Un atentado contra un hotel del Gobierno provisional en Bagdad causa siete muertos
Todas las víctimas del coche bomba, que estalló en una residencia de la CIA, eran iraquíes
Un coche bomba estalló ayer junto al hotel Bagdad, uno de los mejor protegidos de Irak. En él residen miembros del Consejo de Gobierno Provisional nombrado por Estados Unidos, agentes de la CIA y funcionarios de la Administración estadounidense. Esta vez, el objetivo no era sencillo o con deficiencias de seguridad. El terrorista eligió un edificio resguardado por grandes bloques de cemento y protegido por policías locales. Al menos siete personas, incluido el suicida, resultaron muertas y 45 heridas, todas iraquíes, clientes del vecino banco Al Rafiden y peatones de la céntrica calle Al Sadún.
Sucedió sobre las 12.45 (una hora menos en la España peninsular) en una populosa avenida de la capital. Hace tres días, otro coche bomba explotó junto a una comisaría del misérrimo barrio bagdadí de Ciudad Al Sader, de mayoría chií, causando la muerte de nueve personas. La fuerte explosión de ayer sacudió el centro de Bagdad creando pánico y caos: cientos de automóviles atravesados, gente corriendo asustada, gritos, llantos y familiares desesperados tratando de acercarse a los suyos.
La reacción de las tropas ocupantes fue rápida. Acordonaron la zona impidiendo el paso. Decenas de ambulancias se abrían paso con un ulular cansino en medio del atasco de la plaza del Paraíso, donde el 9 de abril un carro de combate derribó la estatua del dictador simbolizando la caída del régimen. Los heridos menos graves eran izados en la trasera de camionetas particulares y conducidos a los hospitales más próximos. Helicópteros sobrevolaron la zona. La explosión coincidió con el paso de una patrulla norteamericana. Uno de los soldados resultó herido leve. Agentes del FBI se personaron en el lugar para abrir una investigación. Una ringlera de vehículos todoterreno ocupados por civiles estadounidenses armados y con chalecos antibalas bloqueaban la calle Beirut, donde se halla la fachada trasera del hotel.
El coche bomba llegó a gran velocidad en sentido contrario. Uno de los policías iraquíes que impedían el paso a los curiosos habló de un BMW. El conductor logró superar la primera de las tres barreras de seguridad que acordonan el hotel Bagdad, pero se quedó lejos de su estructura. Alí Adel, uno de los guardas que protegían el inmueble, declaró a Reuters en el hospital antes de ser sometido a una operación: "Venía a gran velocidad. Disparé dos veces y después explotó".
Tres gigantescos bloques de cemento armado cayeron sobre el asfalto, el exterior del edificio resultó dañado, igual que los cristales de las casas de alrededor. Los de una fachada del hotel Palestina, situado a unos 300 metros del lugar, sufrieron desperfectos. En el suelo se podía ver un cráter de tres metros de diámetro. Restos humanos y de metal estaban diseminados en la zona del atentado. Soldados estadounidenses los recogían y guardaban en bolsas de plástico. Una de las dificultades para investigar el caso e identificar al suicida es el estado en que quedó su cuerpo.
Ahmad Ibrahim, responsable de la policía local, y portavoces militares de EE UU aseguraron poco después que podría ser obra de miembros del antiguo régimen o de la omnipresente Al Qaeda. La realidad es que no hay pruebas ni indicios. El atentado es similar a los realizados el 7 de agosto contra la Embajada jordana (17 muertos), el 19 de agosto contra la sede de la ONU (22 muertos) y el 29 de septiembre contra el imam Mohamed Baqer al Hakim en Najaf (123). No tienen nada que ver, por su ejecución y medios empleados, con las emboscadas diarias (una media de 12 incidentes) contra patrullas militares y que han causado 94 bajas estadounidenses desde el 1 de mayo. Parecen realizados por un grupo muy diferente, tal vez con apoyo exterior como sugiere el procónsul estadounidense Paul Bremer.
El atentado de ayer en Bagdad contiene un mensaje especial. No importa qué medidas de seguridad se puedan adoptar, cuán altos o gruesos sean los muros de cemento que fortifican los posibles objetivos en una ciudad que se parcela en círculos concéntricos; la resistencia conserva la voluntad y la capacidad de golpear. Nadie puede estar seguro. Uno de los guardas extranjeros que protegen las dos plantas del hotel Sheraton, vecino del Palestina, en las que residen numerosos funcionarios civiles estadounidenses, aseguró ayer: "Se van acercando cada vez más".
El hotel Bagdad, ocupado por la CIA (aunque Washington niega que sea su sede en Irak), y por miembros del Consejo de Gobierno Provisional, hace complicado saber quién era el objetivo. Desde el asesinato en septiembre de Aqila al Hashimi, una de las tres mujeres de este Consejo, las autoridades norteamericanas han optado por reunirles en varios hoteles de la ciudad para protegerles mejor.
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