Fidel, Lula, Allende y el futuro de la izquierda
Sectores de la izquierda piensan que la batalla principal es contra el neoliberalismo y no contra sus viejas ideas. El PRD de México creyó durante muchos años que su problema era el PRI hasta que fue el PAN, y no su partido, el que ganó las elecciones.
Es usual que se diga que ahora la principal batalla política en Latinoamérica es entre Álvaro Uribe, presidente de Colombia, por la derecha, y Lula, de Brasil, por la izquierda. Por encima de ideologías, se trata de dos presidentes haciendo realpolitik. Uribe tiene una agenda de seguridad que debe cumplir respetando la democracia, y Lula tiene una agenda social que debe realizar sin vulnerar la estabilidad macroeconómica. Ambos combinan en sus programas, estrategias y gabinetes, ideas y personas de izquierda y derecha, ambos son muy populares y a ambos les presionan sus extremas.
Recuerdo que en una conversación con Lula, en 1993, él decía: "Cuba es un tema complicado para la izquierda democrática, explicar las ideas que se tienen sobre el mercado y la democracia es fácil, pero nuestras respuestas a la pregunta: ¿es Cuba una dictadura o una democracia?, son siempre ambiguas". Lo anterior es un problema básicamente emocional de la izquierda latinoamericana, ya que Cuba apoyó a todos los que enfrentaban dictaduras. Por ello, muy pocos se atreven a decir lo que piensan o lo dicen hasta que se cansan. La frase del escritor José Saramago, "hasta aquí llego con la revolución cubana", es bastante elocuente en ese sentido.
La solidaridad es un valor real, pero en política no existen las ideas desinteresadas, mucho menos en política exterior de gobiernos, y Cuba no ha sido la excepción. Fidel Castro entiende bien lo que sus seguidores no terminan de comprender. Supuestamente, la deuda moral de Cuba hacia México es enorme, por ser el único país que mantuvo las relaciones en el momento más difícil de la revolución. Fidel solía decir: "La política exterior de México es para beneficio de México, porque para ellos es mejor que los yanquis se ocupen más de Cuba que de México". El TLC entre EE UU y México modificó la relación política entre dichos países y, con ello, la antigua política exterior de México hacia Cuba perdió sentido. En ese nuevo escenario, Fidel no tuvo problemas en olvidar la deuda moral con México al hacer pública su conversación telefónica con el presidente Vicente Fox.
La política de defensa de Castro ha tenido dos grandes componentes: expulsar a sus opositores para evitar una resistencia interna y mantener a EE UU ocupado en otros puntos de Latinoamérica. La Administración Reagan ha sido el peligro potencial más grave que Castro ha enfrentado desde que llegó al poder, pues, sin duda, habría invadido la isla. La guerra en El Salvador y Nicaragua se convirtió así en un asunto vital para Fidel, porque complicaba la política de Reagan, evitando que concentrara sus esfuerzos en Cuba. Los apoyos que recibimos los guerrilleros salvadoreños provenían de una "necesidad mutua".
A los revolucionarios nos interesaba quitarnos dictaduras de encima, y Fidel quería evitar que Reagan llegara a La Habana. En síntesis, entendiendo que la solidaridad fue recíproca, no hay deuda moral, cada quien hizo lo suyo para su propio interés y ahora es otro momento. La izquierda de cada país necesita hacer su propia interpretación en esta misma dirección.
La discusión principal en la izquierda es sobre su propia estrategia y programa, y ese debate es hoy el problema fundamental de la política latinoamericana. Cuba es ahora la representación de un populismo de izquierda vendido como revolución, y Venezuela es su expresión actualizada. La idea de resolver la pobreza sin llevar cuentas vuelve a la izquierda inelegible o la pone a gobernar organizando marchas de protesta desde el Ejecutivo, tal como lo hacen Castro y Chávez. La polaridad en Latinoamérica no es entonces Lula versus Uribe, sino Lula versus Fidel, porque Lula representa a la izquierda haciendo realpolitik.
La derrota de las ideas autoritarias en las derechas hizo posible la democracia; la derrota de las ideas populistas en la izquierda es lo que puede hacerla viable para que resuelva la pobreza. Cuando las derechas dejaron de ser autoritarias, ganaron elecciones y pasaron a gobernar en toda Latinoamérica. Cuando las izquierdas superen el populismo, ocurrirá lo mismo. La capacidad de las derechas de ser agentes de cambio y modernización económica se está agotando, y el continente entero necesita realizar ajustes sociales, pero con las cuentas correctas y sin mercados aterrorizados. Esto plantea la paradoja de Cuba pasando de ser apoyo a ser obstáculo, pues en el momento que termine el Gobierno de Castro se acabará el debate y se abrirá el camino para que las izquierdas gobiernen.
Lula declaró recientemente: "Eso de echarle la culpa al imperialismo de nuestra pobreza son tonterías". Sin embargo, Fidel, tal como lo hizo la Unión Soviética en el pasado, pone el antiimperialismo en el centro del programa de las izquierdas, ya que esto les obliga a defender al régimen cubano. Eso no le ayuda a los pobres de cada país y empuja a defender posiciones nacionalistas que son esencialmente reaccionarias y de derechas. Cuba y gran parte de la izquierda cerraron filas con el nacionalismo de la dictadura argentina cuando la guerra de las Malvinas.
La integración económica, el fin de las fronteras, las monedas comunes y la utilización del capital extranjero con fines civilizadores en países atrasados son ideas de izquierda. El qué, cómo, cuándo, dónde es asunto de negociación, pero estar en contra es reaccionario. El único camino para que los grandes capitales nacionales en nuestros países pierdan posiciones monopólicas, respeten a los consumidores, traten con justicia a los trabajadores y consideren el medio ambiente, es forzarlos a competir con el mundo desarrollado. Cuando las izquierdas se preocupan más por los efectos de la globalización en el agro que por la industrialización del tercer mundo, le están haciendo el trabajo a las derechas.
El debate entre Lula y Fidel tiene antecedentes de cuando Allende llegó al Gobierno en Chile a través de elecciones. EE UU y Cuba tuvieron entonces una coincidencia estratégica, al primero no le convenían izquierdas ganando elecciones y, al segundo, que priorizaran las elecciones y se volvieran democráticas.
Castro, luego de la toma de posesión de Allende, se quedó un mes en Chile radicalizando a la izquierda y provocando a la derecha; EE UU movilizó a las derechas y derrocó el Gobierno. Allende murió como un héroe, pero Fidel nunca le igualó con el Che, porque para él era mejor que los jóvenes imitaran al Che y no a Allende. Castro quiere a las izquierdas en conflicto permanente con EE UU, porque eso le permite a él seguir en el poder.
El régimen cubano ha entrado en una crisis terminal. Las relaciones con Cuba son ahora un tema de derechas, porque éstas quieren invertir en la isla de cara al capitalismo pos Castro. Para las izquierdas, Cuba debe ser ahora un tema de segundo orden, porque no hay razones para que mueran con Fidel teniendo tanto futuro.
Joaquín Villalobos fue jefe de la guerrilla del FMLN de El Salvador.
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