El régimen de los ayatolás no quiere plegarse a nuevas inspecciones de la ONU
El ultimátum del Organismo de Energía Atómica agrava la división del régimen iraní
Irán afronta dividido la cuenta atrás impuesta por el Organismo Internacional para la Energía Atómica (OIEA) para que el Gobierno iraní permita las inspecciones nucleares. El presidente Mohamed Jatamí y los reformistas se inclinan por la firma del protocolo adicional del Tratado de No Proliferación nuclear (TNP), mientras el ala dura del régimen, con el líder supremo, Alí Jamenei, a la cabeza, parece dispuesta a emprender una huida hacia adelante y se opone a la apertura del país a los inspectores de Naciones Unidas.
"No firmaremos el protocolo porque significaría ponernos bajo el control y las inspecciones de Estados Unidos y porque el ultimátum que se nos ha impuesto está en contra de la ley internacional", dijo a este diario Husein Shariatmadari, representante del líder supremo de la Revolución.
El OIEA sospecha que el régimen iraní tiene un programa militar nuclear, con el que realiza investigaciones de enriquecimiento de uranio para dotarse de la bomba atómica. Para Estados Unidos es intolerable que la República Islámica se haga con armamento nuclear y ha impulsado la resolución del OIEA que exige a Teherán acabar de inmediato con ese programa, abrir sus instalaciones a los inspectores y ser transparente en el uso de la energía nuclear. Si estas tres condiciones no se cumplen, el régimen de los ayatolás corre el riesgo de que el Consejo de Seguridad de la ONU le imponga sanciones económicas.
"El 80% de la economía iraní depende del petróleo, por lo que el país no puede permitirse el aislamiento y la prohibición de vender crudo en el mercado internacional. Irán debe firmar el protocolo y aceptar la mano tendida por Francia, Alemania y Reino Unido", asegura Ibrahim Yasid, líder del opositor movimiento Azadi (Libertad) y primer ministro de Exteriores de la República Islámica, que dimitió en protesta por la toma de rehenes de la Embajada de Estados Unidos en Teherán, en noviembre de 1979.
El Ministerio de Exteriores iraní reconoció la semana pasada haber contestado a la carta enviada por los gobernantes de Francia, Alemania y Reino Unidos (Jacques Chirac, Gerhard Schröder y Tony Blair) en la que ofrecían colaboración y transferencia de tecnología nuclear de uso civil si Irán aceptaba los términos de la resolución. El ministerio, sin embargo, no informó sobre la respuesta dada.
En medios diplomáticos europeos existe un claro malestar por la falta de claridad del Gobierno iraní en la cuestión nuclear. La mayoría de los diplomáticos consultados considera que "en el último minuto" el régimen se atendrá a razones y cumplirá las exigencias del OIEA, pero ese ganar tiempo de los iraníes dificulta los esfuerzos de mediación de la Unión Europea por evitar las sanciones de la ONU y apaciguar, por otra parte, a EE UU.
Todo apunta a que el Consejo de Guardianes, responsable de las Fuerzas Armadas y sometido tan sólo al control del líder supremo, ha emprendido, con o sin conocimiento del Gobierno, un programa de enriquecimiento de uranio en la planta de Natanz, donde funciona la sala piloto y se está construyendo una mucho mayor. Además, en la planta de Arak se construye un enorme reactor de agua pesada, ideal para la fabricación del plutonio que compone las bombas atómicas. Estas dos unidades completan a la central nuclear que, con ayuda de Rusia, se está levantando en Busher, a orillas del golfo Pérsico.
El ex presidente Akbar Hashemi Rafasanyani, el hombre que controla los hilos del poder iraní, se ha manifestado en contra de la firma del protocolo, mientras que Jatamí, cada día con las manos más atadas por el régimen, utiliza, como es habitual en él, un tono más conciliador y sostiene la disponibilidad del Gobierno a cooperar con el OIEA.
Presiones extranjeras
El mulá rebelde Mohsen Kadivar, uno de los dirigentes de la oposición interna, considera que si Israel, entre otros países, no ha firmado el protocolo, EE UU no tiene legitimidad para imponer a Irán su firma. Pero señala que cree que finalmente el régimen lo aceptará. "El Gobierno islámico ya no representa la voluntad de la gente y por ello no le queda más remedio que inclinarse ante las potencias extranjeras".
Para la oposición, esta nueva humillación de Irán debilitará aún más la posición de los ayatolás frente a una nación en la que tras el empacho religioso de años se abre camino ahora un nuevo nacionalismo. Una buena parte de la opinión pública iraní se declara partidaria de dotarse de armamento nuclear como mejor método de disuasión frente a unos vecinos pertenecientes en su mayoría al club atómico: Pakistán, India, China, Israel y los buques de la Marina de EE UU estacionados en el golfo Pérsico. Y, por la propaganda del régimen o por el deseo de acabar de una vez por todas con él, muchos iraníes rechazan la firma del Protocolo del TNP.
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