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EL FUTURO DE EUROPA
Columna
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Gobiernos: no la estropeéis

Xavier Vidal-Folch

Gobiernos: no estropeéis la Constitución en el aquelarre de vuestra Conferencia Intergubernamental (CIG).

No la estropeéis, no rebajéis lo esencial, porque lo alumbró la Convención, un proceso constituyente de legitimidad doble: además de vosotros y vuestros vértigos a los progresos supranacionales, firman el Borrador de Tratado estableciendo una Constitución para Europa los ciudadanos, representados por la Eurocámara, los Parlamentos nacionales y otros entes. Si cortáis las alas a los avances que han propuesto, traicionaréis el impulso refundacional, el otro pilar de legitimidad, el pacto de complicidad subyacente. Lo pagarías caro en las ratificaciones parlamentarias o referendarias.

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No la estropeéis, porque el texto está bastante bien. Muchos lo querrían más ambicioso, en lo económico y social (un míster euro, más política de empleo), en presencia institucional de las regiones, en comunitarización de algunas políticas (fundir las diplomacias de los Quince). Pero sirve: cubre parte del déficit democrático (aunque aún falta trecho) al consagrar la Carta de Derechos Fundamentales; al someter al Parlamento Europeo la mayoría de las decisiones (generalización del procedimiento de la codecisión); al permitir consultas vinculantes (con sólo un millón de firmas). Y, como reduce el número de decisiones sometidas a la espada de Damocles del veto, es eficaz, pues evita la parálisis de la Europa a 25 en ciernes. No lográsteis ese éxito trabajando en solitario en anteriores CIG, en Amsterdam, en Niza. Respetadlo ahora que no es sólo vuestro.

Entre los múltiples avances competenciales que homologan la importancia de este texto con el Tratado de Roma (el fundacional) o el de Maastricht (la moneda única) destaca la federalización de la política de Justicia e Interior. Es casi impecable, pues los grandes retos de la inmigración, la seguridad, la criminalidad, trascienden fronteras. Y además demuestra que lo que empieza con formato intergubernamental (convenio de Schengen para la libre circulación), deviene al fin modelo comunitario.

Vuestro deber ahí no es sólo no tocar una coma, sino desplegar la Constitución con equilibrio. La obsesión por la seguridad (el instrumento) debe nutrirse con la pasión por ampliar la libertad (el fin). La Carta, la ciudadanía europea, el mayor peso de la Cámara, serán papeles mojados si os doblegáis al síndrome de Guantánamo, a perseguir pateras con cañoneras. Aprobad ya el siempre aplazado Estatuto del Residente Permanente, y demostraréis que lucha contra la inmigración ilegal e integración de la legal van parejas y que seguridad y libertad son ecuación, no precipicio.

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El otro logro es la política exterior. La nueva figura del ministro de Asuntos Exteriores ¿es retórica, dada la desunión ante el envite de Irak? No: puede acelerar la recomposición de la unidad, tardando así menos de los ocho años que costó hacerlo entre Bosnia (1991-1992) y Kosovo (1999). Tiene más poderes que el actual míster PESC: jerárquico, pues mandará al Consejo de Exteriores; presupuestario, al vincularse a la maquinaria de la Comisión; jurídico, al dotársele de derecho de iniciativa. Pero navega en la confusión institucional, al depender del Consejo Europeo, de la Comisión, del Parlamento. Mejorad la figura: que tenga una conexión más ligera con Bruselas, que no cubra cuota de comisarios nacionales numerarios, que coordine las diplomacias... No la estropeéis.

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