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Una peculiar "dialéctica"

A las puertas del hotel Sevilla, en plena calle Prado, territorio libre de la Habana Vieja, un mulato pinturero lleva gorra de beisbolista y pantalones anchos de rap; de pronto, hace un quiebro y ofrece a un servidor: "Robustos, Lanceros, Trinidad, lo que tú quieras, mi padre. Tengo las cajas con su sello holográfico y todo, pero ahora hay que adicionarle al precio de la caja diez fulas (dólares) más".

Requerido para que explique cómo ha obtenido tan pronto el nuevo sello de garantía, anunciado a bombo y platillo como infalsificable, el joven tratante de la bolsa negra aconseja: "Usted no se ocupe, jefe. Tenga en cuenta que aquí en Cuba todo es dialéctico".

Ciertamente, en un país en el que la mayoría de la gente inventa y muchos directamente le roban al Estado, nada tiene de extraño que hayan aparecido ya en la calle los famosos sellos holográficos. Desde hace años en la isla existe un mercado negro de anillas, broches, bisagras y todo lo necesario para confeccionar una caja de habanos falsos.

Cientos de habaneros están en el negocio de las falsificaciones, y no pocos son torcedores que trabajan en fábricas de renombre y que tienen en su casa un chinchal clandestino donde elaboran habanos falsos.

Muchos han sido los intentos de las autoridades por acabar con este negocio. Hasta ahora sin éxito. Las nuevas regulaciones de la Aduana -sobre todo la obligación de los turistas de declarar en el aeropuerto cuando se lleva en el equipaje más de 23 puros- podrían servir para cambiar la situación, piensan los directivos de Habanos S.A. Los más pesimistas creen que no será tan fácil eludir esa peculiar "dialéctica" cubana.

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