Al final, baño de multitudes
Al final el BAM remontó el vuelo con una última noche en la que se dio un baño de multitudes. Más de 14.000 personas llenaron la estación de Francia. Un récord de asistencia del recinto, que en varias fases de la noche hubo de cerrar taquillas para evitar el colapso y mantener la movilidad del público entre sus dos escenarios. De igual manera, los espacios gratuitos de la plaza de la Catedral y la Reial registraron llenos absolutos.
En el plano artístico, Spiritualized y Dave Clarke se convirtieron en las estrellas de la velada, en la que Residents se estrelló con un espectáculo espeso y poco imaginativo. Mientras en la plaza Reial reinaba el ska servido por cinco bandas de la escena local y Dusminguet reiteraba su reinado mestizo en la plaza de la Catedral, la noche arrancaba tranquila en la estación de Francia, recinto en el que se habían sucedido dos noche más bien tibias con 12.000 personas de asistencia entre ambas. Mientras en el escenario Mondo Sonoro varias bandas locales hacían versiones de clásicos del rock, Manta Ray impartía lecciones de rock experimental y anguloso en el escenario central. A aquellas horas, las 22.30, nada hacía presagiar la marabunta que luego tomaría la estación, cuyo ambiente se enfrió con Residents. El misterioso grupo norteamericano orquestó un decepcionante espectáculo en las antípodas de la vanguardia que ahuyentó a parte del público, que se marchó al segundo escenario para ver cómo Madee hacía de Faith No More y Cecilia Ann de Madonna.
Con los Spiritualized ya en escena, comenzó a percibirse un notable aumento de asistencia, buena parte de la cual se apiñó de nuevo frente al escenario central. El grupo de Jason Pierce mantuvo allí al público con un concierto solvente de rock espacial fundamentado en la creación de atmósferas que partían de elementos muy sencillos reiterados en espiral. Con el protagonismo concentrado en las guitarras y con los teclados manteniendo un constante colchón sonoro, Spiritualized logró que la multitud fuese enganchándose. Concluida su actuación, se dio carta de naturaleza a la fiesta, que abandonó el perfil experimental para derivar en pasos de baile imposibles entre pisotones.
Dave Clarke tomó el mando de las operaciones y, mientras Sidonie hacía versiones de Marc Bolan en el escenario pequeño, inició un categórico directo de techno y house que permitió enfilar la recta final de la noche entre miradas dislocadas y subidones de ritmo. La puntilla corrió a cargo de Ángel Molina, y el BAM se despidió entre sonrisas de satisfacción.
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