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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

¿Quién les parará?

En respuesta al horrible atentado suicida de Haifa, en el que murieron el sábado 19 personas, Israel ha dado un paso sumamente peligroso, absolutamente contrario a la legalidad internacional, al atacar territorio sirio por primera vez desde la guerra de Yom Kipur, hace ahora 30 años. La agresión israelí, apoyada por Bush, que había lanzado varios avisos a Siria, añade nuevas incertidumbres a una región ya desestabilizada tras la invasión de Irak. Es probable que el campo de refugiados palestinos cerca de Damasco albergara un centro de formación y entrenamiento de la Yihad Islámica. Pero esta incursión punitiva ha dado una nueva dimensión internacional a la política israelí de represalias.

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Sharon sabe aprovechar estas situaciones. Hasta el momento es el mayor beneficiario de la guerra de Irak, pues ha aumentado su margen para actuar unilateralmente y destruir lo logrado desde los acuerdos de Oslo en 1993; en el mejor de los casos, busca imponer su paz regional con un Estado palestino demediado, y en el peor, se niega a reconocer el derecho de los palestinos a tener una entidad política plena.

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Su estrategia de represalias no hace sino fomentar un terrorismo que tampoco Arafat sabe o se atreve a parar, pese a que sabe que se juega su porvenir en ello. Las siete semanas de tregua por parte de los principales grupos terroristas palestinos, el pasado verano, muestran que era posible una tregua en la espiral de violencia.

Es una dramática obviedad que hay que parar los pies a los terroristas y a Sharon, y también lo es que Estados Unidos, el único con capacidad de presión sobre Israel, no quiere. Bush está ahora pendiente de las arenas movedizas de Irak y de su precampaña electoral, y, además, ha perdido toda confianza en Arafat, al que Washington ha convertido en parte del problema y ya no de la solución. Por ello, conviene tomarse en serio las amenazas israelíes de acabar con el presidente de la Autoridad Nacional Palestina, cuyas infraestructuras están destruidas.

El Consejo de Seguridad de la ONU, con su credibilidad herida por la guerra de Irak, ha vuelto a ser escenario de confrontación. Todos condenaron el atentado de Haifa, pero sólo EE UU se negó a censurar la incursión israelí, que una vez más rompe todas las normas internacionales. Una de las justificaciones de EE UU para la guerra de Irak fue que la caída de Sadam Husein supondría una nueva aurora para toda la región. Aunque Sharon se niegue a verlo, el agravamiento del conflicto no puede separarse de la falta de perspectivas de los palestinos simbolizada por la construcción del muro de separación, ahora que la segunda Intifada entra en su cuarto año. ¿Alguien se acuerda, en medio de esta espiral de violencia, que había una Hoja de Ruta para encauzar un nuevo proceso de paz? Hoy más parece una hoja de parra que no sirve ni para tapar las vergüenzas de una comunidad internacional impotente ante la suerte de Oriente Próximo.

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