey, del siglo XVIII, también está afectada y cerrada al culto desde hace dos semanas. "La viga maestra que sujeta el coro ha cedido", explica el párroco.
Antonio Jiménez tuvo más suerte que Elena Bermúdez. "Hace cinco años cambié las vigas de madera de mi casa y al hacer la obra las toqué y se deshacían", recuerda. "Parecían cartón del malo", afirma. "Todas las casas que tengan vigas de madera es una casualidad que no estén llenas de bichos", apostilla Luis Jiménez, vecino de Antonio en La Sauceda.
Un vecino que pasa por la puerta de la casa de Elena Bermúdez cree que el Ayuntamiento ha exagerado el tema de las termitas. El alcalde no lo cree así y considera la plaga como su mayor preocupación. A Elena Bermúdez lo que le parece una exageración es no poder disfrutar de su cálida sala de estar por culpa de unos inquilinos indeseados.
Indicios desde 1999
Aunque la plaga de termitas se ha recrudecido en Carcabuey desde el pasado verano, un informe de la Diputación de Córdoba y la Universidad de Córdoba, ya alertaba en 1999 de la presencia de estos insectos. El hecho de que Carcabuey sea un pueblo húmedo e instalado sobre acuíferos ha podido propiciar el aumento de la plaga, señala la concejal de Medio Ambiente, Rosalía Ruiz.
El alcalde, Juan Castro, cree que desde 1999 "no se ha hecho nada" y ahora reclama ayuda al Gobierno andaluz para sufragar el plan contra las termitas, que cuesta 270.000 euros. El alcalde recordó que Medio Ambiente ya terció en Palenciana, otro pequeño pueblo afectado hace años por las termitas.
El alcalde de Carcabuey considera que la situación es preocupante, ya que las casas de la localidad cordobesa son antiguas y cimentadas en madera, el reclamo de las termitas. "Los vecinos vienen todos los días a preguntar por el tema", asegura Castro.
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