Dos pequeños milagros
La flaqueza del bolchevique, primera película de ficción del documentalista Manuel Martín Cuenca, adaptación de la novela de Lorenzo Silva que firman el director y el propio escritor, y que fue ayer la mejor propuesta de la sección Zabaltegi / Zona Abierta, es un pequeño milagro. Lo es por muchas cosas: porque supone una de las adaptaciones más inteligentes hechas por el reciente cine español; porque quienes la han hecho no tenían, hasta la fecha, experiencia en firmar guiones comerciales, y porque supone, también, el descubrimiento de un rostro fascinante, el de la joven María Valverde, que, con su aplomo y capacidad de réplica, aporta un gran porcentaje al excelente resultado final.
El filme, que cuenta, como el Tom Wolfe de La hoguera de las vanidades, de qué manera el caprichoso azar interfiere en la vida de un descreído ejecutivo que hace rato perdió el sentido de su propia existencia, para llevarle a conocer a una lolita que exhibe una mordaz inteligencia y que será capaz de ponerle frente a frente ante sus propias abdicaciones, es en realidad una tremenda fábula moral, la explicitación del fatal coste que debe pagar la inocencia ante la corrupción de la mentira. Con pulso firme, unos actores estupendos -al frente, Valverde y Tosar: qué mirada, qué control del silencio, qué talento que tiene este hombre- y un guión al que sólo le pierde -es una pega menor- un final abrupto que deja tras de sí una innecesaria insatisfacción, La flaqueza del bolchevique es uno de los títulos a contar para el jurado de la mejor ópera prima.
Aire fresco
Y si lograr que un primer filme luzca tan sólido como lo hace el de Martín Cuenca se parece en algo a un milagro, más lo es que 14 estudiantes de cine que firman con el nombre de Discusión 14 partan de una idea ajena (de Pere Joan Ventura y Georgina Cisquella, autores de El efecto Iguazú, el documental sobre el campamento de Sintel en la madrileña Castellana), y graben casi 180 horas del seguimiento de las seis columnas en que se dirigieron los mismos resistentes obreros de entonces hacia la tormentosa celebración del 1 de mayo de 2003. Y que en sólo mes y medio lo dejen convertido en un notable documental de una ajustada hora y media de duración.
Tiene 200 km, presentado en la sección Made in Spain, un aire fresco, espontáneo y nada preparado. Capta con soberbia eficacia los puntos de vista de esos parados, sus vicisitudes, su lucha entre la desesperanza y la firmeza. Muestra de qué manera uno de los temas que no salían en el documental de Ventura y Cisquella, la grieta abierta entre los movilizados y su sindicato, CC OO, acabó en agresión al secretario general del sindicato, José M. Fidalgo. Y enseña, en fin, que cuando se tienen ideas y ganas de realizarlas, ya no existen dificultades técnicas para hacerlo.
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