_
_
_
_
_
AGENDA GLOBAL | ECONOMÍA
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Chile: la fatal arrogancia neoliberal

Joaquín Estefanía

HE LEÍDO BASTANTES DE LOS ESCRITOS que se han publicado en la prensa española sobre el 30º aniversario del golpe de Estado de Pinochet en Chile. Y casi todos los textos de los analistas neoliberales que escriben en sus páginas se han centrado, sin excepciones, en los intentos de los Gobiernos de Salvador Allende de apoderarse del aparato productivo chileno, una de las causas de la cruenta asonada militar. Ni una palabra sobre los agentes externos -el Departamento de Estado, algunas multinacionales norteamericanas- que apoyaron tal desviación del poder constituido.

Pero lo más sorprendente, desde el punto de vista del rigor intelectual, es la ausencia de mención alguna al papel central que sus correligionarios -los que en los años setenta y ochenta se denominaron Chicago boys- jugaron en la administración económica del régimen de Pinochet. Y, sin embargo, los neoliberales provenientes de la Escuela de Chicago fueron el principal factor de legitimación internacional de los golpistas durante la parte más dura de la dictadura chilena. El régimen pinochetista se compuso, a partes iguales, de una dictadura política de la que ahora se están conociendo todos sus extremos, acompañada de una política económica ultraliberal, diseñada y aplicada por los Chicago boys. Se puede decir que en el Chile de Pinochet tuvo lugar uno de los experimentos más puros que se conocen de economía neoliberal. Lo que los Chicago boys no pudieron experimentar con todo vigor en los países democráticos del centro del sistema (por la resistencia de sus ciudadanos), lo ensayaron en el Chile militar, sin sindicatos, partidos ni una sociedad civil organizada.

El régimen de Pinochet se compuso de una dictadura política de la que ahora estamos conociendo todos sus extremos, y una economía ultraliberal casi pura. Esta última fue su factor de legitimación más destacado

Ni una palabra de esto. En un libro que va a aparecer en los próximos días, titulado de modo expresivo La mejor democracia que se puede comprar con dinero (Editorial Crítica), su autor recuerda: "Los Chicago boys creyeron y tuvieron en sus manos una nación entera con la que experimentar, por cortesía de un golpe de Estado". Cuenta Ernesto Ekaizer, en su espléndido Yo, Augusto, la primera visita de Milton Friedman, el padre intelectual de los Chicago boys, a Pinochet, para recomendar un durísimo tratamiento de shock a la economía chilena. Previamente, Friedman había declarado a Newsweek: "A pesar de mi profundo desacuerdo con el sistema político autoritario de Chile, no veo que sea malo prestar asesoramiento técnico económico al Gobierno chileno".

Seis años después, Friedman volvió a Chile al frente de la sociedad ultraliberal Mont Pelerin (creada en 1947 por Hayek, y que tuvo la honestidad de no reunirse jamás en España mientras Franco estuvo vivo). Los convocados -economistas neoliberales de todo el mundo- fueron utilizados de nuevo por Pinochet como bandera propagandística de su causa. Friedman y sus muchachos estaban como en casa, ya que el equipo económico de Pinochet (Sergio de Castro, Sergio de la Cuadra, Rolf Lüders, André Sanfuentes, Álvaro Bardón y tantos otros que hoy campan y hacen labores de consultoría empresarial y enseñanza universitaria en el Chile democrático) pertenecía, casi íntegramente, a la escudería de la Escuela de Chicago. En un país en el que hasta las autoescuelas de tráfico estaban dirigidas por los militares, había una especie de islote político, gobernado por los tecnócratas neoliberales que ofrecieron un modelo económico que los golpistas compraron inmediatamente.

Años más tarde, con motivo de la detención de Pinochet en Londres, se conoció la cercanía ideológica y humana entre lady Thatcher y Pinochet. Un estudio del Departamento de Estado del presidente americano Ronald Reagan concluía: "Chile es un manual de estudio de una gestión económica razonable".

Los neoliberales chilenos hicieron suyo el principio de "primero la economía de mercado, luego la democracia". Ahora han hecho como Stalin con la foto de Trotsky, sólo que al revés: no existen. Pero allí estuvieron. Nadie les ha oído estos días una palabra de autocrítica.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_