_
_
_
_
CLÁSICOS DEL SIGLO XX (2)
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

El sabor de los húsares

Juan José Millás

Las grandes obras, como las grandes jaquecas, se anuncian con un aura. El aura es lo mejor de la jaqueca. En su transcurso, la realidad sufre las fluctuaciones de una mancha de humedad sobre la pared. Las mejores pinturas de la historia del arte son producto del aura que precede a la jaqueca. Por eso no conviene hacer caso a la recomendación de los médicos de tomarse una pastilla a los primeros síntomas. Esos primeros síntomas son los que nos proporcionan una percepción diferente de las cosas. Van Gogh no habría sido nada sin sus jaquecas y a Einstein se le apareció la Teoría de la Relatividad en el transcurso de un aura.

Todo lo que en mí precedió al conocimiento de la obra de Ramón Gómez de la Serna tuvo también las características de un aura: ligeros cambios en la percepción del entorno, desplazamientos en el significado de los objetos cotidianos, pequeñas distorsiones de lo real. Un día, de pequeño, mis padres me dejaron en casa de un tío soltero al que en la familia calificaban de raro. Mi tío no me hizo el menor caso, pero logró que yo estuviera toda la tarde pendiente de él y de un grupo de amigos suyos, todos solteros o asimétricos, con los que jugaba a las cartas en el cuarto de estar de la vivienda. Entre jugada y jugada, uno de ellos dijo:

Más información
'Greguerías', de Ramón Gómez de la Serna

-No hay que tirarse desde demasiado alto para no arrepentirse por el camino.

A lo que otro respondió:

-Los húsares van vestidos de radiografía.

Se me quedó grabado el término húsar. Al pronunciarlo sentí un sabor en la punta de la lengua. Se trata de una forma de sinestesia o de desplazamiento que me ocurre con algunas palabras. Plátano, por ejemplo, me sabe a pez (hay una greguería según la cual el plátano es el único pez sin espina). Húsar me supo a esqueleto, seguramente por aparecer asociada a la radiografía. Si tuviera que decir a qué sabe el esqueleto, diría lo que san Agustín del tiempo: "Si me preguntan a qué sabe, no lo sé; si no me lo preguntan, lo sé".

A llegar a casa, abrí la enciclopedia, busqué "húsar" y comprobé en la ilustración del artículo que los húsares iban efectivamente disfrazados de radiografía. En visitas posteriores a la casa de mi tío comprendí que él y sus amigos competían por ver quién se sabía más frases de este tipo. Uno decía:

-La linterna del acomodador nos deja una mancha de luz en el traje.

A lo que respondía otro:

-Hay unos fósforos que se encienden un poco después de haberlos rascado como si hubiesen perdido la memoria de su deber.

Yo me quedaba sobrecogido por aquellas analogías fantásticas, que, como el aura de la jaqueca, anunciaban un gran cataclismo. Y es que las Greguerías de Ramón Gómez de la Serna fueron el aura que anunció el cataclismo que supuso para mí el conocimiento del resto de su obra. Todavía hoy, cuando digo Gómez de la Serna, mis glándulas sublinguales segregan saliva con sabor a esqueleto o a linterna o a suicidio. Una tarde descubrí en casa de mi tío un libro donde estaban reunidas todas aquellas frases. El libro se caía a pedazos. Estaba al lado de una revista pornográfica, pero preferí la literatura a la pornografía. Pocos autores podrían conseguir eso de un preadolescente. Me senté en el suelo debajo de la ventana y me puse a devorar greguerías con la voracidad de un niño glotón que acabara de descubrir una caja de bombones. Cada greguería tenía un sabor distinto. Algunas, al morderlas, te llenaban la boca de líquido. Otras tenían un tacto terroso, pero un sabor adictivo. Las había duras y blandas, hexagonales y cuadradas, redondas y planas. "La electricidad forma parte del sistema nervioso de Dios". "Lo más terrible que tenemos es el bulbo raquídeo". "¿Y si las hormigas fuesen ya los marcianos establecidos en la Tierra?". "Aburrirse es besar a la muerte". "Los ojos del caballo de juguete revelan su espanto de ser de cartón"...

En esto, pasó mi tío y al levantar la vista del libro observé en él una mirada especial, como si hubiera descubierto el "daño" irreparable que me había hecho aquel descubrimiento...

Ya de mayor, comentando con un amigo lo importante que habían sido para mi formación las Greguerías de Gómez de la Serna, me miró con expresión de suficiencia, como si hubiera enaltecido una obra menor.

-Nunca he sido capaz de leer más de dos páginas seguidas de ese libro -dijo.

Le respondí con una greguería, esta vez de Lichtenberg, que dice así: "Cuando un libro choca con una cabeza y suena a hueco, ¿se debe sólo al libro?".

Babelia

Las novedades literarias analizadas por los mejores críticos en nuestro boletín semanal
Recíbelo

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Sobre la firma

Juan José Millás
Escritor y periodista (1946). Su obra, traducida a 25 idiomas, ha obtenido, entre otros, el Premio Nadal, el Planeta y el Nacional de Narrativa, además del Miguel Delibes de periodismo. Destacan sus novelas El desorden de tu nombre, El mundo o Que nadie duerma. Colaborador de diversos medios escritos y del programa A vivir, de la Cadena SER.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_