El ataque complica los esfuerzos de Bush para cambiar la imagen de la posguerra
El administrador provisional estadounidense dice que no se dejará intimidar
Horas después de que Bush dijera que hay importantes progresos en Irak gracias a la "clara estrategia" de su Gobierno, el atentado de ayer volvió a poner en primer plano la fragilidad de la situación. Con unos sondeos que cuestionan su capacidad para manejar la política exterior, con una grave crisis interna que ha supuesto el retroceso de los protagonistas de la dirección del conflicto hasta ahora -el vicepresidente Cheney y el secretario de Defensa, Rumsfeld- en favor de Condoleezza Rice y con el proyecto de resolución encallado en la ONU, el ataque no podía llegar en peor momento.
Las imágenes de la explosión y el recuerdo de las recientes acciones terroristas en Bagdad, además de las especulaciones sobre los autores y la coincidencia de que ayer era el primer aniversario del atentado de Bali y el tercero del ataque contra el destructor Cole en Yemen, se unieron para reforzar el carácter de luto de la jornada. El Departamento de Estado condenó "de la forma más dura posible" el último atentado. "Nuestros representantes en Bagdad trabajarán con los responsables iraquíes de seguridad para garantizar que la justicia se haga cargo de los que están detrás de este ataque". La oficina de Paul Bremer, administrador de EE UU en Irak, dijo en un comunicado lo que el presidente Bush acaba de afirmar esta misma semana: "Los terroristas saben que los iraquíes y la coalición están teniendo éxito en la reconstrucción de Irak y harán cualquier cosa, incluida la destrucción de vidas de iraquíes inocentes, para desviar la atención de los extraordinarios progresos hechos desde la liberación". Según Bremer, "nadie se dejará intimidar" por esta estrategia.
En su mensaje radiofónico, Bush se quejó el sábado de que "los filtros" de los medios de comunicación no dejan que el gran público se entere de los avances que se están consiguiendo en la estabilización de Irak, a pesar de que esta misma semana buena parte de esos medios de comunicación ha dedicado generosos espacios a la recuperación de la economía, la vida cotidiana y la seguridad, sobre todo fuera de Bagdad. El objetivo de Bush era lanzar una vigorosa campaña para cambiar la imagen de caos que se relaciona con Irak y facilitar la aprobación del paquete de ayuda de 87.000 millones de dólares: "Desde la liberación, miles de nuevos negocios se han puesto en marcha; con nuestra ayuda, los iraquíes están construyendo las carreteras, los puertos y los tendidos ferroviarios necesarios para el comercio".
Sin negarlo, los demócratas creen que sigue siendo obvio que "el presidente no planeó bien la posguerra y la reconstrucción". Según el congresista Baron Hill, el problema sigue siendo que "hay poco respaldo en la comunidad internacional, nuestras tropas están cargando con todos los riesgos y los contribuyentes están pagando todas las facturas". En el último debate entre los candidatos demócratas, el jueves por la noche, Dick Gephardt volvió a decir que "el presidente está fracasando en su responsabilidad de conseguir la ayuda internacional que necesitamos".
La semana pasada ha sido particularmente delicada para Washington: el presidente tuvo que reorganizar la coordinación de la política sobre Irak, arrebatándosela de las manos al secretario de Defensa, Donald Rumsfeld, para entregarla a la asesora de seguridad nacional, Condoleezza Rice; el vicepresidente Dick Cheney, que prodiga muy poco sus intervenciones, salió el jueves al paso de las crecientes críticas para decir que la situación no se puede abordar "con acciones tímidas o con palabras amargas", y en el debate de congresistas y senadores sobre la petición de 87.000 millones de dólares para Irak -que podría votarse esta misma semana- surgen críticas de los dos partidos que, aunque no vayan a comprometer el resultado de la votación, ahondan en el deterioro de la imagen del Gobierno.
Este panorama en Washington coincide con otro no menos preocupante en Nueva York, donde se atascan aparentemente los esfuerzos para sacar adelante una nueva resolución de la ONU que amplíe la participación militar internacional y que favorezca las donaciones para la reconstrucción del país, a diez días de la prevista Conferencia Internacional de Donantes de Madrid. EE UU ha dejado caer incluso la posibilidad de abandonar los esfuerzos negociadores si las cosas siguen como están.
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