El Ejército de Israel mata a siete palestinos en una incursión en Gaza
Dos niños fallecen durante la operación contra el tráfico de armas
Siete palestinos, entre ellos dos niños de 12 y 8 años, murieron ayer tiroteados por las tropas israelíes en un campo de refugiados de Rafah, al sur de la franja de Gaza, en el transcurso de una operación destinada oficialmente a destruir las redes de tráfico de armas que desde Egipto tratan de aprovisionar a las organizaciones radicales que impulsan la Intifada. Esta ofensiva es una de las más sangrientas en los últimos tres años en Gaza.
El mando israelí desencadenó la operación durante la medianoche de ayer, después de haber recibido informaciones secretas según las cuales los grupos radicales palestinos estaban a punto de recibir a través de la frontera con Egipto varios cargamentos de armas, entre ellos diversos tipos de misiles y morteros de última generación que podrían dar un giro inesperado en la Intifada. Según estas informaciones, las armas debían llegar a la guerrilla palestina a través de la red de túneles excavados en la zona fronteriza y que viene siendo utilizada desde hace años por los contrabandistas para pasar todo tipo de bienes.
Fuerzas del cuerpo de Ingenieros del Ejército israelí, encargadas de descubrir y destruir la red de túneles, irrumpieron en la zona acompañadas de tanques y blindados y apoyadas por helicópteros de combate Apache. La operación, bautizada con el nombre Canal Profundo, se encontró con una fuerte resistencia por parte de los refugiados de la zona, que trataron de hacer frente a los soldados.
En el transcurso de la ofensiva los soldados destruyeron varias casas y abrieron fuego contra la población civil de manera indiscriminada. Los disparos causaron la muerte de dos niños, uno de los cuales recibió un tiro en la cabeza. Más de medio centenar de personas resultaron también heridas, según aseguraron fuentes hospitalarias.
"Crimen de guerra"
Portavoces de la Autoridad Palestina calificaron la ofensiva de "crimen de guerra" y reclamaron la intervención de la comunidad internacional, para acabar con esta "catástrofe". Desde el Gobierno de Ariel Sharon se aseguró que "a Israel no le quedaba otra solución que hacer el trabajo que las fuerzas de seguridad palestina se supone que tienen que hacer".
La comunidad internacional, sin embargo, parecía ayer más preocupada por la crisis institucional abierta el pasado jueves en Ramala como consecuencia de la dimisión del primer ministro Ahmed Qurei, Abu Alá, por discrepancias con el presidente palestino Yasir Arafat, sobre el control de las fuerzas policiales.
En las últimas horas se ha desencadenado en la región una verdadera ofensiva diplomática, a través del teléfono, en un intento de convencer a los dos protagonistas del incidente, Yasir Arafat y Abu Alá, para que den su brazo a torcer y lleguen cuanto antes a un compromiso que permita la toma de posesión del nuevo Ejecutivo y ponga fin al vacío de poder originado con la dimisión del ex jefe de Gobierno Abu Mazen el pasado 6 de septiembre.
Abu Alá y Yasir Arafat parecían haber llegado ayer a un principio de acuerdo con respecto a quién debía controlar los 13 cuerpos de seguridad palestina. Sin embargo, quedaba por resolver un tema clave, el nombramiento del general Naser Yusuf como ministro del Interior, a lo que se opone ahora Arafat, mientras que Abu Alá trata de imponerlo. Coincidiendo con este principio de acuerdo en el litigio institucional, Arafat pareció haber mejorado ayer su estado de salud, lo que le permitió asistir a la plegaria del viernes en Ramala.
Por otro lado, el Consejo de Seguridad de la ONU acordó ayer debatir el próximo martes sobre la construcción del muro que Israel está acometiendo en Cisjordania, informa France Presse.
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