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Reportaje:

Más precioso que el jade

El Centro Cultural China de Bilbao dará clases de mandarín y servirá de punto de encuentro para su comunidad

Shu-Yu es el nombre de una niña china adoptada por una familia vasca y también el del nuevo Centro Cultural China que se inaugura hoy en Bilbao (Pablo Picasso, 7). El centro alberga en sus 140 metros cuadrados una biblioteca de 5.000 ejemplares en lengua china, media docena de ordenadores y dos aulas en las que se impartirán clases de mandarín tanto a los hijos de inmigrantes como al cada vez mayor número de niños adoptados procedentes de la nación asiática. Un total de 58 menores y una veintena de adultos ya se encuentran matriculados. Entre ellos figruan cinco vascos dispuestos a aprender un idioma que hablan más de 1.400 millones de personas.

Los proyectos no se quedan aquí, ya que la asociación de chinos en el País Vasco baraja llegar a acuerdos con autoescuelas para que impartan clases en el mismo centro y prevé la posibilidad de que quienes residen fuera de Bilbao puedan trasladarse los fines de semana al centro. Unas 2.000 personas integran la comunidad china en Euskadi.

Shu significa humilde y Yu, jade. Algo "que no llama la atención a primera vista, pero que es hermoso, una piedra preciosa", explica Pedro Lee, el presidente de la asociación que agrupa a la comunidad china en el País Vasco. Agrega que el nuevo centro es el primero de sus características que se abre no sólo en la comunidad autónoma, sino en toda España. La Dirección de Inmigración ha subvencionado el proyecto con 30.000 euros y el Departamento de Educación ha cedido más de una treintena de pupitres para las dos aulas de que dispone el local. El resto ha salido de los bolsillos de la propia asociación.

Las clases de mandarín, "el batua chino", se impartirán durante los fines de semana y tendrán varios destinatarios, principalmente hijos de inmigrantes (suman unos 120 menores de 10 años) y los adoptados por familias vascas. Además, habrá clases de apoyo para los chinos que desconocen el castellano, muchos de ellos con hijos que sí lo hablan, ya que nacieron en Euskadi o llegaron siendo muy pequeños.

Por su parte, los niños no saben chino o sólo lo que conocen por la transmisión oral. Y, además, están las niñas adoptadas. "Nos parece bueno que puedan conocer el idioma y la cultura de sus antepasados y encontrarse en el centro con otros rostros que son iguales a los suyos", señala Lee, quien llegó a España en 1972 para estudiar Medicina y pronto dejó los libros por el negocio de la restauración.

Otra de las iniciativas para facilitar la integración de la comunidad será el citado establecimiento de acuerdos con autoescuelas de la ciudad. "El carné chino no sirve aquí y los inmigrantes tienen dificultades para sacar uno nuevo por la falta de dominio del idioma y por las diferencias de costumbres", apunta Lee. El local servirá además de punto de encuentro a la comunidad china. "Tenemos nostalgia de nuestro país. Lo llevamos en el corazón aunque llevemos muchos años lejos de él. Shu-Yu será el hogar de todos los chinos que vivimos en Euskadi".

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Un idioma con futuro

Agurtzane López es una mujer joven que espera anhelante ver el rostro de la niña china que ha solicitado en adopción. Es una de los cinco adultos que tiene intención de estudiar chino en el Centro Shu-Yu. El próximo verano, ella y su marido viajarán al país asiático a buscar a su hija. "Va a ser un bebé así que no habrá problemas, pero creemos que nos va a venir bien tener una base. Tendremos que estar un mes en China y, aunque no pueda aprender mucho, espero poder comunicarme", explica. Agrega que le gustaría que su hija conociese sus raíces y por ello, aplaude la existencia de un lugar como el nuevo centro.

Los motivos de E. R., quien prefiere no dar su nombre, son diferentes. Tiene 29 años y ya domina tres lenguas extranjeras. El chino es su próximo reto. "Me gustan los idiomas porque se aprende mucho a través de ellos. Además, China va a ser la primera potencia mundial en 10 años, así que el chino tiene un futuro enorme", explica. Hace tiempo, conoció a un norteamericano que llevaba 14 años en ese país y le dijo que hablar la lengua no es más difícil que otras. "Desde entonces, no he dejado de querer aprenderlo".

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